De la servilleta al burofax
El delantero, que dejó la selección argentina tras un fracaso, ya había intentado abandonar el club en 2014 y 2016 después de sendas decepciones
El 14 de diciembre de 2000, Carles Rexach improvisó en una servilleta una especie de contrato que cambiaría la historia del Barcelona: Lionel Messi (Rosario, Argentina; 33 años) se incorporó a La Masia. Se estrenó con la camiseta azulgrana el 7 de marzo de 2001 contra el Amposta. Marcó un gol. El primero de los 105 que firmó en el fútbol base. En 2004, en el derbi ante el Espanyol, Frank Rijkaard lo hizo debutar en el primer equipo en el Estadio de Montjuïc. Desde entonces, ha jugado con el Barça 737 partidos, ha marcado 634 goles y ha conquistado 34 títulos, entre ellos 10 ligas y cuatro Champions. Nadie ha firmado más dianas que él en LaLiga, nadie ha ganado más títulos que él de azulgrana. Sin embargo, la historia de Messi con el Barça no siempre fue idílica. Al menos, si se consideran las dos veces anteriores en las que amagó con dejar el club. La tercera parece que es la definitiva.
Después de despegar con Rijkaard y tocar el cielo con Guardiola (durante el periodo del actual entrenador del Manchester City en el Barça ganó sus primeros cuatro Balones de Oro, ahora tiene seis), Messi estaba incómodo en 2014. El equipo no funcionaba con el Tata Martino y las lesiones le habían vuelto a acechar (sufrió cuatro problemas musculares durante la campaña 2013-2014). Cuando el Barcelona cayó eliminado en la Champions ante el Atlético, el 10 fue a visitar a Tito Vilanova junto a su amigo Pinto y Pepe Costa, jefe de la oficina de atención al jugador del Barça. Messi le dijo a Tito, que había trabajado con él ya en la etapa de Guardiola y también lo había entrenado en el Cadeta A, que quería dejar el Barça. “¿Adónde te vas a ir? ¿Al PSG? En ningún lugar vas a estar mejor que aquí”, le advirtió Vilanova, que falleció unos días después.
Dos años más tarde, tras haberse reinventado después del adiós de Guardiola y de conseguir un triplete en 2015 de la mano de Luis Enrique y junto a Luis Suárez y Neymar en el campo, a Messi le volvieron las dudas. Entonces, se sentía perseguido por Hacienda. La Audiencia Provincial de Barcelona los condenó a él y a su padre, Jorge Horacio, a 21 meses de prisión por defraudar 4,1 millones de euros a Hacienda. “Se ensañaron conmigo. No quería dejar el Barça, sino marcharme de España. Me sentí muy maltratado y no quería estar más tiempo aquí”, confesó Messi.
El City estaba construyendo su nuevo proyecto con Guardiola y lo vinieron a buscar. Sabían en Mánchester que La Pulga andaba medio mosca. Las negociaciones entre el equipo inglés y Messi iban bien encaminadas. Parecía que Messi dejaba Barcelona después de 15 años. Sin embargo, en el último momento el 10 se retractó. Él y su familia: su mujer estaba muy cómoda en Castelldefels y ya habían nacido sus dos primeros hijos, Thiago y Mateo. Su buena relación con Luis Suárez y Neymar eran otro motivo para no moverse del Camp Nou. Desde entonces, Messi no había vuelto a dudar de su vínculo con el Barcelona —”si en el club me quieren, obviamente estaré encantado de quedarme”, repetía una y otra vez—, como sí lo hacía de su relación con la selección argentina.
Su vínculo con la Albiceleste siempre fue tormentoso. Y eso que en las divisiones inferiores había comenzado de rosas, después de ganar un Mundial sub-20 (2005) y tras el Oro Olímpico (2008). Pero con la selección absoluta, pasaba de fiasco en fiasco. Cayó en la final de la Copa América 2007, perdió en cuartos de final del torneo continental en Argentina 2011 y se quedó con ganas de levantar la Copa del Mundo ante Alemania en Brasil 2014. Todo empeoró después de perder dos finales consecutivas más de la Copa América ante Chile en 2015 y 2016. Pese a ser considerado el mejor jugador de la historia en el Camp Nou, cuando cruzaba el charco era un simple “pecho frío”. “Se terminó para mí la selección”, dijo tras caer en Estados Unidos 2016. Pocos meses después volvió. Jugó en Rusia y regateó algunos partidos amistosos. Con Argentina se reconcilió en Brasil 2019, no parece que vaya a suceder lo mismo con el Barça: la historia del mejor jugador de la historia del Barcelona empezó con una servilleta y terminó con un burofax.
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