El Madrid contra Van Dijk
El central holandés, el defensa más caro de la historia, es el único marcador de primer nivel del Liverpool. “Es un hombre de verdad”, dice Klopp, “no tengo dudas”
Jamie Carragher subía y bajaba de dos en dos los escalones de la grada preferencial de Anfield en la mañana tibia de mayo. A sus 40 años, el último mito de la defensa del Liverpool se arremangaba la camisa y patrullaba los pasillos a grandes zancadas, estrechando manos, saludando a unos amigos, girándose sobre sus talones y cambiando de dirección para saludar a otros. El despliegue de movimientos era digno de su reputación. Carra hacía vida social este lunes mientras el equipo se entrenaba en la hierba. Serios y reconcentrados los futbolistas giraban en los rondos sin emitir un sonido. Ni una risa. Ni un grito. Solo pisadas, golpes de balón, y la voz grave de Virgil van Dijk: “C'mon!”.
El defensa más caro de la historia acompañaba sus órdenes de un dulce tono de barítono. Siempre lo mismo: “¡Vamos!”. “C'mon!”. Siempre pidiendo la pelota. A Salah, a los canteranos, a Lovren. Como si no pudiera esperar a que sus compañeros se la den. “C'mon!”. Sus piernas, igual que patas de elefante, le afirmaban en el campo con un temblor. Sus controles no se alargaban. La coordinación es impropia de su estatura. Contra la norma del sistema nervioso.
“Lo mejor de Virgil es esa serenidad”, pondera Carragher. “Ha contagiado tranquilidad a una defensa que se volvía histérica y eso ha repercutido en el equipo. Será de gran ayuda contra el Madrid”.
Pocos jugadores de 1,93 son más ágiles que este holandés de Breda, hijo de madre surinamesa. Si la defensa del Liverpool tiene un pilar es este hombre que mezcla el poderío imponente de su cuerpo con la seguridad de quien cree que no fallará. Ni cuando tenga que ofrecerse para apoyar a un compañero, ni cuando tenga que jugar la pelota, ni cuando tenga que evitar que la juegue el contrario en la próxima final de la Champions.
Las estdísticas confirman la convicción de Van Dijk en sus posibilidades. El defensa es, con mucha diferencia, el jugador del Liverpool que más pases ha dado desde que se incorporó al equipo en enero. Ha hecho 1.501 entregas, superando con claridad al mediocentro Jordan Henderson (1.208); ha completado 126 despejes frente a los 98 de Lovren, el siguiente en la lista; y manda en la lista de los rematadores de cabeza con 12 cabezazos, dos más que Firmino, tres más que Mané y siete más que Lovren.
El Liverpool pagó 85 millones de euros por su fichaje al Southampton en el mercado invernal. El precio le convirtió en uno de los 15 futbolistas más caros de todos los tiempos y en objeto de controversia. Los dirigentes del club rojo aseguran que, en contra de lo que parece, la operación no fue arriesgada sino muy oportuna. No muchos centrales con cualidades de primer nivel se ponen a tiro de clubes que, como el Liverpool, perdieron el prestigio de sus mejores épocas. Van Dijk, de 26 años, es la excepción. Su entrenador, Jürgen Klopp, le recibió con los brazos abiertos porque resultaba evidente que su zaga se deshacía entre la inmadurez de los jóvenes y las palpitaciones de los veteranos. La situación era tan grave que hasta el curtido Dejan Lovren, hasta entonces la referencia defensiva, dijo que había ganado seguridad en sí mismo desde la llegada de Van Dijk.
“Yo no tenía dudas”, dijo Klopp. “Virgil nos ha ayudado 100% porque el equipo ha tenido que adaptarse a muchas cosas. Es un hombre de verdad, calmado, tranquilo en situaciones de máxima presión. Me imagino que jugar con él debe ser muy tranquilizador”.
Solo Van Dijk pareció conservar la forma en el derrumbe general que afectó al equipo en las segundas partes de la semifinal contra la Roma. Cuando el Liverpool dejó de atacar, encajó seis goles. “Nosotros”, explicó el holandés, “disfrutamos jugando cuando atacamos y defendemos todos juntos. Cuando presionamos lo hacemos del primero al último. Nos aseguramos de hacerlo de forma coordinada en todas las líneas. Eso es muy importante. Para defender bien necesitamos atacar bien”.
“Todos al mismo tiempo”
Georginio Wijnaldun, su paisano centrocampista, le secundó como un hermano pequeño: “Aquí la presión no la hacen un grupo de jugadores. La hacen todos al mismo tiempo y es como un dominó. Si uno o dos futbolistas no hacen lo que deben el sistema expone tus debilidades más que tus fuerzas. Por eso entrenamos muchísimo para hacer la presión en el momento adecuado y recuperar la pelota rápido sin desordenarnos en la transición. Practicamos horas, con y sin balón. Necesitamos ser muy precisos en esto porque si no, nos pasa lo que nos ocurrió contra el City en las primeras partes. Sufrimos mucho”.
“Nunca”, concluye Wijnaldun, “planteamos un partido diciendo: ‘vamos a defender atrás’ o ‘vamos a defender arriba’. Depende de la situación. Salimos al campo preparados para defender arriba o abajo según las circunstancias”.
Ambos jugadores hacen hincapié en la idea que les inculca Klopp. Si pretenden salir airosos de la refriega contra el Madrid en Kiev deben comportarse “como una unidad”.
Van Dijk sonríe con condescendencia: “Ellos jugadores buenos en todas las posiciones del ataque. Obviamente los conozco a todos, pero no pienso hablar de Cristiano, o de los otros. Esto no es un uno contra uno”.
“Queremos hacer nuestro partido”, prosigue. “Sabemos que será muy difícil por la calidad que tienen, pero necesitamos tener confianza. Si nos preparamos para hacer lo que sabemos, si defendemos y atacamos como queremos, podemos ponérselo difícil”.
“Nuestra mejor calidad es colectiva”, insiste. “Es hacer las cosas juntos, en sintonía. Presionar, defender, marcar. Tenemos todo lo que necesitamos. Si estamos al 100% tendremos oportunidades”.
Alguien le preguntó si el goleador Mo Salah era “la estrella” del equipo y dibujó una mueca irónica: “Ah, ¿sí? ¿Es la gran estrella? ¿De verdad? Ojalá la temporada que viene haga lo que ha hecho esta. Ojalá pueda marcar las diferencias en la final”.
Si Jürgen Klopp es el legislador, Virgil van Dijk es la policía. Si el Madrid quiere la Decimotercera deberá pasar por encima suyo.
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