Lo que el fútbol femenino puede hacer por el masculino
La competición de mujeres crece con aficiones que se alejan de los insultos y el machismo
Domingo a la una de la tarde, al sureste de Madrid. Arranca el derbi clásico del fútbol femenino: Rayo - Atlético. En la Ciudad Deportiva de Vallecas no hay gradas, ni cubiertas, llueve, hace frío y mucho viento. Pero aún así casi 2.000 valientes se apiñan y comparten paraguas alrededor de un terreno de juego donde las rayistas tratarán de recordarle a las rojiblancas que ellas son el equipo más laureado de la capital; mientras que las colchoneras, vigentes campeonas de liga y líderes en la temporada actual (que acabarán ganando), querrán vengarse por la única derrota que han sufrido en toda la competición, hace ya más de siete meses en su casa en el Cerro del Espino. Ganará el Atleti 1-4. La afición anima, aplaude, grita. Las jugadoras compiten, luchan, juegan. Pero en un campo en el que puede oírse todo, no se oye ni un insulto.
El fútbol femenino cumple 30 temporadas ligueras en su mejor momento. El pasado mes de marzo se batía el récord de asistencia a un encuentro femenino en España. 22.202 personas poblaban el Metropolitano para presenciar el Atlético - Madrid CF. Solamente cuatro partidos de Primera masculina lograron superar esa entrada en la misma jornada. La temporada anterior se había logrado superar los 10.000 aficionados en tres partidos. En la presente campaña, el derbi vasco atrajo a 21.500 personas a Anoeta, el valenciano a 14.000 hinchas al Ciutat de València, y el Albacete - Sporting de Huelva reunió a casi 5.000 en el Carlos Belmonte. En los últimos años la competición ha crecido con patrocinadores y retransmisiones (esta campaña, al menos tres partidos televisados por jornada). Los aficionados lo confirman. “Llevo 10 años viendo fútbol femenino y no había visto tanta gente ni tanto interés en los medios. Los equipos también han mejorado mucho. Y todo sin perder el respeto. Ni las jugadoras, ni los que las animamos”, asegura Jose Díaz, colchonero y profesor de educación física de 36 años.
Gonzalo Gómez sufre desde el otro lado del campo en Vallecas, por donde va caminando entre charcos. Es el padre de Ali, la portera del Rayo, toda una leyenda del club tras 14 temporadas en el primer equipo. “Hoy era un partido complicado. Lo ha hecho bien pero el Atleti tiene un equipazo”, lamenta. Llega el tercer gol del equipo rojiblanco. El público atlético, más ruidoso por momentos que el rayista, anima a sus estrellas al grito de “¡Atleeeti! ¡Atleeeti!”. Los franjirrojos contestan: “¡Vamos Rayito! ¡Vamos chicas que todavía se puede!”. No se oirá un solo insulto contra el rival o la árbitra. Tampoco en otros partidos (hasta tres) a los que ha acudido este periodista. “Viajamos con Alicia desde que la fichó el Rayo con 17 años y en general esto es lo que hay. Se anima mucho pero salvo alguna mala experiencia el trato es fenomenal en todos los campos. No hay burlas ni pitos. Si no sabes dónde comer, te llevan. La afición de los equipos femeninos podría darle clases a otras”, comenta el padre de la guardameta rayista.
El fútbol femenino no tiene, de momento, el abrumador poder de convocatoria de su hermano. Pero en las gradas se observan dos factores de los que puede presumir: su afición es joven y está compuesta mayoritariamente por mujeres. Buena parte de las que animan sueñan con emular a las profesionales. En los últimos 10 años el número de jugadoras con licencia en todas las categorías (de prebenjamín a profesional) se ha doblado, de 19.516 futbolistas en la temporada 2007/2008 a 40.354 el año pasado, según los datos de la Federación Española de Fútbol. Aunque los chicos juegan mucho más, la presencia femenina crece: antes eran poco más del 2% del total de licencias, y hoy ya llegan al 5%. Claudia Cascudo, de 18 años, representa esta tendencia: “Somos siete amigas. Tenemos un grupo de Whatsapp en el que solo hablamos de futfem”. El fútbol es su pasión desde pequeña. Ha jugado, ha arbitrado y ahora lo vive como aficionada. “Soy del Atlético y también me gusta el masculino, pero las jugadoras son mis ídolas”. Grita y anima como la que más.
Claudia va en coche con sus amigas a ver el fútbol: “Estuve en el Metropolitano, he ido al Cerro del Espino y también a Las Rozas, donde juega la Selección”. Es su idea de planazo en el fin de semana. “Vemos el partido, animamos, yo no paro de gritar. Luego esperamos a las jugadoras, que son súper cercanas, para hacernos fotos con ellas o que nos firmen. Y después vamos a comer o a tomar algo. Los partidos son casi siempre por la mañana o al principio de la tarde, así que se hay menos previas que quedadas al terminar”, explica. El primer partido lo vio en 2015: “Éramos 100 personas en un campo en Las Rozas. Ahora jugamos en estadios. Ha crecido muchísimo, no tengo palabras”.
La afición ve muchas virtudes y valores en la competición femenina. “Hay disputas, pelean por el balón, decisiones polémicas. Pero no suele haber entradas feas ni agresiones”, sostiene Ángela Sanchón, la madre de Natalia Pablos, máxima goleadora histórica del Rayo y una de las mejores jugadoras de la historia de España. “Yo fui árbitra de chicos pequeños y lo dejé por miedo. Me insultaban mucho. Aquí eso no ocurre”, destaca Claudia Cascudo. Como mucho se escucha a algún aficionado discutir una decisión arbitral (“¡Pero si ha sido córner!”), sin faltar y sin atisbos de comportamientos machistas (el arbitraje también lo llevan a cabo mujeres). “Para mí el trabajo de las futbolistas es igual o más meritorio que el de los hombres. El esfuerzo, la dedicación, el compañerismo. Y después del partido se abrazan e incluso son amigas”, dice Ángel Ramos, rayista de 29 años.
Toda la hinchada del fútbol femenino coincide en señalar que, aunque se ha mejorado mucho en poco tiempo, la labor de las jugadoras todavía no está suficientemente recompensada. “Falta visibilidad. Apenas se habla de ellas en los grandes medios. Y recursos para que puedan entrenar mejor y pueda venir más gente”, opina Carmen Prada, la madre de la portera Ali. “Luchamos por la igualdad. Es precioso ver cómo cada vez hay más chicas que quieren jugar al fútbol o que vienen a verlo. Pero para seguir así tendrían que ganar algo más y que se les reconociese más sus éxitos”, afirma Claudia Cascudo.
Acaba el partido. Las jugadoras se abrazan. Saludan a las árbitras. La afición aplaude. El fútbol femenino sigue dando ejemplo.
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