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Alberto Ginés, un júnior escalando entre gigantes hacia Tokio

“Psicológicamente lo he llevado mal”, dice el extremeño de 17 años que, en su primera temporada en categoría absoluta, se ha metido entre los mejores y busca el pase para los Juegos

Eleonora Giovio
Alberto Ginés en una prueba de Copa del Mundo.
Alberto Ginés en una prueba de Copa del Mundo. Eddie Fowke (IFSC)

-¿Pero tú estás loco?, le dijeron los padres de Alberto Ginés a David Macià, pionero de la planificación de la escalada mundial y actual seleccionador de España, cuando hace tres años llamó a la puerta de su casa en Cáceres para decirles que su hijo tenía potencial para ser olímpico y que iban a trabajar en ello. Alberto tenía por aquel entonces 14 años; y ya llevaba cuatro entrenado por Macià.

- “No, no lo estoy, pese a su juventud este chaval puede ser el próximo escalador olímpico español”, cuenta el seleccionador que les contestó. Para él había madera suficiente para trabajar a un proyecto vista de cara a Tokio 2020. Y de talento sabe Macià, que fue técnico de uno de los dos únicos campeones del mundo que ha tenido España en escalada (Ramón Julián, Ramonet)

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La escalada debutará en los Juegos del año que viene en una combinación de tres modalidades (velocidad, bloque, dificultad) que es como si, en palabras de Lluís Giner, director técnico de la Federación, en atletismo se eligiera el ganador haciendo el promedio del resultado de lanzamiento de jabalina, 100 metros y maratón. Alberto, que acaba de cumplir 17 años, es todavía un niño y compite entre gigantes. Esta es su primera temporada en categoría absoluta (el año pasado debutó en Copa del Mundo pero sólo hizo una prueba del circuito) y su progresión ha ido en continuo ascenso (fue segundo en la Copa del Mundo en la modalidad de cuerda detrás de un mito como Adam Ondra). Su categoría es juvenil sub-18 y le quedarían dos años más como sub-20. Pero, para sorpresa de técnicos, familiares y del propio Alberto, se ha colado entre los 20 mejores que a partir de este jueves se jugarán seis plazas olímpicas en Toulouse (la final es el sábado). Su evolución ha sido espectacular. “Entró al CAR de Sant Cugat hace dos años y cuando le dieron la beca en el Centro de Alto Rendimiento el proyecto que se presentó era para París 2024. Entró con 15 años… no esperábamos esto”, cuenta su padre Alberto, ingeniero civil.

Él es el que le inculcó la pasión por la escalada y sigue aconsejándole que se lo tome como un juego, como cuando era pequeño y todos los fines de semana se convertían en una aventura. “Se lo pasaba pipa”, recuerda el padre. “El fin de semana que menos kilómetros hacíamos eran 300 de ida y 300 de vuelta”, añade. Y empezaron a ser más cuando Alberto empezó a competir a nivel internacional. La preparación requería viajes más largos porque España carece de instalaciones como las que tienen, por ejemplo, en Francia, Italia y Austria. “Hemos hecho kilómetros y kilómetros en furgoneta, apretados, por Europa y por todos lados para estar en la situación en la que estamos ahora. No ha sido fácil”, analiza Macià.

Sin instalaciones

No es Extremadura tierra de escaladores. “Normalmente, son vascos, catalanes, valencianos o madrileños. No tienen ni paredes allí en Extremadura para escalar, hay que ir a rocódromos, a provincias limítrofes o a Cuenca. Es curioso que el primer español, si finalmente lo consigue, en estar en los Juegos sea de Extremadura. Es como si nace un surfista de La Mancha”, bromea Óscar Gogorza, guía de alta montaña, que lleva tiempo escuchando que Alberto es “un figura” pese a su juventud. “Ese chaval es la leche”, añade con la incógnita de saber si aguantará la presión en el preolímpico.

Y es algo que, como reconoce el propio Alberto, le ha generado cierta incomodidad. “Hasta el año pasado yo a toda esta gente la veía por la tele…”, cuenta por teléfono antes de viajar a Toulouse. Con “esa gente” ahora compite. “Lo he empezado a asumir ahora. Hasta mediados de temporada psicológicamente lo llevaba un poco mal, en las competiciones me ponía demasiada presión”, explica. ¿Por qué? “Porque no estaba acostumbrado a esto [el salto de juvenil a categoría absoluta]. En las competiciones juveniles había 100 espectadores como mucho, de repente empecé a encontrarme con 10.000. Fue un poco drástico; además esto empieza a ser bastante más mediático”, contesta. El cambio de chip dice que llegó en septiembre, tras una semana en casa. “Hablé con mis padres y volví como reseteado”. Listo para jugarse un billete para Tokio. Algo con lo que hasta hace seis meses nadie contaba. También por la falta de instalaciones.

Las tres modalidades de la escalada deportiva que debutarán en Tokio son velocidad —la pared, de 15 metros, es como si fuera una pista de atletismo y gana el que corre más rápido, unos siete segundos más o menos—; bloque -sin cuerdas, se mide si un escalador es capaz de llegar hasta arriba en varios recorridos de corto metraje y cuántos intentos ha necesitado—; y dificultad —se trata de subir lo más alto posible una pared y se valora el punto más alto al que se ha llegado—. Siempre habían competido por separado. Cuando el COI (Comité Olímpico Internacional) anunció que la escalada sería olímpica, en agosto de 2016, en España sólo había una pared para practicar la velocidad (en Barcelona) y ni siquiera estaba homologada: medía 10 metros en lugar de los 15 legales. Para poder practicar esa modalidad, el grupo nacional de escalada tenía (y sigue teniendo) que irse al extranjero. Dos años y medio después del anuncio del COI, España sólo tiene tres paredes de velocidad (dos en Madrid y una en Pamplona).

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.

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