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Espartaco y el fútbol en la Plaza Roja

Hoy lo dirige la fuerza económica, pero hubo un tiempo en que los dictadores intentaron sacar rédito del deporte rey

Pedro Zuazua

El deporte ha sido siempre muy atractivo para el poder. La pasión y los valores que transmite lo convierten en una magnífica (y sana) herramienta de propaganda. Y, entre todas las disciplinas, el fútbol —global y multitudinario— es caza mayor. Hoy es la fuerza económica la que lo dirige, pero hubo un tiempo en el que varios dictadores intentaron sacar rédito de sus selecciones o equipos bandera. No entendían que en el balompié el azar juega un papel tan grande que es casi imposible predecir un resultado. Tampoco que los aficionados lo son por motivos inexplicables. Aunque siempre les quedaba la posibilidad de borrar de los resúmenes los goles del rival, como hizo Adolf Hitler tras un partido ante España en Colonia.

La Rusia comunista entendió a la perfección el poderoso mensaje del deporte, y promovió los clubes y la actividad física. Pero fue curiosamente un equipo que no emanaba del poder el que se convirtió en el más popular: el Spartak de Moscú. En Fútbol y poder en la URSS de Stalin (Alta Marea), el profesor italiano de lengua y literatura rusa Mario Alessandro Curletto rescata los orígenes del popular club, que peleaba con equipos ligados al poder, como el Dinamo o el CDKA.

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El origen del nombre está en una larga noche de búsqueda de un apodo. “Hace falta uno que represente las mejores cualidades de un atleta: coraje, hambre de victoria, firmeza en la lucha, habilidad, fuerza, fidelidad y un ideal”, recordaba Andréi Stárostin, uno de los impulsores. Y ahí estaba el de Espartaco.

Comenzaba entonces una historia de éxito y de dificultades: en sus inicios, el club cubrió la plaza roja con 10.000 metros de fieltro para disputar un partido ante la atenta mirada de Stalin; incluso una gran bota de fútbol participaba en los desfiles oficiales. Pero los promotores de la entidad también sufrieron el destierro y el Gulag: el camarada Beria, responsable del servicio secreto, no era hincha del Spartak. Y en las purgas cabían todos los rivales, incluidos los deportivos.

Sobre la firma

Pedro Zuazua
Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Oviedo, máster en Periodismo por la UAM-EL PAÍS y en Recursos Humanos por el IE. En EL PAÍS, pasó por Deportes, Madrid y EL PAÍS SEMANAL. En la actualidad, es director de comunicación del periódico. Fue consejero del Real Oviedo. Es autor del libro En mi casa no entra un gato.

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