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El pistolero del Vallès

Ferran Solé, mejor extremo derecho del último Europeo y máximo goleador de España en el Mundial, se convierte en apenas un año en uno de los pilares de la selección

Lorenzo Calonge
Ferran Solé (c), contra Bahréin en el Mundial.
Ferran Solé (c), contra Bahréin en el Mundial.DANIEL KOPATSCH (EFE)

Hace un año y dos días debutaba en un gran campeonato Ferran Solé (Sant Quirze del Vallès, 1992), con apenas nueve internacionalidades en la selección absoluta. No tenía grandes aspiraciones en ese Europeo de Croacia más allá de completar la plantilla y vivir la experiencia. “Iba mentalizado para animar desde el banquillo y dar descanso al compañero. Y contento”, reconoce. El desarrollo del torneo no pudo desmentir más sus expectativas ni ser más pleno para él. Acabó incluido en el equipo ideal, quinto en la tabla de máximos goleadores y con la medalla de oro en el pecho. “Soy el último que creía que podía llegar y hacerlo así de bien. Me siento un privilegiado”, comenta tras ganar a Islandia desde la habitación del hotel en Múnich que comparte con Adriá Figueras, amigo de su etapa en el Granollers.

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Este extremo derecho no necesita periodos de aclimatación ni de aterrizajes. “El pistolero” le llaman en su club actual, el Toulouse, un conjunto de mitad de tabla de la liga francesa. En su estreno en 2018, contra la República Checa, anotó cinco goles sin fallo. A Alemania y Macedonia les hizo otros cinco. En la semifinal ante la Francia de Karabatic, siete. Y en la final, cinco también. Desplazó, incluso, a Valero Rivera júnior como lanzador de penaltis. La apuesta del seleccionador, Jordi Ribera, que dejó en casa a Víctor Tomás en esa posición tras una década en los Hispanos y 165 veces internacional, no pudo tener mejor resultado. Y ahora, en el arranque del Mundial, el guion se repite: fue nombrado mejor jugador del partido contra Barhéin (siete tantos en siete intentos), sumó cinco dianas ante Islandia y ocho sin fallo contra Japón. Ningún jugador español ha anotado más que él (20, con solo dos fallos). “Sería una decepción no luchar por las medallas. Hemos saboreado el éxito y queremos repetir”, proclama sin complejos.

Su primer contacto con el balonmano fue una tarde aburrida en su localidad de la comarca del Vallès Oriental, a media hora de Barcelona. “Con cuatro o cinco años, en un día que no tenía nada que hacer, mi madre me enchufó con mi hermano, que era dos años mayor, y que jugaba en una escuela. Fui con él al entrenamiento, por hacer algo esa tarde…”, cuenta Solé. “Yo no me acuerdo, pero dicen que me divertí. Luego, al poco tiempo, me apunté al club de Sant Quirze”.

No hubo otro deporte en su vida que el balonmano. La cosa empezó a ponerse seria a los 14 años, cuando lo fichó el histórico Granollers para sus categorías inferiores. “Fuimos a ojearlo y vimos que iba sobrado”, recuerda Antonio Rama, actual entrenador del primer equipo y entonces coordinador de la cantera. “Tenía unos movimientos desgarbados, pero a la vez plásticos. Hablamos con la familia y nos lo trajimos. Con nosotros trabajó el físico, sobre todo. Era delgadito, como una lagartija. Parecía que se desmontaba, pero no”, explica el técnico. Zurdo, con calidad y coordinado, sus características eran un filón, difíciles de encontrar a esas edades. Y fuera de la pista, “un chico prudente, tímido, calladito de puertas para afuera, responsable con los estudios y respetuoso con los entrenadores”, describe Rama. “No era el típico que daba la nota”. En ese caldo se fue cociendo Ferran Solé, ya una referencia en las etapas formativas de la selección española, con la que ganó varias medallas en campeonatos de Europa y del mundo.

En el Granollers asomó por completo la cabeza en la temporada 2015/16 como máximo goleador de la Copa EHF (el segundo torneo continental de clubes), con 70 tantos, y el Toulouse le echó el lazo. Allí lleva dos años y medio, y tiene contrato hasta 2020. “No noté ningún cambio con la vida francesa. Está cerca de la frontera y casi todos los restaurantes son españoles”, se felicita. Licenciado en Ingeniería Industrial, su marcha al país galo le obligó a aparcar un máster. “No sé si me dedicaré en un futuro a esto, pero sí quisiera aprovecharlo de alguna forma”. Ahora, dice, su prioridad es el balonmano. “Cuando lo veías de joven, tampoco pensabas que iba a llegar a tanto, pero si te fijas en su evolución, el deporte le ha hecho justicia”, concluye Antonio Rama.

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