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Dale Nomás
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La gloria del Interior

El Atlético Tucumán, una de las excepciones que rompe la hegemonía de la provincia de Buenos Aires, vive su momento de gloria al golear al River Plate

Enric González
Barbona y Suárez, en el Tucumán-River.
Barbona y Suárez, en el Tucumán-River.Amilcar Orfali (Getty Images)

La provincia de Buenos Aires es una de las 23 que integran la República Argentina. Pero no es una provincia cualquiera. Más de 16 millones de argentinos, un tercio del total, viven en ella. Su peso político y económico es enorme. Y también su peso futbolístico. Si miramos la clasificación final de la recién concluida Superliga, vemos que entre los diez primeros equipos hay ocho bonaerenses: Racing, Defensa y Justicia, Boca, River Plate, Vélez, Independiente, Tigre y Huracán. Las excepciones son dos: Unión Santa Fe, octavo, y Atlético Tucumán, quinto.

Tucumán se encuentra en el corazón de lo que la gente llama el interior del país. Martín Caparrós escribió un libro fascinante, titulado, claro, El Interior, sobre ese espacio vasto e incierto con una personalidad tan propia, tan variada y tan exótica que obliga a reflexionar sobre si los argentinos comparten muchos rasgos comunes, más allá de la fachada rioplatense que desde fuera identificamos con el todo. Dentro del interior, Tucumán se alinea con El Norte. Por detrás o encima tiene Salta, Jujuy y el vago límite con Bolivia. Al oeste, Chile. Es territorio latinoamericano, con todo el realismo mágico que quieran. Caparrós cuenta en su libro la historia de una vaca que sus dueños ataban a la cama del dormitorio durante la noche, para evitar que la robaran, y que un día amaneció aún atada pero convertida en piel y huesos: alguien muy sigiloso la había matado a oscuras y se había llevado toda la carne. No se trata de una anécdota tucumana, pero refleja algo sobre el espíritu del interior del país.

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La vida es peculiar en el confín norteño, católico y conservador, a más de mil kilómetros (reales y figurados) de los rasgos europeos que caracterizan Buenos Aires. Consideremos el caso de Atlético Tucumán, el club decano de la región (de ahí su apodo, El Decano), antiguo y poderoso en su tierra (también lo llaman El Gigante del Norte), pequeño en comparación con las potencias bonaerenses. Fue fundado en 1902 por un grupo de próceres locales y desde 1903 viste la zamarra con los colores de la bandera argentina: antes que Racing, antes que la selección, Atlético Tucumán fue el primer equipo albiceleste. Su palmarés es modesto. Últimamente, sin embargo, ha vivido momentos de gloria como el ascenso a la máxima categoría en 2009 (seguido de un descenso) y la participación en la Copa Libertadores en 2017.

Ahora atraviesa un gran momento. Juega duro y concentrado, con dos delanteros peleones (Díaz y Toledo) y una zaga dispuesta a cualquier sacrificio. Su robustez debe mucho al técnico Ricardo Zielinski, El Ruso, cuya trayectoria profesional retrata con bastante claridad el humus que conforma el subsuelo del fútbol argentino: pasó, antes de Atlético, por los banquillos de Ituzaingó, San Telmo, Deportivo Morón, Defensa y Justicia, All Boys, Juventud Antoniana, El Porvenir, Temperley, Ben Hur, Chacarita, Patronato y Belgrano, donde se le reverencia.

El sábado, el estadio José Fierro de Tucumán tembló como nunca esta temporada. Tras conseguir el quinto puesto en la Superliga y una clasificación continental, El Decano se enfrentaba en cuartos de final de la Copa de la Superliga (sí, es un lío) con el poderoso River Plate, campeón de la Libertadores. Y consiguió lo que nunca había logrado: ganar a los gallinas. No fue una victoria raspada, no. Fue un 3-0 que dejó a los porteños tiritando.

River podría remontar tal vez en el partido de vuelta. Hemos comprobado en las semifinales europeas que nunca nada es seguro, y River tendrá el calor de los suyos en el Monumental. Quizá esto sea efímero. Quizá también sea efímera la buena época de Atlético, porque El Ruso tiene muchas posibilidades de irse a otro club, como Huracán, en Buenos Aires. Pero el momento de gloria tucumano durará en la memoria profunda del Interior

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