Carreño no tiene puntos débiles
Zverev es muy complicado y lleva varios años entre los mejores, pero saldrá con serias dudas sobre la estrategia a seguir contra Pablo
Tan accidentado ha sido este US Open de 2020 que hemos llegado a las últimas jornadas sin haberle dado merecida atención a lo que ocurría en la pista.
La imagen del cariacontecido Pablo Carreño dio la vuelta al mundo cuando sentado, pacientemente y estupefacto, esperó la resolución final del árbitro que expulsó a Novak Djokovic del torneo y le otorgó a él su paso a los cuartos de final. Y fue la magnitud de esta decisión la que eclipsó el motivo de la incomodidad del actual número uno del mundo justo antes de lanzar la infortunada bola a la juez de línea: el jugador español estaba a punto de anotarse la primera manga del partido después de romperle el saque y colocarse 6-5 en el marcador.
Y aunque el camino se le allanó a Pablo, y a todos los demás, la verdad es que en su siguiente encuentro saltó a la pista para demostrar su enorme valía, derrotando al dificilísimo Denis Shapovalov con un gran juego y un espíritu de lucha admirable.
Ninguno de los cuatro semifinalistas masculinos ha ganado ningún Grand Slam, pero todos ellos han alcanzado con anterioridad esta penúltima ronda y tienen, por tanto, experiencia para aguantar la presión y regalarnos encuentros ajustados. El partido entre Dominic Thiem y Daniil Medvedev será de gran intensidad, aunque sus estilos sean totalmente diferentes. Y el resultado podría favorecer a cualquiera de los dos, aunque veo con más firmeza y posibilidades al austríaco.
En la otra semifinal, nuestro representante es el peor clasificado y esto puede propiciar que el criterio popular le suponga menos opciones para llegar a la final. Yo, en cambio, no lo veo así. Es verdad que Alexander Zverev es un rival muy complicado y que lleva unos cuantos años instalado entre los mejores del planeta, pero también lo es que saldrá con serias dudas sobre la estrategia a seguir contra Pablo. A cualquier tenista le da cierta tranquilidad reconocer puntos débiles en su rival y poder idear una táctica de juego acorde, pero nuestro jugador es muy completo en todos sus aspectos. Este hecho y la brillantez y fortaleza de la que ha hecho gala en sus últimos partidos le dan, a mi entender, una probabilidad importante de colocarse en la final.
En 2017, cuando Rafael se clasificó para jugar la final del grande neoyorquino, esperaba su rival del encuentro entre Pablo y Kevin Anderson. Yo deseaba que la suerte estuviera de parte del sudafricano, como así fue, porque creía que Pablo nos complicaría más la vida. Esta vez, por supuesto, deseo que gane él y que nos permita soñar con una victoria española el domingo cuando nos dispongamos a ver quién levanta el segundo Grand Slam del año.
De momento, vamos a disfrutar del partido de este viernes, un encuentro de altísimo nivel que seguro que no defrauda a nadie.
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