Josep Maria Bartomeu, el gregario que cavó su tumba
Exdirectivos y personas cercanas al mandatario azulgrana trazan el perfil de un hombre extraviado como líder
″Un trabajador silencioso, una persona a la que le gusta unir más que la ruptura y que busca el consenso, no la imposición. No soy el mejor ingeniero, ni el mejor economista, ni el mejor abogado, pero me gusta que haya un buen ambiente a mi alrededor. No soy el mejor, pero tomo decisiones y genero buen rollo, cosa que hace que las dificultades se superen de manera rápida. Y ese buen rollo creo haberlo trasladado al primer equipo”. Así se definía Josep Maria Bartomeu, precandidato a las elecciones del Barcelona, en una entrevista concedida a EL PAÍS el 16 de julio de 2015.
Hoy, cinco años después, aquel aspirante inofensivo que no presumía de nada y sabía un poco de todo, el mismo que accedió al cargo en 2014 por petición de su amigo Sandro Rosell y después alcanzó la gloria en solo cinco meses con el tridente y el triplete de Berlín, se encuentra sentado en el mismo barril de pólvora que en enero de 2015. La diferencia es que entonces convocó elecciones para “rebajar la tensión”, comicios que en julio ganaría a Joan Laporta, y ahora es capaz incluso de desafiar a Leo Messi.
El 10 se quedó retenido después de despotricar contra el presidente; la última derrota ha quedado grabada de por vida: 2-8; hasta 11 directivos han dimitido; a la junta le costará alcanzar la asamblea del 27 de octubre para funcionar hasta las elecciones de 2021; hay un voto de censura convocado; la policía no cierra el Barçagate; se han gastado mil millones en fichajes; y han desfilado cinco directores deportivos (Zubizarreta, Robert Fernández, Pep Segura, Éric Abidal y Ramon Planes).
El año 2020 no ha sido igual que aquel añorado 2015 para Bartomeu. El equipo no ha ganado un solo título y dejó de sostener al club, chequeado por economistas y opositores a la junta, la mayoría coincidentes en el diagnóstico: “El riesgo de ruina deportiva y económica es muy serio porque a la deficiente gestión particular se añade los efectos globales de la covid-19”. “El problema”, precisa un exdirectivo, “es que el presidente no es consciente del daño irreparable que ha hecho a la institución desde 2015”.
Entregado a Messi
“Bartomeu se ha creído que no dimitir es un acto de responsabilidad porque alguien le ha aconsejado mal —siempre busca a alguien que le dé la razón o le ha escuchado decir algo que le ha gustado— y se ha enrocado, ajeno al ruido, como si todavía hubiera aquella quietud de cuando nadie se lo tomaba en serio, quizá porque le veían como un interino, una buena persona, que no necesitaba de ningún control interno ni externo”, advierte uno de los que avalaron al presidente en los últimos comicios del Barça.
“No está preparado para el cargo, más complejo que en 2003, cuando llegó con Rosell, en la candidatura de Laporta”, sentencia un excompañero de junta de Bartomeu. “Ha ido asumiendo funciones, desde la de responsable del baloncesto, cuando desautorizó a Laporta en la presentación de Manolo Flores como técnico, hasta llegar a la cúspide sin querer ni prepararse”, insiste. “No tiene experiencia vital ni empresarial para dirigir al Barça”.
“No sabe formar equipos, es desconfiado y se enamora y desenamora fácil y rápidamente, de manera que es sencillo entender por qué acabó por entregarse a los jugadores y Messi”, observa uno de los exejecutivos del Barça. Los cuatro pilares sobre los que se suponía edificaría su mandato han cedido: Zubizarreta (director deportivo), Antoni Rosich (director general), Susana Monje (vicepresidenta económica) y ahora Messi. “No entiende de fútbol e improvisa hasta la irresponsabilidad”, denuncia un conocedor del mercado que trata con el Barça.
“Ningún profesional que conozca el negocio le permitiría varias de las operaciones que ha hecho”, prosigue la misma fuente. “No sabe y no ficha a los que saben y se genera un doble problema: hay cargos por acumulación y quienes los ocupan no son los mejores; se equivoca en la elección porque no tiene la lógica de un patrón ni la de un dirigente de club”, sostiene. “La estructura está sobrecargada, no es operativa. Hay que simplificarla como hacen los mejores de Europa”.
“No está acostumbrado a jugadas de póker empresariales”, responde un asesor económico. “No domina los temas financieros complejos, sino que es un empresario correcto, incapaz de controlar la tensión de tesorería del Barça”. El negocio de Bartomeu se centra en la fabricación de fingers, pasarelas para barcos y aviones, a través de Adelte Group y EFS. El aval son sus estudios económicos y licenciatura de ADE en Esade.
Esade marca perfil, al igual que Aula, la escuela por la que han pasado varios miembros de la sociedad civil catalana, como Artur Mas, y en la que Bartomeu se aficionó al atletismo y al baloncesto, e incluso fue jugador del Espanyol. “Ha sido siempre un maratoniano, una persona tenaz y esforzada, más obrero que estratega”, le define uno de sus compañeros de viaje. “Huye del combate, no es rencoroso”, añade, "y se adapta bien a los cambios: no les teme sino que le motivan”.
“Barto es una muy buena persona”, explica uno de los que le son más próximos. “Es honrado y trabajador; antepone el Barça y el bien del club, sobre todo en las situaciones extremas”. Quizá dos de los momentos más delicados han sido el 1 de octubre de 2017, el día del referéndum independentista en Cataluña, y el 24 de agosto, cuando Messi envió el burofax por el que se acogía a la cláusula de escape y se desvinculaba del Barça. “En ninguno de los dos casos falló al barcelonismo”, insiste la misma fuente, persona a la que recurre en momentos de apuro. “El 1 de octubre la junta decidió suspender el partido ante el Las Palmas mientras que los futbolistas insistieron en jugar o no se responsabilizaban de los resultados hasta final de temporada. La respuesta presidencial fue ingeniosa: el partido se celebraría a puerta cerrada”. Y, después, cuando Messi exigió salir, Bartomeu se creyó a quienes le instaron a actuar: “Es la hora del presidente”. Y Bartomeu enjauló a Messi.
Guardiola y Cruyff
Al presidente educado que siempre decía que sí y dejaba pudrir los problemas, que quería quedar bien con todo el mundo y daba la razón a su interlocutor, dispuesto a desactivar a cualquier figura contraria a su modus vivendi, aspirante a un barcelonismo de síntesis después de renegar de Johan Cruyff y malmeter contra Pep Guardiola en tiempos de opositor y vicepresidente, le salió un no rotundo cuando Messi le pidió la carta de libertad al regreso de Lisboa. Bartomeu llevó por vez primera la contraria al 10.
“Nunca le vi tan firme”, explica un empleado. “Una vez se aseguró de que la ley estaba de su parte y solo se imponía el pago de la cláusula de 700 millones”, prosigue, “cohesionó a los profesionales del club y lo lideró ante Messi”. “Tuvo una reacción emocional que sorprendió a Leo y a los que aguardaban a un presidente vencido”, precisa un exdirectivo. “Si le tomas por un don nadie, le subestimas, puedes salir trasquilado; te desquicia. Una cosa es llamarle Nobita y otra que te rías”.
La mala estrategia de Messi le dio al presidente la oportunidad para redimirse ante los socios que tienen un sentido de propiedad de la entidad, nada que ver con los aficionados, los fans y la opinión pública que defienden a Messi como patrimonio de la humanidad y no solo como jugador del Barça. Una defensa que, según los críticos, sitúa a Bartomeu como representante del nuñismo sociológico que ya cargó contra Guardiola o Cruyff y ahora se las tiene con Messi. La mediocridad se había vuelto a imponer al talento y al carisma en el Barça.
Bartomeu no tuvo mayor obsesión que la de favorecer el reinado de Messi porque el bien del 10 sería también la mejor solución para un presidente que ahora se siente acosado en Barcelona y en La Cerdanya. Hoy, separado de su mujer después de 20 años de matrimonio, le pitan por la calle y a sus dos hijos les siguen los mismos periodistas que controlan al padre de Messi. La situación invita a dimitir y, sin embargo, el gregario Bartomeu se resiste porque necesita cuadrar las cuentas después de favorecer el mercadeo y apostar por el sospechoso fichaje de Griezmann. “Mal asunto cuando se cambia de director general, se saltan los controles financieros y se habla de comisiones”, comenta un exdirigente del Barça.
Ahora, a sus 57 años, se ha entregado a Ronald Koeman, el héroe de Wembley-92, porque necesita un intérprete al igual que Messi. El presidente se protege con su máscara de hombre optimista, sabedor de que no puede tener mejor aliado que la puerta cerrada del Camp Nou. “Aunque se vale de sus muecas, su comportamiento tiene tics que se suponen a los autistas en el sentido de las personas que viven desconectadas de la realidad”, argumenta un experto en comunicación. “Vive desconectado de los hechos, como si le diera lo mismo lo que pase. Te puede mentir y no le importa saber que tú eres consciente de que te está mintiendo”.
Hay muchas versiones sobre la personalidad de Bartomeu. Ninguna como la de un exempleado del club que se sitúa en los dos extremos de los opinadores: “Es un hombre normal, en la mejor acepción de normal, es decir, correcto y demás, que se encuentra metido en un momento de la historia lleno de situaciones excepcionales”. Hoy está ante una moción de censura gigantesca después de convertir a su único aliado en enemigo: Messi. Y, en un debate de liderazgo, el 10 no tiene rival en Bartomeu.
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