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Los ‘detectives’ de LaLiga

Los directores de partido se empotran a diario en los entrenamientos de los equipos para vigilar que el protocolo se cumple a rajatabla

El atlético Joao Felix, en el entrenamiento en solitario de este viernes.
El atlético Joao Felix, en el entrenamiento en solitario de este viernes.EL PAÍS

Dentro del estricto protocolo que todos los clubes de Primera y Segunda División han adoptado en la vuelta a los entrenamientos, se ha colado un agente especial. Los directores de partido de LaLiga, que habitualmente acuden a los encuentros para garantizar el cumplimiento de las reglas, se han reconvertido en inspectores, vigilantes de que futbolistas y técnicos cumplen las normas para minimizar el riesgo de contagio. Una vez iniciadas sesiones individuales, el suyo es el único marcaje que se puede ver en una ciudad deportiva. Aunque, eso sí, desde la distancia.

Fue Javier Aguirre, entrenador del Leganés, el que los puso en el foco al contar que el inspector que vigilaba el entrenamiento de su equipo prohibió a un preparador físico, Pol Lorente, usar un amplificador para dirigirse a los jugadores. “Le dijeron que no podía usar ese cacharro”, se quejó Aguirre, que también reconoció que su presencia cambia “el día a día”. “El hombre está ahí, hace su trabajo. Es muy majo, pero lo vigila todo”, zanjó el mexicano.

La versión del técnico fue inmediatamente matizada por su propio club y LaLiga, que puntualizó que el inspector solo recomendó a Lorente no utilizar “expresiones malsonantes”, puesto que el entrenamiento se estaba grabando para distribuirlo a los medios.

“El otro día se le preguntó si podíamos poner música, ya que los jugadores estaban haciendo ejercicios de resistencia en solitario y les venía bien para animarse. Pusimos el rock’n’roll a tope y no nos dijo nada”, apuntan desde otro club de Primera. “No se sienta en la grada y se pone a ver el entrenamiento. Se mueve por toda la instalación, controla que todo está en orden y resuelve dudas... Al que le haya tocado en Valdebebas tiene que estar haciendo unos cuantos kilómetros estos días”, añaden.

A cada uno de estos inspectores se les asignó uno de los 42 clubes. Una semana antes de iniciarse los entrenamientos ya estaban en las ciudades deportivas para asegurarse de que los procedimientos estaban en consonancia con el protocolo y estar al tanto de cómo se iba a organizar la llegada de los futbolistas. Ahora, vestidos de traje y corbata, suponen el único elemento extraño en unas instalaciones convertidas en fortalezas y el nexo de unión entre la patronal y los equipos.

Advertencia inicial

“Está como un policía controlando que llevamos las mascarillas y los guantes, que todo se desinfecta cuando se usa o que guardamos las distancias, pero aporta de forma positiva. Tratamos de ayudar, porque para ellos estar todo el día detrás de nosotros tampoco debe ser cómodo”, explica el miembro de un cuerpo técnico. “Hace un par de días nos regañó porque hubo un momento en el que estuvieron a punto de coincidir dos parejas dentro del gimnasio. Eso sí le sentó mal, lo controla todo al mínimo detalle”, añade.

Entre los clubes hay consenso en valorar su figura, al que ven como una especie de cortafuegos para cualquier tentación de avanzar más rápido de lo que marca el protocolo. “Al principio, ambas partes nos podíamos mirar con un poquito más de recelo, pero él ha podido ver que estamos concienciados para cumplir a rajatabla con todas las normas y nosotros vemos que está para ayudarnos”, cuenta Martos, que reconoce que la situación se ha normalizado con el paso de los días. “Ahora los chicos tienen confianza y le preguntan desde la distancia: ‘oye, esto está bien hecho así, ¿no?’ o ‘¿por qué no puedo hacer esto”, comenta.

“Al llegar nos avisó de que, más allá de que tengamos buena relación, si había cualquier cosa negativa la iba a notificar”, comenta el jefe de los servicios médicos de un conjunto de mitad de la tabla. “Cuando el primer día hicimos los test, que era algo nuevo para todos, nos retrasamos un poco. Como estábamos liados, el mismo inspector iba corriendo a llamar al futbolista que estaba esperando su turno en el coche. Si no fuera por el traje, parecería uno más, aunque tenemos clara su función”, cuenta como anécdota.

Una función que acaba de comenzar y que se alargará, por lo menos, hasta el retorno de la competición, cuando los inspectores dejen a un lado su nuevo rol para volver a su trabajo habitual, pero de la forma más extraña posible: con las gradas vacías.

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