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El Eibar gana por incomparecencia

Un gol de Quique García le da los tres puntos frente al Leganés, que no dio apenas, señales de vida

Kike Garcia celebra el gol.
Kike Garcia celebra el gol.Ion Alcoba Beitia (©GTRESONLINE)
Jon Rivas

Que se lleven el Eibar-Leganés a Estados Unidos y los norteamericanos aborrecerán el fútbol, inventarán infinitas trabas para los visados de los jugadores y pondrán a los entrenadores en la lista de los más buscados del FBI. En España, los aficionados están más acostumbrados a tragarse bodrios como el de Ipurúa, y se lo toman con paciencia infinita; revolviéndose en el asiento a casi 30 grados, o comiendo pipas compulsivamente.

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En Estados Unidos no comen pipas, allí las transforman en aceite de girasol, y por eso no tragarían con el Eibar-Leganés. Que se lo lleven a Miami, pero que no lo devuelvan.

Fue una tarde de fútbol perdida, salvo para el casillero del Eibar, que suma tres puntos más, porque le puso más interés que el Lega, a quien pareció confundirle su nueva camiseta. Italiana, dicen ellos, pero los futbolistas de Pellegrino parecían del Betis por un lado, y por el otro del Sevilla, y no fueron ni una cosa ni otra. Ni italianos, claro. No al menos los italianos de toda la vida en el fútbol: rocosos y complicados, capaces de cualquier cosa.

El Leganés celebraba su nonagésimo aniversario, pero ni jugando noventa años serían capaces de marcarle un gol al Eibar jugando como en la calurosa tarde otoñal de la ciudad armera. Salieron los hombres de Pellegrino a aguantar el empate a cero, y cuando recibieron el tanto local, en el minuto 51, tras una acción de De Blasis, que remató primero Enrich al laguero y remachó Quique García lanzándose en plancha, ya no supieron cambiar de registro. Perdieron 40 minutos en reciclarse, no crearon ni una sola ocasión de gol, y permitieron que Dmitrovic, que en el Metropolitano trabajó a destajo, tuviera una tarde feliz: una parada en todo el partido. El resto se lo hubiera podido pasar comiendo pipas, como los aficionados aburridos.

El Eibar ganó y lo mereció, porque a falta de fútbol, le puso un interés que no pareció tener el Leganés. Sin demasiadas florituras, –una ruleta del central Ramis fue el único lujito de un partido plano–, apretó hasta conseguir su objetivo. Había amagado en la primera parte con un disparo de Sergi Enrich al larguero y varias aproximaciones peligrosos a base de voluntad, pero apenas encontró réplica en el Leganés, salvo en un remate de Carrillo que desvió Dmitrovic.

Cuando marcó su gol y esperaba la reacción del rival, simplemente no la encontró. Enredado en su laberinto, Pellegrino no halló soluciones y sus jugadores tampoco las buscaron. El Eibar optó por dejarse llevar, y buscar el contragolpe, pero ni eso le hizo falta. Ganó por incomparecencia del Leganés y sumó los tres puntos. Claro que si en Estados Unidos ven el partido, puede que cierren las fronteras.

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