El chip que inspira al genio
El juego del campeón de ajedrez Carlsen es más atractivo por la influencia de AlphaZero, un programa informático único
Las máquinas aprendían de los humanos. Así ocurrió en el ajedrez desde que, a mediados del siglo XX, los padres de la informática Alan Turing y Claude Shannon lo eligieron como campo de experimentación de la inteligencia artificial, hasta que, en 1997, Deep Blue (IBM) derrotó a Gari Kaspárov. Ahora es al revés: el estilo del actual campeón, Magnus Carlsen, es mucho más atractivo para los aficionados desde hace un año por la influencia del programa AlphaZero (Google). El noruego acaba de lograr una marca histórica: 115 partidas invicto (sin contar las modalidades rápidas).
“Es mi héroe”, dijo Carlsen sobre AlphaZero hace un año en Wijk aan Zee, un pueblo neerlandés en el Mar del Norte que cada enero se convierte en el Roland Garros del ajedrez. Esa frase es muy significativa, sobre todo si se compara con lo que manifestó a EL PAÍS en esa misma sala de prensa el 17 de enero de 2008, cuando solo tenía 17 años, nada más enterarse de la muerte del estadounidense Bobby Fischer, para muchos el jugador más carismático de la historia: “No tengo ningún ídolo, pero admiro mucho a Fischer por su capacidad de que nos parezca fácil lo que en realidad es dificilísimo. Y yo intento imitarlo”.
Aquel joven genio que definía la genialidad de un genio difunto fue campeón del mundo por primera vez en 2013, cuando destronó al indio Viswanathan Anand, y se convirtió en el personaje más popular de su país después de los reyes de Noruega. Pero su estilo de juego era demasiado árido para los aficionados sin un alto nivel técnico: Carlsen doblegaba a casi todos sus rivales exprimiendo ventajas microscópicas con largas maniobras durante horas.
Hasta que llegó, a finales de 2017, el programa AlphaZero, basado en una red neuronal con 5.000 procesadores en paralelo: partiendo de cero, aprendió ajedrez jugando millones de partidas contra sí mismo; y a continuación masacró (28-0 y 72 tablas) en un duelo a Stockfish, el programa líder hasta entonces. Su estilo era revolucionario porque incitaba a pensar en conceptos netamente humanos, como intuición y riesgo, que hasta entonces eran impensables en una máquina. En varias partidas, AlphaZero sacrificó material a largo plazo (uno o varios peones, o incluso un alfil o un caballo) a cambio de ventajas inconcretas, como mayor actividad de sus piezas, armonía, dinamismo…
Muy pocos humanos se atrevían con decisiones de tan alto riesgo. Ni siquiera Carlsen, a pesar de que su intuición lo conminaba a ello; en ajedrez, la intuición es la memoria del inconsciente: se basa en recuerdos inconcretos, almacenados en algún rincón del cerebro, de partidas propias o ajenas de hace muchos años. El escandinavo comprendió que sus ideas intuitivas eran correctas al ver cómo las ejecutaba un monstruo de silicio.
Concepto revolucionario
Desde entonces, sus partidas son más bellas, pero con un concepto revolucionario. En ajedrez, la belleza fue casi siempre hija del error: un jugador lo cometía, y su rival lo castigaba con una combinación bella y contundente. Parecía imposible que las computadoras, cuyo juego se aproxima ya a la perfección, pudieran crear belleza, dado que apenas cometen errores perceptibles para los humanos. Pero AlphaZero sí crea belleza, a su manera, y ha contagiado a Carlsen.
Una gran referencia internacional en inteligencia artificial, el español Ramón López de Mántaras, siempre cita el ajedrez en sus conferencias: “Es un excelente ejemplo del uso de la inteligencia artificial como amplificación de la inteligencia humana”. Deep Mind, la empresa de Google propietaria de AlphaZero, confía en aplicar lo experimentado con el ajedrez en campos muy importantes de la ciencia. Ya ocurrió con Deep Blue hace 20 años: lo aprendido al ganar a Kaspárov fue muy útil después en la fabricación de medicamentos, la predicción meteorológica o la planificación agrícola. Puede ocurrir lo mismo pronto en otras áreas.
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