El acceso a los estadios es parte de la lucha por la igualdad de las iraníes
La prohibición de que las mujeres asistan a partidos masculinos se impuso tras la revolución de 1979
Las iraníes llevan dos décadas pidiendo que se les permita entrar en los estadios de su país y están aprovechando el Mundial de Rusia para recordárselo al mundo. Así lo dejan claro sus pancartas. Pero la reivindicación no es (sólo) deportiva. Como sucediera en la vecina Arabia Saudí con la prohibición de conducir, la exclusión las mujeres de los campos de juego en Irán se ha convertido en bandera de su lucha por la igualdad.
“No poder acudir a ver a sus equipos favoritos les hace sentir como ciudadanas de segunda”, explica a EL PAÍS la feminista iraní Sussan Tahmasebi, tras recordar que el fútbol es el pasatiempo nacional de Irán. “Es un tema de segregación. Las iraníes se oponen a que haya lugares vetados para ellas, pero además, en el caso de los estadios, envía el mensaje de que no tienen derecho a pasarlo bien y divertirse”, añade.
La última vez que las mujeres pudieron asistir a un partido de fútbol en Irán fue el 5 de octubre de 1981. Los islamistas acaban de hacerse con el poder tras la revolución que derribó al shah y la prohibición de acceder a los estadios cuando se enfrentan equipos masculinos fue una más de las restricciones que impusieron a las féminas.
Los responsables iraníes suelen justificar esa medida por el ambiente brutote y malhablado habitual en las gradas. Con indisimulado paternalismo, aducen que el comportamiento de los aficionados “no es adecuado para mujeres y familias”, que lo hacen por ellas. “¿Por qué se debe castigar a las mujeres por el mal comportamiento de los hombres?”, se pregunta Tahmasebi poniendo de relieve lo absurdo del argumento.
Si había alguna duda, la clasificación de Irán para los mundiales de 1998 demostró que la afición por el fútbol no era sólo cosa de hombres. Animadas por el triunfo frente a EEUU, y también por la apertura del recién elegido presidente Mohamed Jatami, cinco mil mujeres invadieron el estadio Azadí (Libertad) para recibir a la selección nacional a su regreso de Francia. Esperaban que Jatamí aboliera la prohibición para que asistieran a los partidos, pero su reformismo no dio para tanto.
Sin embargo, algo había cambiado. Desde entonces, aficionadas al deporte rey o meras activistas de los derechos de la mujer no han dejado de hacer campaña. Dentro y fuera de los campos de juego, a los que las más osadas han logrado a veces acceder disfrazadas de chico, con pelucas y barbas postizas. Lo reflejó la película de Offside (Fuera de juego), de Jafar Panahi que se inspiró en su propia hija.
Algunas incluso han sido detenidas en el intento, como las 35 que intentaron entrar en el Azadi el pasado marzo durante la visita Gianni Infantino, el jefe de la FIFA. Para desmayo de las aficionadas, Infantino no suscitó el asunto de forma pública mientras estuvo en Teherán, aunque más tarde dijo que se lo había mencionado al presidente Hasan Rohani y que éste le había asegurado que se iba a levantar el veto.
Más allá de que exista voluntad de hacerlo, el cálculo político puede ser decisivo. Lo que inicialmente fue una reclamación minoritaria ha pasado a ser parte de la agenda y no sólo de las mujeres. La decisión del rival saudí de permitir la presencia de mujeres en los estadios, añade presión para anular una medida anacrónica y que, según las activistas, tampoco tiene justificación religiosa.
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