El deporte femenino español es un huracán
Los éxitos de Marín, el hockey, el waterpolo y la sincronizada visualizan el imparable ascenso
Carolina Marín gritó a más no poder en Nankín, un chillido de autoafirmación, de poderío, de reivindicación, de rabia. Un grito que se hace extensivo a todo el deporte femenino español. Las mujeres han pasado a erigirse en la locomotora del deporte en un país en el que hasta no hace tanto apenas eran tenidas en consideración. Se les llegó a dedicar comentarios tan hirientes como aquel infausto “Sois unas culonas y unas pechugonas”, con el que fustigó un directivo de la Federación de Atletismo a Carmen Valero. Era 1976.
Todo ha cambiado. El despegue en los Juegos Olímpicos de 1992 fue a más en el deporte femenino. En muchos aspectos supera ya de largo al masculino. Casi nada se les resiste a las deportistas españolas. Mire donde se mire, allí hay una jugadora española, sea la propia Carolina Marín jugando contra todo el imperio oriental, sea el equipo de hockey hierba en el Mundial de Londres, el de natación sincronizada en Glasgow, el de waterpolo hace solo unos días en Barcelona, o el de fútbol sub-19 en la suiza Biel donde ganó el Europeo.
La heterodoxia es un denominador común de los nuevos tiempos. Los resultados excelentes borbotean en un sinfín de especialidades. Del erial se ha pasado a la fertilidad. Se barajan las apariciones de estrellas en disciplinas tan insospechadas como el bádminton con Carolina Marín, la halterofilia con Lidia Valentín o el snowboard con Queralt Castellet. Y se entremezclan con deportes en que la consistencia y la labor de fondo resultan imprescindibles, como el baloncesto, que acumula nada menos que cinco medallas en sus seis últimos campeonatos internacionales, dos de oro en los Europeos y plata en el Mundial y en los Juegos donde solo pudo ser superado por el Dream Team estadounidense. Lo mismo sucede en el waterpolo, un deporte de tardía aparición en el espectro femenino pero en el que la generación de Jennifer Pareja ha dado un perfecto relevo a la de Bea Ortiz, Laura Ester y Pili Peña. Se las apañan para estar en el podio desde la plata en los Juegos de Londres en 2012, sin olvidar la plata en el Europeo de 2008. No pudieron con su gran objetivo, el oro en el celebrado hace unos días en Barcelona, pero, indomables, se aferraron al bronce.
Algo similar le ha sucedido a la selección de hockey hierba. En su caso, partía desde una posición en el ránking muy inferior. De hecho, no entraba entre las favoritas. Pero una vez en Londres, mejoró su repertorio y se empecinó hasta alcanzar, en el partido por el bronce frente a Australia, la primera medalla en un Mundial para el hockey hierba femenino español, un éxito que solo supera el oro en Barcelona 92.
La diversidad de desafíos con los que sorprenden las deportistas españolas es tal que debe atenderse a una piloto como Ana Carrasco, la primera mujer en ganar una prueba del Campeonato Mundial de Superbike y de barrer como hizo el 28 de mayo en Donington y situarse frente de la tabla de SuperSport300. Y por supuesto, las gestas de una todoterreno como Laia Sanz, capaz de codearse con los mejores raiders en el Dakar.
El talante reivindicativo se observa en las canchas y fuera de ellas. Garbiñe Muguruza, la sucesora de Arancha Sánchez Vicario y Conchita Martínez y con dos grandes en su haber, al ser preguntada por el futuro formato de la Copa Davis, responde: “No sé si sería muy exitoso o no, pero deben pensar un poco más en lo femenino, no solo en lo masculino. Las chicas también tenemos mucho que aportar”. Algunas reivindicaciones han surgido efectos inmediatos, pequeño pasos, para tomar una inercia como la igualdad en la cuantía de los premios a hombres y mujeres surfistas que competían en Laredo y en Salinas.
La toma de conciencia los constata también la primera medallista española en unos Juegos, Miriam Blasco, que 25 años después de su triunfo, decía: “Antes cuando se hablaba del deporte español solo era de los hombres. También porque muchas niñas no teníamos modelos que seguir, no se visibilizaba a la mujer deportista. Las niñas no querían ser Amaya Valdemoro, sino Pau Gasol. Eso hoy ha cambiado. Las niñas tienen ya otros modelos que son mujeres”. El atletismo ya observa con entusiasmo la llegada inminente a la élite de la prometedora María Vicente, a sus 17 años, campeona mundial sub-18 de heptatlón y recordwoman del mundo en hepatlón y en pentatlón.
Los resultados reflejan el oleaje con que empuja en deporte femenino español. En las dos últimas ediciones de los Juegos, ellas han sumado más medallas que ellos, 11 de las 17 en Londres 2012 y 9 de las 17 en Río 2016, cuatro de ellas de oro (Ruth Beitia en atletismo, Mireia Belmonte en natación, Carolina Marín en bádminton y Maialen Chorraut en piragüismo). El número de licencias federativas femeninas se ha incrementado, pero aun así, según los últimos datos del Consejo Superior de Deportes, solo una de cada cinco personas que practican deporte en España es mujer, con unas 800.000 licencias, un 21,5% del total de 3,6 millones. Algunas iniciativas implementadas por el CSD a través del programa Universo Mujer y del patrocinio de Iberdrola han ayudado a dar más visibilidad al deporte femenino y han potenciado algunas ligas importantes. Movistar + efectuó la presentación conjunta de sus equipos ciclistas y los equipos masculino y femenino de fútbol del Barça realizaron la última gira por Estados Unidos juntos.
La llegada de María José Rienda a la presidencia del Consejo Superior de Deportes, no debería ser sino un acicate más para que las mujeres tomen posiciones en los cargos directivos y técnicos que acaparan los hombres.
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