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El ‘monstruo’ Higuita comienza a construir su historia

El joven ciclista de Medellín se proclama campeón del Tour Colombia

Carlos Arribas
Sergio Higuita, de EF, celebrando sus triunfos en el Tour Colombia.
Sergio Higuita, de EF, celebrando sus triunfos en el Tour Colombia.JUAN BARRETO (AFP)
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El fabuloso Higuita no deja de asombrar, y cada vez más

Bogotá es una bestia, un monstruo de ciudad, ruido, carros, contaminación, que el domingo, el día de las ciclovías, desde los cerros que la encierran y la obligan a mirar hacia arriba, parece un gatito que ronronea y se deja acariciar, tan dulce. Es en los cerros, en sus bosques, en Montserrate, en Guadalupe, rozando el cielo, donde habita el monstruo, donde actúa la bestia, donde Sergio Andrés Higuita, ciclista de Medellín, triunfa.

Sus aficionados enloquecen, bailan, gritan en la Comuna Castilla, tan futbolera, tan del otro Higuita de la vecindad, el escorpión René, como cuando la nacional marca un gol, como gritaron cuando ganó una etapa en la Vuelta, como cuando, hace dos domingos ganó el maillot de campeón nacional en Tunja, y muestran orgullosos su camiseta, agitan su gorra, sus enseñas, su nombre de guerra, monster (monstruo), con el que le bautizó en California el patrón de su equipo, Jonathan Vaughters, su insignia, la cabeza de un león coronado.

Y a todo eso hace honor Higuita, y en la altura del Verjón, a 3.290 metros, eleva fuerte y alto la reproducción del Poporo Quimbaya, el trofeo hermoso y único que le reconoce como campeón del Tour Colombia. .

Ya nadie se sorprende. Higuita se ha ganado el respeto y el aplauso, y todos admiten que es uno de los grandes del ciclismo mundial, tan pequeñito de tamaño (1,68m, 58 kilos), con tanta dinamita en las piernas, con tanta fuerza en la cabeza, tan bien amueblada. Hasta hace nada, sin embargo, el único que no se sorprendía de sus éxitos era el propio Higuita, quien hace nada, menos de un año, aún corría en la Fundación Euskadi, donde debió demostrar su calidad durante cuatro meses antes de que en mayo pasado lo contratara el EF, el equipo del WorldTour que, gracias a la contrarreloj inicial, copó el podio final con Higuita, Martínez y el ecuatoriano Caicedo.

“Sí que tenía en mente querer lograr lo que he logrado hasta ahora”, decía Higuita hace cuatro días. “Desde que era juvenil o prejuvenil y hacía tantos esfuerzos, yo me sentaba a analizar y me preguntaba ‘cuándo será que va a llegar la recompensa’, porque a veces no veía muy claro lo que hacía porque me esforzaba mucho. Ahora sé que la recompensa ha llegado. Son tiempos de seguir progresando, de no perder la ambición, porque soy joven y apenas estoy comenzando a construir mi historia”.

El Tour Colombia, tan reciente, completa su tercer año un palmarés, Egan Superman, Higuita, que envidian otras carreras de más tradición y prestigio.

El ciclismo mundial se congratula, la fantasía al poder, la juventud. La primera exaltación de un casi niño de 22 años que, tras la victoria en El Verjón de su compañero de equipo Daniel Martínez, se proclama el mejor de la general de una carrera en la que un día, en la mágica llegada de Santa Rosa de Viterbo, derrotó a tres de los mejores ciclistas del mundo lanzados a muerte a por él: el francés Alaphilippe, intocable en ese tipo de etapas en el Tour en llegadas duras, de repechos; el ecuatoriano Richard Carapaz, ganador del Giro y poseedor de un punch de gran boxeador, y el gran Egan, ganador del Tour.

Y es Egan, precisamente, el joven de 23 años ya consagrado, quien, ayudado por Carapaz, combate hasta el final contra todo el intocable EF, feliz y cómodo a su rueda toda la tendida ascensión desde las calles de Bogotá. El campeón del Tour, de Zipaquirá, de donde salió la etapa, muestra así su compromiso, su sentido del deber ante una afición tremenda, que todo lo invade, que todo lo festeja, que se agita en las cunetas. “Vine al Tour Colombia y la quería hacer tranquilo, pero, juepucha, hay mucha gente que viene acá a verme correr”, dice Egan, que, pese a todo, termina tercero en la etapa y cuarto en la general. “Siento esa responsabilidad de ser campeón del Tour, y trato de hacerlo lo mejor posible. Eso es bueno para mí y también es bueno para ellos”.

Y buena para todos también es la irrupción de Higuita en un panorama mundial que cada vez es más colombiano y que hace quedar vieja, obligatorias nuevas estrofas, la canción de Carlos Vives que ensalzaba a todos, salvo a Superman, desde los orígenes del ciclismo colombiano hasta la generación de Nairo y Rigo. Ya tendrá que añadir a Egan, a Dani Martínez, a Gaviria, a Molano, y a Higuita.

“Para mí fue una bendición Postobón”, dice la nueva joya hablando de sus orígenes en el profesionalismo jovencísimo, a los 18 años, de la mano de Luis Fernando Saldarriaga en una estructura que ya desapareció y cuyo hueco sigue hueco, y a los 16, 17, los jóvenes viajan a Europa alimentados de ilusiones, solos. “Fue un equipo que me llevó, que me abrió las puertas, aprendí tres años, y con la disciplina de un equipo que sabía lo que iba a hacer, ¿no? Te regañaban por lo que hacías mal y eso es muy importante”.

Su pasado todos lo conocen: el niño soñador que estudia, que se entrena, que ayuda en el trabajo a su padre, Leonardo, cerrajero que inventa un artilugio para transportarles a él y a su bicicleta en su pequeña moto; que a los 11 años promete a su madre, Marlene, que algún día llegará en bicicleta al París verdadero, al de Francia, no al París vecino, el barrio a los pies de su Comuna de combos y fronteras invisibles; que a los 15 años ya está con su novia de toda la vida, Laura. “Desde muy pequeño he amado el ciclismo, sigo siendo el mismo niño que comenzó en ciclismo, que no dormía antes de las carreras de la emoción, de las ansias, y lo mismo siento ahora”, dice. “Sé que esa sensación viene de amar al ciclismo, que si fuera solo un trabajo no tendría tanta emoción por competir, por disfrutar, por estar en lo que siempre quería cuando era pequeño y veía videos en Internet del Tour, de la Vuelta, yo decía uff, eso es un sueño. Y a pesar de que yo sea ahora uno de ellos, sigo teniendo la emoción de correr al lado de los grandes. Todavía siento mucha felicidad, amor y pasión”.

Sus cualidades las describe: “Siempre he sido un ciclista de mucho coraje. Hay ciclistas que son muy buenos por naturaleza. Su cuerpo ha sido diseñado para la bicicleta. Pero yo soy un ciclista de esfuerzos, de corajía, de entrenar bien, de cuidarme, de perseverar”.

Su futuro lo proclama, y lo sabe largo: “Tengo en mente ser un corredor de clásicas duras. Quisiera ganarme la Flecha Valona y el Lombardía, algún día. Y también hacer podio en una grande. Ganar una grande, Tour o Vuelta, es muy difícil, pero yo creo que tengo la posibilidad de hacerlo. Me he visto que tengo las capacidades. No quiero afanarme en conseguir grandes resultados ahora sino ir paso a paso aprendiendo, mejorando año tras año, subiendo un escalón, subiendo otro, y creándome una historia larga, que a los 35, 36 años, siga siendo igual de apasionado, igual de bueno, y queriendo estar montado en una bicicleta con la misma pasión de ahora”.

Habla y habla, y todos le miran, y dicen, amén, monster.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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