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Zverev, el díscolo reñido con las dobles faltas

El joven alemán, un polémico elegido que se hace esperar, crece en los grandes mientras acusa la cifra más elevada de errores con el saque en el torneo. Este viernes (22.00) se mide por la final a Carreño

Zverev sirve durante el partido de cuartos contra Coric. / DANIELLE PARHIZKARAN ()
Zverev sirve durante el partido de cuartos contra Coric. / DANIELLE PARHIZKARAN ()
Alejandro Ciriza

Aquellos pocos, muy pocos, privilegiados que asisten al duelo en la pista Arthur Ashe se quedan de piedra mientras se mastica la tensión y Alexander Zverev, tembloroso como un flan, se dispone a sacar frente a Borna Coric cuando de repente, frena en seco: “Estás hablando demasiado alto… Puedo escuchar cada palabra que dices durante todo el partido”. Se dirige el alemán, tan bueno como quebradizo todavía, al afamado comentarista de la ESPN, Brad Gilbert, que antes de ponerse delante del micrófono entrenó, entre otros, a un tal Andre Agassi y un escocés muy bueno llamado Andy Murray.

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Alexander Zverev, of Germany, reacts during a match against Borna Coric, of Croatia, 147during the quarterfinals of the US Open tennis championships, Tuesday, Sept. 8, 2020, in New York. (AP Photo/Seth Wenig)
Zverev, un talento en entredicho

Le escocía a Zverev el tono de voz, pero lo que verdaderamente le dolía era el análisis que Gilbert (“¡oh, lo siento!”) hacía en ese preciso instante, justo antes de servir. El locutor se refería al talón de Aquiles de Sascha estos días, las dobles faltas. Y el apunte era más que oportuno. Al fin y al cabo, el de Hamburgo es el tenista que más ha cometido (41) en esta edición del US Open, por delante de los ya apeados Denis Shapovalov (36) y David Goffin (36), y desde luego de su rival este viernes (22.00, Eurosport) en las semifinales, el meritorio Pablo Carreño (9).

Seis firmó contra Kevin Anderson, 10 ante Brandon Nakashima, una más frente a Adrian Mannarino y 12, cifra más que abultada, en el encuentro con Coric. Solo hubo una excepción, los dos fallos contra Alejandro Davidovich. “Tengo que mejorar en muchas cosas”, dice el bigardo alemán, de casi dos metros (1,98) y al que en ocasiones cuesta creerle por la desidia que suele desprender su discurso o porque, directamente, los hechos invitan a ello: era el gran elegido y ha dado algunos pasos, pero el tenis le reserva un sitio al que le está costando llegar.

A sus 23 años, puede decir que ha ganado toda una Copa de Maestros (2018) y tres Masters 1000 (Roma y Canadá en 2017, y Madrid en 2018), o que ha ocupado el tercer peldaño del ranking, hace tres cursos; sin embargo, los Grand Slams son un maquiavélico laberinto que exigen al tenista sortear mil cepos y dar un plus que, en su caso, todavía no ha llegado. Han sido habituales sus resbalones en las rondas iniciales, pero esta temporada tal vez pueda marcar un punto de inflexión. En enero alcanzó las semifinales de Australia y ahora tiene una oportunidad de oro de dar un salto cualitativo en Nueva York.

Allí es, de hecho, el primer representante masculino de su país que llega a la penúltima ronda desde que lo consiguiera Boris Becker en 1995. Becker, que le conoce como pocos porque le ha seguido los pasos desde que levantaba un par de palmos del suelo, le instó en enero a que se desmarcara de su dominante padre y se buscase un entrenador. Está en ello, y a mediados de julio se ejercitó con David Ferrer, ya retirado, con el deseo de que el alicantino le inocule ese espíritu guerrero que le llevó muy lejos. Ardua tarea le espera al de Xàbia, con el que estos días se mensajea a distancia y que le acompañará en Roland Garros.

De Ferrero a David Ferrer

“Pierde demasiado tiempo con Instagram”, le reprochó en su día el valenciano Juan Carlos Ferrero, que le asesoró durante medio año. “Es muy anárquico en su forma de pensar y cambia muy pocas cosas. Era impuntual siempre y no respetaba las pautas que se le marcaban”, agregó el exnúmero uno.

Tiene una proyección enorme Zverev, y también muy malas pulgas. “Quizá debería echar un vistazo a mi historial y darse cuenta de que tengo un cara a cara positivo con Federer”, le respondió a la histórica Martina Navratilova, que recientemente le recomendó elevar su nivel porque de lo contrario no podría competir con los más fuertes; “estoy en semifinales, y a veces encontrar una forma de ganar sin estar a tu mejor nivel es más importante que cualquier otra cosa. Ella es una campeona muy respetada, pero su opinión no me importa”.

Zverev, en un partido en Flushing Meadows. / S. W. (AP)
Zverev, en un partido en Flushing Meadows. / S. W. (AP)

Sí escucha a Novak Djokovic, al que apoya en la creación de su nueva asociación de jugadores, al margen de la ATP, y tras superar la tercera ronda fue multado con 1.500 dólares por “conducta antideportiva”. Antes de llegar al torneo, abandonó una rueda de prensa cuando le preguntaron por su incidente en el Adria Tour, la gira que montó Nole en junio en su país. El haber estado en contacto con compañeros que habían dado positivo le obligaba a hacer la cuarentena de rigor, y así dijo que lo haría. Seis días después, un vídeo le retrataba rodeado de mujeres en una concurrida fiesta.

Es Zverev, cuatro triunfos sobre Federer, dos sobre Djokovic y uno frente a Nadal. Talento y dispersión a dosis similares. Nueve dobles faltas le apartaron de Acapulco en febrero, contra Tommy Paul, y tres cuando servía para ganarle a Murray en Cincinnati. Tiene un martillo —es el segundo que más aces (92) ha logrado en el torneo, por detrás de Shapovalov (94), y tiene el tercer servicio más potente, con un pico de 225 km/h—, tiene carisma, físico y los golpes. Lo tiene casi todo. Quizá, tan solo deba aprender a escuchar mejor.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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