_
_
_
_
Pista Libre
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La paradoja de Dembélé

No hay acuerdo sobre el francés: sus defensores destacan su potencial; sus detractores, su tendencia a la anarquía

Dembelé, calentando antes del partido contra el Rayo Vallecano. En vídeo, declaraciones de Ernesto Valverde antes del partido de Champions contra el Inter.Foto: atlas | Vídeo: BENJAMIN CREMEL (AFP) | ATLAS
Santiago Segurola

Cuando la calle se encuentra con el método aparecen Dembélé y el Barça, un habilidoso ingobernable en medio del equipo más cartesiano del mundo. Año y medio después de su fichaje, Dembélé ha ingresado en el gremio de los jugadores que promueven una cantidad parecida de partidarios y detractores, sin espacio para los indiferentes. Esa clase de polaridad es tan vieja como el fútbol. Benzema probablemente pertenece a esa categoría, aunque por razones diferentes de las de Dembélé. Desde una estricta mirada futbolística, el académico Benzema estaría hecho a la medida del Barça y el indescifrable Dembélé a la del Real Madrid.

Más información
Bale y el cubo de Rubik
El poder y el escudo
Todos los textos de S.SEGUROLA

El caso es que Dembélé juega en el Barça y no hay acuerdo sobre su rendimiento. Sus defensores insisten en su juventud, en un potencial enorme y en el aparente desprecio a su contribución. Esta temporada ha marcado algunos de los goles más importantes del equipo: el de las victorias en la Supercopa y en el campo del Valladolid, además de los tantos del empate en encuentros que el Barça ganó después de tenerlos casi perdidos, el primero en Anoeta y el segundo en Vallecas. Sin esos goles cruciales de Dembélé, el Barcelona sería pasto de la crisis.

Los detractores señalan su tendencia a la anarquía y cuestionan su fiabilidad. No le tienen por un jugador seguro. Le sienten como un elemento extraño en el minucioso método del Barça, un equipo que pretende mantener todo bajo control, con la menor concesión posible al azar. Es la razón que favorece el entusiasmo por el brasileño Arthur, el futbolista opuesto a Dembélé. Uno parece el hijo de Descartes. El otro es un saco de sorpresas.

Por elevación, y con Dembélé como excusa, en el Barça se debate si tiene sentido una cuota de anarquía en el equipo que rechaza por naturaleza a los espíritus libres. Bastantes de los problemas de Alexis Sánchez se relacionaron con su dificultad para entender los peculiares mecanismos de precisión del equipo azulgrana. A Dembélé le ocurre algo parecido a lo del chileno, pero su juventud le permite un considerable margen de aprendizaje, salvo que su naturaleza se lo impida.

Cualquiera que sea la consideración que merezca Dembélé a los aficionados, hay algo paradójico en su estilo y en su producción. El francés suele resolver los partidos que el Barça juega mal y funciona mal cuando el equipo se desempeña bien. Sus mejores características —habilidad, improvisación, descaro y hasta un punto de insensatez— despuntan cuando el Barça entra en el descontrol o en una especie de hastío metódico.

Hay una jugada contra el PSV Eindhoven —primer partido de la fase de clasificación de la Liga de Campeones— que define la relación de Dembélé con el juego y la del equipo con él. En medio de una decepcionante actuación del Barça en el primer tiempo, Dembélé recibió el balón en su campo y arrancó sin mirar atrás por el eje de la cancha, cabalgada loca que dejó a Messi con la triste mirada que se dedica a los náufragos.

Tenía razón Messi, cómo no. La lógica pedía la descarga a la derecha, donde se encontraba el genio argentino, pero a Dembélé le salió el callejero que lleva dentro y prefirió la solución insensata. Se lanzó a ciegas contra el muro de centrales del equipo holandés. Fue una especie de Balaclava futbolístico. Eso no se hace en el Barcelona, pero a Dembélé le funcionó. A uno de los centrales le entró un pánico innecesario y le derribó al borde del área. De lo siguiente se encargó Messi, que aprovechó la heterodoxa decisión de su compañero, un jugador valioso y sorprendente, destinado a dividir sin remedio las opiniones de la hinchada barcelonista.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_