Nadal ruge ante Zverev, Ferrer tiene la llave

Para cuando quiso darse cuenta, a Alexander Zverev ya se lo había llevado por delante un camión de alto tonelaje que venía a todo trapo. Con el ultimátum de ganar o ganar sobre la mesa, Rafael Nadal divisó al joven alemán y se fue directamente a por él para atar una victoria que mantiene con vida a España en la serie de cuartos. Después de la caída de ayer en el dobles, al equipo de Sergi Bruguera no le quedaba otra opción que imponerse en los dos individuales de este domingo y el primer paso quedó resuelto con rotundidad por Nadal: 6-1, 6-4 y 6-4 (en 2h 16m). Ahora, pues, 2-2 en el marcador global, luego todo queda a expensas de lo que ocurra en el pulso definitivo entre David Ferrer y Philippe Kohlschreiber.

Más información

España pierde el dobles e invoca a la épica el domingo

Piqué alborota la plaza de Valencia

Sobreexcitado el día anterior en el banquillo, Nadal liberó toda la adrenalina cuando entró en acción. A las nueve y media de la mañana ya estaba peloteando y en cuanto enfiló a Zverev entró en combustión. Furia desde la primera bola en juego y un severo castigo para el alemán, que en un abrir y cerrar de ojos ya se había llevado un rapapolvo. El número uno cerró el primer set en 35 minutos, quebrando el servicio de su rival a la primera oportunidad y dando un segundo estacazo en el sexto juego. Una enorme distancia entre uno y otro, a pesar de que Zverev, cuarta mejor raqueta a sus 20 años, apunta a ser uno de los tenistas que lleve las riendas durante la próxima década.

Sin embargo, hoy día rodavía está verde en la arena y gobierna Nadal con toda firmeza. De tal magnitud es el embrujo, el eterno romance que mantiene con esta superficie, que el adversario de turno sale a la pista con un yunque psicológico a la espalda. Nadal, en arena, exige la proeza, y aun así las opciones son mínimas. Lo sabe y lo saben. Y ocurrió otra vez en Valencia, adonde llegó sin rodaje alguno y después de dos meses y medio sin competir, con óxido en las piernas y la muñeca. Da igual. Nadal y la arcilla, el idilio. En resumen: 106 partidos, 104 victorias.

Ahora ya, 24 consecutivas en la Copa Davis, competición a la que, dice, le tiene ganas esta temporada. Aterrizó en la ciudad del Turia el lunes y desde entonces, nada más poner el pie en tierra, Nadal ya disputaba la eliminatoria. Su rostro desprende estos días máxima tensión, concentración extrema y deseo. El primer día derribó a Philippe Kohlschreiber sin miramientos y este domingo al icono alemán, rendido porque se llevó una embestida tremenda desde el principio. Guerreó en el segundo set, sobre todo cuando replicó en la rotura y se puso por única vez por delante, pero luego fue cediendo sin solución. Con la aparición del sol en Valencia, el mallorquín metió la directa y en comunión con la grada cumplió su misión. También rompió rápido en la tercera manga, aunque Zverev se revolvió y estiró un partido cuyo desenlace era irremediable para él.

Nadal, agresivo y mordiente, alcanzó su segundo punto en esta serie sin dilataciones. Dos de dos del balear este fin de semana, tablas en el global (2-2) y todo en manos de David Ferrer, un veterano (36) al que el destino le ha querido brindar una hermosa oportunidad para ganarse un fotograma histórico. El primer día cedió contra Zverev y esta tarde encara a Kohlschreiber (34), otro clásico del circuito. El historial marca una diferencia holgada para el alicantino (9-2), que además se ha impuesto las tres ocasiones (Montecarlo 2010, Roma 2013 y Barcelona 2015) que ambos se han medido sobre tierra batida. España le reclama a Ferrer un penúltimo servicio a la causa.

Nadal