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Coruxo FC, los futbolistas que plantaron cara al fuego

El club vigués auxilió a sus hinchas y vecinos durante los incendios que asolaron Galicia hace seis meses

El Coruxo salta al césped en el estadio en el que albergó a sus vecinos durante el incendio.
El Coruxo salta al césped en el estadio en el que albergó a sus vecinos durante el incendio.coruxo fc
Andrea Nogueira Calvar

La superficie quemada en un incendio suele ofrecerse en una relación entre hectáreas y campos de fútbol, una manera de acercar una métrica poco habitual a un lenguaje común. El fuego y el fútbol rara vez se unen más allá de este plano de medición, pero en ocasiones, ocurre. El pasado octubre, mientras cientos de incendios asolaban Galicia, uno amenazaba el campo del Coruxo Fútbol Club, en Vigo. El equipo no pudo más que ver como el terreno era cercado por las llamas, sin saber si estas acabarían con él. Según avanzaban, el campo pasó a un segundo plano, los vecinos de la zona, los aficionados que cada domingo acuden a animarles a los partidos, también estaban en peligro. Los jugadores y el resto de miembros del equipo acudieron a socorrerles. Han pasado seis meses de aquel incendio y los vecinos han vuelto a sus casas, pero el monte les recuerda cada día lo sucedido y el campo todavía no ha podido ser renovado.

Coruxo tiene una de las mejores vistas de la ría de Vigo, con las islas Cíes al fondo. Engarzado en el cinturón verde que circunda la ciudad gallega, sus casas, que albergan a unos 5.000 vecinos, se dispersan entre áreas arboladas que marcan el inicio del monte forestal. El equipo de la zona, en la Segunda División B, disputa sus partidos en un campo ubicado a escasos metros de la playa de O Vao y entrena a cinco kilómetros, junto al monte Fragoselo, entre lo que eran eucaliptos y pinos. Hoy languidecen esqueléticos, puros rescoldos. El fuego los devoró el 15 de octubre, un domingo que el capitán del equipo, Antón de Vicente, de 28 años, define como “un día de verano a 30 grados”. Rememora la sensación de bochorno mientras disputaban un partido que el árbitro paró para que los jugadores pudiesen beber. Mientras se enfrentaban al Club Deportivo Guijuelo, observaban como una “nube negra” brotaba del monte. “Todavía no veíamos las llamas ni nos imaginábamos que podrían llegar al campo”, advierte De Vicente.

El capitaá del Coruxo, Antón de Vicente, en los alrededores del campo quemado.
El capitaá del Coruxo, Antón de Vicente, en los alrededores del campo quemado.óscar corral

Una vez disputado el encuentro (el Coruxo perdió 0-1), el equipo se dispersó por la zona. Algunos acudieron a sus propias casas para comprobar si corrían peligro; otros leían en los medios locales la última hora de los incendios. Con la llegada de la noche, el viento se revolvió y la oscuridad permitió, ahora sí, ver las lenguas de fuego que avanzaban hacia Coruxo. La inquietud comenzó a aflorar y el equipo se organizó por teléfono para acudir a ayudar a los vecinos, entre los que se encontraban directivos y empleados del club, además de aficionados. “Desde fuera, quien no ve las llamas, puede pensar que no es para tanto, pero entre el fuego, la temperatura y la gente nerviosa te encuentras en una situación de caos total en la que no sabes cómo actuar”, apunta De Vicente.

Se surtieron del agua que les proporcionó el club y subieron hacia el monte. “Poco pudimos hacer, ya no nos dejaban pasar”, lamenta el capitán. Los vecinos fueron desalojados rápidamente, la voracidad del fuego sorprendió a todos, incluidos los medios de seguridad desplazados en la zona. Julio Riveiro, encargado del mantenimiento del campo, apunta que la policía les dijo que se tenían que irse “ya, ya”, “con lo puesto”. El humo ya les secaba las gargantas y apenas podían abrir los ojos. “Teníamos que taparnos la boca con trapos, no se podía respirar”, relata. 

Las llamas cercan Coruxo, la noche del 15 de octubre.
Las llamas cercan Coruxo, la noche del 15 de octubre.Coruxo F.C.

El Coruxo habilitó entonces su estadio en la playa de O Vao para recoger a sus vecinos. “A la una de la mañana había unas 500 personas en el pabellón”, calcula el presidente del club, Gustavo Falque, que añade que solo miraban al monte “con la preocupación de qué estaría pasando allí”. Cuando decidieron abrir O Vao su intención era apoyar a quienes lo hacen todos los domingos en el campo, “que al menos pudiesen estar todos juntos”. Los jugadores pasaron la noche en vela. Repartieron agua y palabras de ánimo. Hablaban “de otros temas para que no pensasen en que sus casas se podían estar quemando”. Poco después conocerían la noticia de la muerte de dos mujeres de la parroquia colindante, las cuales no pudieron escapar del fuego. El resumen de aquella noche es “impotencia”.

Dentro de 20 años

El campo del Coruxo estará listo para la siguiente temporada. Cuando las competiciones finalicen se acometerán las obras. En cambio al monte le faltan “por lo menos 20 años” para recuperarse. La estimación la hace Antonio Ocampo, presidente de la Comunidad de Montes de Coruxo.

Las instalaciones del equipo se integran dentro del área forestal que pertenece a la Comunidad. “Son una cesión”, aclara Ocampo, que muestra un mapa de la zona donde se puede situar el césped en medio de una gran mancha roja que resalta la superficie quemada. De las más de 176 hectáreas de monte comunal, 141 han ardido. Eso implica que se hayan calcinado árboles autóctonos, como los robles; pero también pinos y eucaliptos de explotación.

Durante los primeros días después del incendio el Concello de Vigo, con ayuda de voluntarios, cubrió el monte con paja, una técnica empleada en otros incendios que sirve para proteger el suelo de la erosión y favorecer la germinación. “Ahora ves que hay pequeñas hierbas verdes porque la paja también venía cargada con semillas”, señala Ocampo. Bajo los árboles calcinados los helechos comienzan a aflorar.

La Comunidad trabaja en colaboración con la Universidad de Vigo para programar la reforestación del terreno, así como su replanteamiento. Ocampos asegura que ya han comenzado a esparcir restos triturados del desbroce de las zonas quemadas para proporcionar sustrato vegetal al suelo y que se retirarán los árboles de explotación de las zonas más cercanas a las viviendas.

Al día siguiente el equipo recorrió la zona. Al capitán le venían a la cabeza los recuerdos de la infancia en los que jugaba por el monte y las carreras durante los entrenamientos con sus compañeros. La visión ahora es bien distinta: un chapapote de ceniza. “Para mí es una catástrofe, el cinturón verde de Vigo se quemó casi entero. Caminar por la zona, de un gran interés paisajístico, con partes preciosas…”. Y De Vicente se queda sin palabras, así que remata: “Ahora el paisaje es devastador”.

Cuando llegaron al campo de entrenamiento se encontraron con la sorpresa de ver las instalaciones en pie, aunque se había calcinado un coche de mantenimiento y una caseta. Sin embargo, el caucho y el césped artificial se habían derretido por las altas temperaturas. El presidente calcula que en total harán falta unos 400.000 euros para rehabilitar el terreno. “Entre el programa de limpieza y el levantamiento de algunas partes del caucho que hicimos, que se añadieron unos 3.000 kilos nuevos, se invirtieron ya unos 50 o 60.000 euros”, comenta. Hasta final de temporada —además del primer equipo, el Coruxo está formado por 14 grupos y una sección de patinaje— no podrán acometer las reparaciones más importantes: la renovación completa de la hierba artificial y su base y la del perímetro exterior, dañado también por los temporales que siguieron al fuego. 

En medio de la desolación, el equipo recibió el apoyo de muchos jugadores de fútbol y otros deportistas a través de las redes sociales, desde sus rivales aquel día, el Guijuelo, a Iker Casillas, Sergio Ramos, Iago Herrerín y Julen Lopetegui. Semanas después también llegaría un galardón por su comportamiento ejemplar durante el incendio: el Premio Panenka al Mejor Gesto, otorgado por la publicación del mismo nombre. El capitán destaca del reconocimiento "el valor que te da como persona, además de como deportista y equipo”. Falque no puede más que aplaudir la reacción de todo su equipo que "respondió al completo" ante una situación muy compleja. Espera “que todo se recupere y ponga en marcha cuanto antes” y, sobre todo, que Galicia no vuelva a arder. 

Antonio Ocampo, presidente de la Comunidad de Montes de Coruxo, y Antón de Vicente, capitán del equipo, en Coruxo.
Antonio Ocampo, presidente de la Comunidad de Montes de Coruxo, y Antón de Vicente, capitán del equipo, en Coruxo.Óscar Corral

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Sobre la firma

Andrea Nogueira Calvar
Redactora en EL PAÍS desde 2015. Escribe sobre temas de corporativo, cultura y sociedad. Ha trabajado para Faro de Vigo y la editorial Lonely Planet, entre otros. Es licenciada en Filología Hispánica y máster en Periodismo por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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