El éxito de Guardiola
Ganar al técnico del Manchester City en la Champions significa trascender y reducir su currículum al Barça de Messi
La mayoría de periódicos y programas deportivos plantean una pregunta cada día para activar la audiencia, ninguna más recurrente –sobre todo en los medios de Madrid- que la de cuestionar si Pep Guardiola ha fracasado después de que el Manchester City haya sido eliminado por tercer año de la Champions. Una manera de invitar a responder afirmativamente porque son muchos los que piensan que su obligación es conquistar Europa.
Al igual que le pasa al Barça con Messi, Guardiola no gana nunca, sino que le descuentan los trofeos que se le adjudican antes de que se jueguen, simplemente porque se considera que el argentino es el mejor jugador del mundo y se supone que el entrenador catalán dispone del dinero que haga falta para montar el equipo más completo de la Champions. No ganar supone por tanto un fracaso para el Barça y para Guardiola.
Juzgar a un equipo y a un técnico en función de un resultado en un determinado torneo parece perverso, sobre todo si se hace en términos extremistas, de éxito o fracaso, sin tener en cuenta los matices, simplemente para responder a unas exigencias que no se han marcado ni el Barça ni Guardiola. Existe la tendencia a pensar que el Barça no ha aprovechado a Messi para ganar más Champions y que si Guardiola la ganó dos veces fue por Messi.
El argentino volvió a salir campeón en Berlín con Luis Enrique en el banquillo mientras Guardiola fue eliminado tres veces en las semifinales con el Bayern y ahora ha caído dos veces en cuartos y una en octavos con el City. Al entrenador solo le faltó decir que no fichó por el Manchester City para ganar la Champions para que le hayan llovido las críticas, especialmente desde Madrid.
No es que al Madrid, rey de la competición, campeón de cuatro de las últimas cinco ediciones, le haya ido mejor, pues fue derrotado por el Ajax después de que Cristiano se marchara a la Juve, también eliminada por el equipo en el que se formó Johan Cruyff, un motivo más para fomentar la alegría azulgrana y redundar desde Barcelona con la pregunta: ¿Ha fracasado el Madrid sin Cristiano Ronaldo?
El Madrid no ha ganado ningún título la temporada en que se ha puesto en marcha el VAR y por tanto calificar su temporada de fracaso es más oportuno que aplicarla a Guardiola. El City aspira entre otros títulos a revalidar la Premier mientras el Barça podría repetir el triplete de 2015. El resultado final no modificará en cualquier caso que Messi sea el número 1 y Guardiola uno de los mejores entrenadores del mundo, el mejor según Valverde.
La afirmación del técnico deja sin voz a aquellos barcelonistas que defienden al club sin reparo, –sea quien sea el que mande–, y especialmente a los que no pueden ni ver a Guardiola desde que se fue del Camp Nou. Hay fobias que difícilmente se entienden si no es desde la rabia, nada que ver con la alegría que sienten los rivales que ganan a los equipos de Guardiola, cuestionado como persona y entrenador en Europa.
¿Por qué muchos echan pestes de Guardiola? ¿Por cómo habla? ¿Por lo que piensa sobre Cataluña y España? ¿Por llevar un lazo amarillo? ¿Por hacer propaganda de Open Arms? ¿Por ser el apóstol aventajado de Cruyff? Por su manera de ser y hacer, cada día hay un motivo más para aumentar el globo de la admiración o de la ira hasta que revienta cuando le eliminan de la Champions y entonces se repregunte: ¿Ha fracasado Guardiola?
No se da la posibilidad para hacer valoraciones parciales, y menos futbolísticas, cuestionar su planteamiento en el campo del Tottenham, discutir sobre el desequilibrio defensa-ataque en su equipo, sino que se impone siempre un juicio sumarísimo en la Copa de Europa. A Guardiola no se le perdona su vocación universal, la ambición por expandir su manera de entender el fútbol, querer dejar huella en Italia, Alemania o Inglaterra.
¿Cuántos son los entrenadores de la Bundesliga que siguen a Guardiola? Tampoco se puede negar su influencia en la Premier. Ni discutir su carácter ganador: 26 títulos si se incluye el que ganó con el Barça B. Hoy parece demasiado simplista reducir la nota final de Guardiola y de Messi a la Champions, la competición por excelencia del Madrid, el trofeo que no se había inventado cuando llegó Kubala ni durante la época de Samitier.
Y, a pese a todo, Guardiola volverá a competir, lo intentará de nuevo, se expondrá otra vez a ser comparado, consciente de que hay multitud de equipos dispuestos a derrotarle precisamente porque hacerlo significa presumir, trascender, llevar a que pregunten si es un fracasado, cosa que solo ocurre con los mejores, aquellos que han sobrevivido a los poderes fácticos que les han querido negar; esta es la grandeza de Guardiola.
Quién sabe si regresará a tiempo para reencontrarse con Messi en el Camp Nou y volver a intentarlo juntos con el Barça.
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