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Deportivo, del despegue al desplome

El club coruñés sufre su tercer descenso en lo que va de década justo cuando disponía de más capacidad económica para conformar un buen plantel tras su regreso en 2014 entre los grandes

Decepción del central deportivista Fabian Schär tras un partido en Riazor. En vídeo, declaraciones de Seedorf, entrenador del Deportivo.Foto: atlas | Vídeo: DANIEL OTERO (GTRES) / ATLAS

Iba a ser la temporada del despegue y fue la del desplome. El Deportivo firmó con su derrota ante el Barcelona el décimotercer descenso de su historia, el undécimo desde la máxima categoría, tercero en la actual década, un varapalo para un club que mal que bien había sobrevivido durante tres campañas entre los grandes. Fueron permanencias poco lucidas, pero vitales para lograr estructurar y empezar a liquidar la deuda resultante tras el mayor concurso de acreedores que se ha conocido en el mundo del fútbol. Estabilizado tras situarse al borde de la desaparición, a la cuarta el Deportivo regresa a la Segunda División, punto de partida futbolístico en el que lo encontró su actual directiva, que fuera del campo lo ha convertido en una entidad fiable, tanto como para que un banco le concediese un crédito de 45 millones de euros el pasado verano para cancelar su deuda con la Agencia Tributaria. Pero todo el buen hacer sobre las moquetas palidece ante las decisiones que tienen que ver con la pelota. El errático transcurrir de las últimas campañas se refleja en apenas 29 victorias en 149 partidos tras el ascenso del año 2014, un pasaporte al desastre.

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Todo se ha venido abajo justo cuando más medios había para construir. “Le damos salud y viabilidad al proyecto porque estamos ante un ejemplo de buena administración. El Deportivo cumple un plan de pagos muy exigente y ahora le aportamos el músculo económico para llevar adelante las inversiones que necesita y ser competitivo”, explicó en junio pasado el banquero Juan Carlos Escotet, presidente de Abanca. El club que preside Tino Fernández sangraba por un acuerdo firmado bajo condiciones de exigencia con la Agencia Tributaria, el acreedor que más aprieta, sobre todo a estas alturas de la película futbolística, Cumplía, pero los pagos le lastraban a efectos del tope salarial que marca La Liga e iba a comenzar la temporada como último clasificado en la tabla de la disponibilidad económica. El pacto con Abanca le disparó de tal manera que aumentó en un 50% el dinero disponible para conformar su plantilla.

Esos posibles los gestionó Richard Barral, el director deportivo con mando en plaza sobre todo desde que en el verano de 2015 se decidió proteger de la primera línea de fuego a Fernando Vidal, el consejero responsable del área deportiva y la persona que forjó con Fernández la alternativa que sucedió a Augusto César Lendoiro cuando el club estaba acorralado por los impagos. Entonces decidieron repartirse las funciones. Vidal confió en Barral, que nunca había asumido una responsabilidad similar, que tiempo atrás trabajó como técnico del juvenil deportivista, también como segundo entrenador con Marcos Alonso en varios destinos y últimamente como scouting de la familia Pozzo, dueños del Udinese. Barral tiene buen diente para el fútbol y en el Deportivo siempre tuvo una idea clara, la de recurrir a futbolistas de buen pie, a laterales profundos, centrales con buena salida de balón, mediocentros que construyen y centrocampistas que se asocien. Su gran apuesta en el banquillo fue Gaizka Garitano, pero su anhelo incumplido fue entregar el equipo a Raúl Caneda, segundo de Lillo en Almería, Real Sociedad o Dorados de Sinaloa, un entrenador que dirigiese esa soñada sintonía de jugones que debían eludir el descenso.

Pero el Deportivo no ha dejado de quedarse a medio camino. En la pretemporada se otearon dudas. Ni Vidal ni Barral creían en Pepe Mel, que se sostenía en el cargo porque había firmado la permanencia meses atrás y al presidente Tino Fernández ya le parecía grosero apretar tantas veces el gatillo tras disparar sobre Fernando Vázquez, Víctor Fernández, Víctor Sánchez del Amo y Gaizka Garitano. Todos ellos cayeron a pesar de que el equipo no estaba situado en puesto de descenso cuando les destituyeron. A Mel le pasó lo mismo. Para entonces, no había finalizado octubre, ya se había quejado porque no se la había dado importancia a una portería para la que contó con cuatro metas, ninguno con garantías. Luego aún llegó un quinto que se irá casi inédito. El club había acudido al inicio del verano a por Víctor Valdés y tras su negativa dio casi por firmado a Diego Alves, que acabó en el Flamengo. Dejó esa asignatura pendiente y nunca la aprobó mientras renunciaba a blindar la medular con un stopper para darle la manija a Guilherme, algo parecido a un interior por el que pagó cinco millones de euros al Udinese tras haberlo testado un año en una cesión con luces y sombras. “No me niego a traer jugadores defensivos. Claro que me gustan los centrocampistas de contención, pero yo quiero a Busquets y Casemiro. Soy un convencido de que al fútbol es más fácil ganar si se juega bien”, explicó en su despedida Barral, que pobló el plantel de mediapuntas y centrocampistas. Mosquera, Borges, Valverde, Carles Gil, Emre Çolak, Cartabia, Bakkali, Borja Valle y Adrián recibieron sobre el final la guinda de Lucas Pérez para compartir la delantera con Florin Andone. Imposible agruparlos en un once. “Lo gastamos todo, no nos ha quedado nada”, refirió Barral tras invertir 12 millones de euros más que en el marcado anterior. Había conformado una vistosa colección de cromos, pero no un equipo. Se atisbaban agujeros apenas disimulados.

Cedido por el Arsenal un año después de su marcha tras marcar 17 goles en un campeonato que le puso a las puertas de la selección, Lucas Pérez regresó en loor de multitudes y como un emblema que disparó la ambición. “Aspiramos a estar en el entorno del décimo puesto”, explicó entonces el presidente. “Tenemos nivel para estar tranquilos en la categoría”, confirmó su director deportivo. El delantero coruñés ha sido de los mejores futbolistas del equipo en el contexto de una temporada nefasta, pero ha estado reñido con el gol. Apenas lleva seis y desde noviembre solo marcó dos veces, una de penalti y este domingo ante el Barcelona. No ha mezclado, además, con Andone. “Harían una pareja fantástica”, había elucubrado Tino Fernández. Pero ambos son delanteros a los que les gusta acudir al espacio, demasiado parecidos como para funcionar en comandita. Andone estuvo a punto de salir en el frenético cierre de mercado veraniego ante una oferta del fútbol inglés cercana a los veinte millones de euros, pero entonces aún no estaba claro si llegaba Lucas Pérez, Mel exigía refuerzos en la meta y en la delantera –“los partidos se ganan en las áreas”, alertó- y hubo un momento en que si no llegaba el punta coruñés se quedaba sin efectivos. Barral tenía una alternativa a Andone por menos de la mitad de lo que le pagaban por él, el francés De Preville, pero el cierre de mercado se le echó encima.

Técnico y jugadores del Deportivo aplauden a sus aficionados tras empatar en casa del Leganés la pasada semana.
Técnico y jugadores del Deportivo aplauden a sus aficionados tras empatar en casa del Leganés la pasada semana.J.P.GANDUL (EFE)

Los peores augurios se hicieron efectivos al empezar el campeonato porque el equipo encajó once goles en los primeros cuatro partidos. Para entonces Rubén, titular tras ejercer de tercer portero la campaña anterior, se había lesionado y bajo palos estaba el rumano Pantilimon, que no dio seguridad al equipo y en enero acordó la rescisión de su vínculo. A esas alturas ya habían salido el consejero Vidal, el entrenador Mel y el director deportivo Barral, que convencido de que llegaría la remontada no era partidario de reforzar el equipo en el mercado de invierno tal y como sugería el nuevo inquilino del banquillo, Cristóbal Parralo. El Deportivo se entregó a una secretaría técnica mancomunada y de opiniones variopintas, a la aportación de unos y otros, al catálogo de los agentes en un club en el que sus responsables deportivos fueron incapaces en cuatro años de edificar una estructura de captación de talento, se lanzó al mercado de invierno sin un informe ni un bagaje de visionado sobre la mesa, como el que va a comprar percebes y vuelve a casa, tarde, con un pulpo y una plaza de garaje.

El problema de la portería se quiso resolver con el desconocido ucraniano Koval, que cuando tras un mes se ganó la confianza de Seedorf la perdió en veinte frenéticos minutos en los que concedió un gol en un error monumental, se fue expulsado tras una opereta con Albentosa y mostró una excitación bajo palos impropia de un profesional. “Mi portero es Rubén”, zanjó el técnico holandés mientras el meta titular coleccionaba desaciertos. Bóveda, Krohn-Dehli y el veterano Muntari, que llegó tras casi un año sin jugar y fuera de forma, conformaron un elenco de refuerzos invernales que apenas aportaron. La propia llegada de Seedorf puede enmarcarse en esa línea, un disparo al aire tras la destitución después de trece partidos Cristobal Parralo, un entrenador sobre el que no parecía que pendía la guillotina. “Estamos contentos con él porque está haciendo un trabajo bueno y serio”, dijo Tino Fernández apenas 30 horas antes de decidir su cese tras un catastrófico partido en Anoeta. Cristóbal no era un favorito del vestuario, que ha encontrado en Seedorf a un hermano mayor, un optimista que defiende a capa y espada a “mis chicos” y que implantó un estilo de juego en las antípodas de lo que soñó Barral en verano: repliegue y balón a la carrera del punta sin pasar por la medular. Su equipo se quedó sin marcar gol en ocho de los trece partidos que ha dirigido. Cuando llegó tenía 16 jornadas por delante, estaba a tres puntos de la salvación y con un inmediato calendario asequible. Hoy está a doce puntos de los puestos de permanencia y descendido.

Así, entre bandazos, indecisiones, dudas, contradicciones y experimentos, el Deportivo ha generado su propia perfecta tormenta. Todo lo que podía salir mal salió peor, disparó 16 veces a los palos en 35 partidos, se quedó en inferioridad numérica antes del descanso en partidos clave en Riazor y cuando quiso levantarse se encontró con que la salvación estaba más cara que en las tres temporadas anteriores. Jamás se había ido al descenso el Deportivo con tres jornadas por jugar, un castigo para una afición irredenta, pero que este año ha emitido muy temprano síntomas de hastío.

La caída es dura, pero amortiguada por un seguro de descenso nutrirá unos 15 millones de euros, un salvavidas que no encontró en 2013 porque a pesar de que el club había promovido esa iniciativa no habia abonado los pagos para tener derecho a ese seguro. Aquel desastre financiero ha trocado en solidez. En la última Junta de Accionistas, el consejero del área económica Enrique Calvete detalló que el informe de auditoría señalaba que ya no se consideraba “fundamental” la permanencia en la máxima categoría para la viabilidad del club. En una sociedad donde la propiedad está atomizada entre más de 25.000 dueños y ninguno de ellos con más del tres por ciento de los títulos, el 99,6% de los accionistas que concurrieron a esa reunión aprobaron la gestión de Fernández y su equipo, que concluye su mandato en 2019. Hace dos semanas una concentración convocada por los Riazor Blues para pedir su dimisión congregó en la previa del partido contra el Málaga a dos centenares de personas, pero el runrún crece en la ciudad y se extiende una moneda común: en el Deportivo, donde ahora todo el mundo cobra al día, saben gestionar todo menos lo futbolístico. Y no es poca tara. Ahora deben desmentirlo, enmendarse y preparar un proyecto ganador en Segunda sin despistarse de una cuestión que no es menor y que duele lejos de los pingües ingresos de la Liga Santander: la deuda del Deportivo se ha rebajado casi a la mitad desde 160 millones de euros, pero sigue siendo monumental, superior a los noventa.

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