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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ñul en el corredor de la muerte

Newell’s Old Boys, el club donde surgieron Messi, Bielsa o Pochettino, Jorge Valdano, afronta un futuro oscuro, casi negro

Enric González
Maxi Rodriguez, jugador del Newells.
Maxi Rodriguez, jugador del Newells. Marcelo Endelli (Getty )

Llaman “el corredor de la muerte” a la celda donde un condenado espera la ejecución. Es frecuente que el preso pase ahí mucho tiempo. Se trata de una situación angustiosa. El Tribunal Europeo de los Derechos Humanos dictaminó hace ya 30 años que la espera constituía tortura y suponía “un castigo inhumano y degradante”. Algo parecido dijo en 1993 el Comité Judicial del Consejo Privado del Reino Unido. Numerosos jueces federales de Estados Unidos son de la misma opinión. Es decir, que la silla eléctrica, o la horca, o la inyección letal, constituyen en sí mismos un horror más soportable que la idea de sufrirlos, rondando por la cabeza un día, y otro, y otro.

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Newell’s Old Boys, uno de los dos grandes clubes de Rosario, no está en el “corredor de la muerte”. Pero casi. Acabó la Superliga de 2019 con el peor promedio (1,076) junto a Gimnasia y Esgrima, lo que significa que encara la próxima temporada en muy malas condiciones. Necesitará quedar en los puestos de cabeza para que el promedio heredado de los pasados años no le condene al descenso. Ahora mismo, lo tiene todo en contra. La institución de la que surgieron Lionel Messi, Marcelo Bielsa, Mauricio Pochettino, Jorge Valdano, Gabriel Batistuta, Walter Samuel, Tata Martino, Roberto Sensini y tantos otros ha venido muy a menos. Su plantilla de jugadores es endeble. Falta dinero para renovarla y cualquier aportación externa debe ser autorizada por el juez Fabián Bellizia, dado que la institución se encuentra sometida a concurso de acreedores. El futuro inmediato de Newell’s aparece oscuro, casi negro.

Los tribunales más altos dirían que eso, siendo malo, no es lo peor. Lo peor es la espera. Concluida la Superliga, Newell’s está también eliminado de cualquier competición continental, de la Copa argentina y de la Copa de la Liga argentina. Mientras sus rivales siguen disputando algún torneo u otro, los leprosos (que no se apodan así por sus penurias, sino por un remoto partido benéfico) carecen de ocupación. Han sido condenados a pasar tres meses sin jugar un encuentro oficial. Será una espera terrible.

No es la primera vez que esperan. El club se llama Newell’s Old Boys porque lo formaron en 1903 los antiguos alumnos del profesor británico Isaac Newell, fundador en Rosario del Colegio Comercial Anglicano Argentino. La escuela del profesor Newell, el primer centro no católico de la ciudad, fue innovadora en muchos sentidos: impartía clases de educación física y de música, no distinguía entre razas y ofrecía una enseñanza impregnada de humanismo. Cuando Isaac Newell se retiró, tomó el relevo su hijo, Claudio, el hombre que creó el club. ¿Por qué lo hizo? Para que los chicos ya egresados de la escuela pudieran seguir jugando al fútbol. Los boys de Newell llevaban años jugando entre sí, porque no existían rivales. Bueno, en realidad sí. Estaban los de Talleres, los obreros de la línea ferroviaria Central Argentine (lo que más adelante se llamaría Rosario Central), pero vivían en otro mundo. Los educados jóvenes de Newell y los ásperos trabajadores del ferrocarril no se conocían siquiera.

Hasta que se estableció la Liga Rosarina, en 1905, los de Newell jugaron a solas. No tenían siquiera camiseta: cada equipo de la escuela formaba de un color distinto, con preferencia por el blanco y el celeste de la bandera argentina, y listos. En 1905 eligieron el rojo (por la bandera inglesa, nación de origen de Isaac Newell) y el negro (por la bandera alemana, nación de origen de los antepasados de su esposa, Anna Jockinsen) y pudieron por fin medirse con alguien ajeno a la escuela. Ganaron la primera Liga de Rosario.

Está por ver si esta nueva espera, tres largos meses, les va igual de bien. O si les conduce al desastre.

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