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Muere a los 31 años Iván Pajuelo, atleta y campeón de España de 50 kilómetros marcha

El atleta ha sido hallado sin vida en su cama y se desconocen de momento las causas del fallecimiento

Iván Pajuelo proclamándose campeón de España de 50 km en Torrevieja 2020.
Iván Pajuelo proclamándose campeón de España de 50 km en Torrevieja 2020.MiguelezTEAM/RFEA
Carlos Arribas

Se fue de la vida, en soledad, como la vivió, Iván Pajuelo, atleta. Su cuerpo fue encontrado sin vida, en la cama, el lunes al mediodía por los militares de la Armada con los que compartía piso en San Fernando, Cádiz. La autopsia determinará las causas de la muerte a los 31 años del deportista de Don Benito (Badajoz).

Internacional con la selección nacional en el Mundial de atletismo de Pekín 2017 y campeón nacional de 50 kilómetros marcha en 2020, Pajuelo, hijo de familia desestructurada —su padre, en paradero desconocido; su madre, en Don Benito, lejos— no salió nunca de la marginalidad a la que la sociedad arroja a aquellos que desprecian las llamadas oportunidades de integración. “Fue un inadaptado”, concuerdan todos los que lloran su muerte. Marchador errante, su camino en la vida, tan breve, se ha convertido en un alegato contra el mito de la meritocracia, un relato naturalista, la fuerza del determinismo, la desesperanza, y tanto le habría inspirado a Emile Zola.

“La federación asumirá todos los gastos funerarios si ningún familiar se hace cargo”, señala su presidente, Raúl Chapado, que recuerda que Pajuelo fue becado muy joven en la residencia Blume, en Madrid. “Fue un compromiso de José María Odriozola, el anterior presidente, y Josep Marín, el responsable de marcha. Fue un acto de ayuda social, sobre todo”.

Ramón Cid, que fue el seleccionador que le incluyó en el equipo del Mundial de 2017 habla de posibilidades de integración o de inadaptación. “El atletismo le dio, sobre todo, la oportunidad de no desintegrarse. ‘Si no estuviera con nosotros, Ramón, sería quizás un delincuente’, me decían los técnicos”, recuerda Cid. “No fue un gran talento, sobre todo mentalmente, pero estaba ahí. Le intentamos arropar. Siento una penita enorme…”

Generacionalmente, Pajuelo, nacido en agosto de 1993, forma parte del grupo más brillante de la marcha española, con su paisano de Llerena Álvaro Martín, campeón europeo, mundial y olímpico; Diego García, medallista europeo, o Miguel Ángel López, campeón mundial. En el Mundial de 2017, en Londres, Pajuelo se retira en la prueba de 50 kilómetros, pero, cuando en febrero de 2020, un mes antes del confinamiento de la pandemia, se impone en Torrevieja en el campeonato de España, Álvaro Martín, segundo, a su espalda, le aplaude feliz cuando alcanza la cinta de llegada. En la Blume se encuentra con el cariño y la amistad del atleta de 1.500m Juan Carlos Higuero, inseparables, y este martes triste y lluvioso en Madrid, entrenando series de 400 metros con liebre, Diego García marcha con Pajuelo en la cabeza. “He marchado detrás de él muchos kilómetros”, dice el marchador madrileño. “La marcha era su vida. Antes de los tiempos en los que encuentras todo en Internet tenía información, lo sabía todo, de los marchadores rusos o de cualquier aspecto de la marcha. Y superminucioso en todo, y muy cabezota. Estuvo entrenando con nosotros, con el grupo de Quintana, en la Blume cuatro años, y estaba bastante reformado. Era un tío entrañable, de los que no pasan desapercibidos. Cantidad de expresiones que usamos aún son made in Pajuelo”.

“Duele tanto esto que uno no es capaz de asimilarlo”, dice su entrenador en la Isla, Bartolomé Cantillo. “La vida es así. La cabeza de cada persona es un mundo”.

Y el alma de Pajuelo los últimos días, un enigma que se podría desentrañar interpretando el último, largo, mensaje, que escribió el atleta en su Instagram hace tres semanas, acompañado por la foto de un joven fuerte y decidido marchando por el camino que lleva de Chiclana y la playa de la Barrosa al poblado de Sancti Petri: “Hay heridas que te dejan cicatrices, por más que caminé sigue en mi subconsciente. El corazón negocia incansablemente a 190 pulsaciones para tratar de vencer y llegar al destino. Muchos caminos, personas, kms, tras la vereda. Sigo recorriendo mi libertad para poder alcanzar los brazos y llorar de felicidad. Gracias Abba por el aliento de todos los días, el destino está escrito. Intento paso a paso hacerme camino, caminante se hace camino al andar. Quiero recordarme un segundo antes de la partida, habiendo conseguido llegar a la cima de mi felicidad”.

Cantillo, subteniente de la Armada retirado y entrenador nacional, es el último técnico de un joven con un gran talento técnico a quien, como relata el diario Hoy, orientó hacia el atletismo a los 12 años su profesor de Biología y Geología. “Vino aquí hace tres o cuatro años, pero antes pasó por los más reconocidos técnicos españoles, como José Antonio Carrillo, en Cieza; José Antonio Quintana, en Madrid, o José María Rodríguez, en Barcelona”, dice Cantillo, angustiado porque no logra que en el Instituto Forense de Cádiz le den información sobre su pupilo, reservada a unos familiares que no aparecen. “Yo intenté guiarle no solo en el aspecto técnico y deportivo, sino ayudarle también en lo humano, dándole buenos consejos, que hiciera un módulo de FP, que se centrara… Nunca los aceptó”.

Pajuelo, un alma atormentada finalmente, escribió quizás su epitafio, su meditación, hace seis semanas también en Instagram: “Luchando cada día por el lugar al que quiero llegar. No me gustaría irme de este mundo sin cumplir todos mis sueños. En especial el de ser feliz”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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