Zidane entra en el incendio
Lo único que se echó en falta en la presentación del astro fue que hiciese esta declaración institucional: "No se os puede dejar solos"
Si al madridista (al normal, no al que le ponen el micrófono al acabar los partidos en esa especie de casting de David Lynch) le hubiesen preguntado qué era más difícil este año, si ganar un título o que Zidane entrenase al equipo en marzo, diría lo segundo sin dudarlo. Porque era tan difícil que volviese como que se diesen las condiciones: haberlo perdido todo ya en invierno, cuando ni siquiera ha dado tiempo a ir al estadio en manga corta, el uniforme del aficionado campeón.
Pero así es la vida, nada que no se haya inventado antes, y así es el Real Madrid, un club solitario y extraño, indescifrable, sujeto a una mística que lo mantiene en las cumbres sostenido sobre sí mismo, convirtiendo el presente en pasado a una velocidad irremediablemente sentimental; todo ha ocurrido ya en el Real Madrid, también Zidane, y de todo hace ya una jornada, una eternidad.
Con semejante sentido del espectáculo lo único que se echó en falta en la presentación de Zidane fue que dijese “no se os puede dejar solos” y se marchase tan campante a hacer sus cosas de Zidane. No hubiera desentonado. Porque esa era la sensación y porque el Real Madrid se empezó a quedar solo un segundo después de ganar la última Copa de Europa, cuando el árbitro pitó el final en Kiev y tres hombres decidieron que se iban: Zidane, Cristiano y Bale.
Sólo se pudo salvar uno, el que menos importaba de los tres. Así que se ganó una Champions para empezar a perder la siguiente, algo tan paradójico como esa brillante teoría que dice que ganar Copas de Europa ha aplazado la reconstrucción necesaria del equipo, como cuando ganar tres Oscar seguidos te impide asistir a clases de interpretación.
Contra el Celta no sólo volvió Zidane sino sus consecuencias, entre ellas una suerte de autoridad implícita en la plantilla que más la necesita del mundo. En los últimos tres años no se ha conocido un patrón de juego exacto del Madrid, adaptándose como un depredador a sus presas y organizando partidos salvajes de acuerdo a la naturaleza del envite. Más que un entrenador Zidane es una atmósfera, un lugar tranquilo en el que coger aire, lo más parecido a la felicidad que ha conocido el madridismo en los últimos tiempos.
De alguna manera ha conseguido entrenar como es en un vestuario que depende más del carácter del entrenador que de su pizarra. Alguien que sepa que entrenar un equipo empieza por tener el equipo, no dar por perdido a nadie y darles a los jugadores un valor a sí mismos y a los demás. El Madrid, un equipo vengativo que disfruta reaccionando desde abajo, en el marcador o en la temporada, tiene en Zidane el guante que mejor encaja en su mano. Alguien que no exige razones, como el club, un automatismo que se llena de sentido en la victoria y la busca no para disfrutarla sino para sobrevivir.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.