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Iga Swiatek, o cuando ‘la mala’ de la película es muy buena

“Quizá parezca despiadada, pero no es así”, dice la semifinalista, de castigo en castigo: solo Sharapova (9), Seles (12) y Graf (13) cedieron menos juegos que ella (14)

Iga Swiatek
Swiatek celebra un punto durante el partido contra Emma Navarro en la Rod Laver Arena.Tingshu Wang (REUTERS)
Alejandro Ciriza

¡Peligro, viene Swiatek!

Y lo hace la polaca al esprint, como una locomotora, de recital en recital: le toca este miércoles a Emma Navarro el turno de castigo, resuelto en 1h 29m: 6-1 y 6-2. Meritorio lo de la estadounidense, si se tiene en cuenta lo que ha ido sucediendo estos días, las sacudidas previas: un juego le arañó Eva Lys (6-0 y 6-1, en 59 minutos), otro Emma Raducanu (6-1 y 6-0, en 1h 10m) y dos Sramkova (6-0 y 6-2, en 1h); Siniakova, otra representante de la abundancia checa, llegó más lejos que ninguna (6-3 y 6-4, en 1h 21m). Parece la mala de la película, pero no lo es. Simplemente, dice Iga Swiatek que ella va a lo suyo, que a fin de cuentas es ganar y, a ser posible, cuanto antes y con mayor contundencia mejor. Avanza sin freno la polaca por ahora y se topará en las semifinales con la estadounidense Madison Keys (3-6, 6-3 y 6-4 a Elina Svitolina). Que se prepare. ¿O no?

“En la pista tienes que ser despiadada”, razona cuando se le pregunta sobre la vía elegida en Melbourne; esto es, de tunda y tunda hasta que alguna no diga lo contrario. Visto lo visto, tal vez pueda ser Aryna Sabalenka —siempre y cuando la bielorrusa pueda con Paula Badosa en la semifinal del jueves, 9.30, Eurosport y Max— la única que pueda pararle los pies y hasta cierto punto sorprende. Después de que se anunciase a finales de noviembre su positivo por trimetazidine (melatonina) y de que la Agencia Internacional para la Integridad en el Tenis (ITIA) considerara que la ganadora de cinco Grand Slams, de 23 años, se contaminó de manera fortuita porque quería atenuar el jet-lag, se sospechaba que a la tenista podían pesarle las circunstancias, sin olvidar además que en Australia aún no había logrado franquear la barrera de los octavos de final.

Sin embargo, ella mira al frente y cabalga. “Debes ser despiadada, aunque despiadada suela significar algo negativo. Pero creo que para mí es importante centrarme en mí misma y tener siempre la misma actitud, independientemente del resultado. En eso baso mi fuerza, mi constancia y la forma en la que sigo haciendo lo bueno que hago en la pista. Tal vez parezca despiadada, pero no es mi objetivo; solo quiero ganar más y más partidos, y este es el efecto que he conseguido en los últimos encuentros; ahora tengo más confianza. No suelo llegar tan lejos en los Grand Slams, excepto en Roland Garros”, prorroga en este miércoles de viento frío e inmisericorde en lo tenístico, porque ahí está ella, dura y sin ceder un paso, repartiendo estopa, y por ahí se asoma también con vehemencia el líder de la ATP, otro sin ningún miramiento, Jannik Sinner.

Sinner devuelve la pelota ante De Miñaur.
Sinner devuelve la pelota ante De Miñaur.JOEL CARRETT (EFE)

“Se ha puesto en modo monstruo”, ilustra uno de sus preparadores, Simone Vagnozzi. “He sentido algo similar a un guantazo en la cara”, describe Alex de Miñaur, vencido por 6-3, 6-2 y 6-1; no da el país aussie con un campeón masculino desde 1976, entonces Mark Edmondson. Y el italiano dice sentirse mucho mejor, después de que dos días antes sufriera mareos y temblores porque se levantó con mal temple y el bochorno y el calor trastocaron su organismo. “Tras el partido contra Rune me hice un análisis de sangre y está todo bien”, tranquiliza. “Estoy feliz de sacar un buen tenis cuando importa”, añade tras el meneo al local. Le tocará un baile con el bombardero Ben Shelton, que ha batido antes a Lorenzo Sonego (6-4, 7-5, 4-6 y 7-6(4) y vuelve a lucir en unas semifinales, después de que alcanzase las del US Open de 2023.

Pero volviendo a Swiatek, 10 sets jugados y otros tantos ganados. Una bala. No regala nada la de Varsovia, que con los 14 juegos entregados en dirección a la penúltima ronda se sitúa solo por detrás de Maria Sharapova (9 en 2013), Monica Seles (12 en 1991) y Steffi Graf (13 en 1989). Campeonaron Graf y Seles, no así Masha, eliminada por Na Li. “Empujo a mis rivales de principio a fin de los partidos. Me centro en mí misma, sin que importe cuál sea el marcador. Esa es mi idea”, incide la número dos, que persigue el uno y para ello debe dar el golpe. Progresa con puño de acero, a su estilo, implacable otra vez. 14 juegos, cifra asombrosa pero lejos de la registrada por la francesa Mary Pierce en el Roland Garros de 1996: fueron solo seis hasta el desembarco en las semifinales. En el episodio final, se cruzó en su camino una tal Arantxa Sánchez Vicario.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.
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