La Bomba que lo cambió todo
Juan Carlos Navarro celebra los 20 años de su debut en la Liga y mantiene la misma pasión por los retos máximos con que ha liderado logros inéditos en el Barça y en la selección
Lo suelta con la misma naturalidad con la que podría pedir un café y con la que se ha propuesto y ha conseguido un montón de gestas. “Yo era un pipiolo y algo tenía que hacer. Tenía que inventarme algo para tirar por encima de mis hermanos. Salió solo y aún funciona”. Así de simple describe Juan Carlos Navarro el tiro que se sacó de la manga cuando era un mocoso. Se trataba de superar a sus hermanos, siete y once años mayores que él y entonces mucho más altos y fornidos, en las pachangas que jugaban en la canasta de su casa en Sant Feliu de Llobregat, muy cerquita de Barcelona.
“Es un movimiento frontal. El atacante se adelanta un paso y bombea el balón por encima del defensor”, describe Miguel López Abril. El primer entrenador de Juanqui en el equipo cadete del Barcelona recuerda haber visto ese tipo de acciones ya antes a jugadores como el puertorriqueño Héctor Blondet, azulgrana en la temporada 1973-1974. Pero pocos alcanzaron la perfección y la continuidad de Navarro. Y por eso se le bautizó con el mismo apodo que da nombre a un tiro que podría decirse que ha patentado: La Bomba.
Pocos años después, los rumores empezaron a extenderse por la grada del Palau. Había un chaval en el equipo júnior que jugaba de maravilla. De manera que el 23 de noviembre de 1997, cuando el entrenador Joan Montes incluyó a aquel estudiante de tercero de BUP en la lista para el partido de Liga contra el Granada, la parroquia azulgrana, los 6.000 espectadores que acudieron al partido de la jornada 13 de la Liga ACB (99-75), ya estaban expectantes. Eran tiempos convulsos. Montes acababa de relevar tres semanas antes a Manel Comas, que había dimitido tras haber sido nombrado sucesor de Aíto García Reneses. Este, a su vez, había dejado el banquillo azulgrana en mayo a pesar de haber sumado su séptimo título de Liga en doce temporadas como entrenador del club. El desgaste sufrido por Aíto se produjo a causa de sus malas relaciones con un sector de la prensa y la creciente animadversión de un sector de la afición, soliviantado por las sucesivas marchas del club de Sibilio, Solozábal, Ferran, Galilea y Maljkovic.
De manera que el día del estreno de Navarro, la afición estaba ansiosa por entrever alguna chispa novedosa en el equipo, algún jugador especial y diferente. Así empezó una nueva era, aunque por entonces todavía no se sabía el alcance del impacto que aquel jugador iba a tener en el Barcelona y en la selección. “Recuerdo el Palau coreando el nombre de La Bomba”, cuenta ahora, a sus 37 años, encantado de la vida cuando mira atrás el mejor jugador en la historia del Barcelona y uno de los más destacados en la del baloncesto español. “Jamás hubiera pensado que podría llegar a ganar tantas cosas. Es algo que no puede decir cualquiera, y además estando tanto tiempo en el mismo club”.
Lo que ha conseguido, además, no lo había ganado nadie antes en España: dos Euroligas que se había pasado toda su vida persiguiendo el Barça. “La de 2003 (en el Palau Sant Jordi de Barcelona) fue muy especial por eso, porque nos faltaba. Pero me quedo con la de 2010 (en París) porque ya tenía más peso en el equipo y fui elegido el MVP”, dice. También el Mundial (2006) y dos Eurobasket (2009 y 2011, ya que no pudo estar en el de 2015) con la selección. Son algunos de sus muchísimos logros, casi incontables.
“Es impresionante. Lo valoras más cuando pasa el tiempo. Y es muy difícil que un jugador que comienza aquí con 13 años siga aquí con 37. Eso pasa poco. Ahora, la gente que llega al primer equipo y despunta quiere dar otro paso y llegar a la NBA. No ocurre en otros deportes. Un futbolista, cuando llega al Barça se quiere quedar porque es lo más importante. Por eso, ahora, en el baloncesto, es más difícil que la gente se identifique mucho con un jugador. Porque vienen muchos de fuera y los jóvenes que despuntan quieren irse enseguida allá [a la NBA]”. Él también jugó en Memphis, pero tras una temporada (2007-2008), dejó la NBA y regresó al Barcelona, su club de toda la vida.
Navarro será homenajeado hoy por el club con ocasión del partido de la Euroliga que enfrenta al Barcelona y al Maccabi (21.00, Movistar + D y Esport3). La cita es importante para el equipo de Sito Alonso que con tres triunfos y cinco derrotas es décimo en la tabla. “Juan Carlos siempre está preparado para jugar”, dice el entrenador del Barça, “y tiene una característica única: saber lo que tiene que hacer en cualquier momento del partido. Siempre quiere jugar. Es la ambición que tenemos que copiar todos”.
Después de la nefasta temporada anterior del Barcelona —de nuevo sin títulos y sin siquiera llegar a las semifinales de la Liga ni a los cuartos de final de la Euroliga—, Navarro se despidió a lo grande de su etapa en la selección. En 2016 había disputado los Juegos por quinta ocasión, algo que solo cuatro baloncestistas han conseguido: Andrew Gaze, Teresa Edwards, Teófilo Cruz y Oscar Schmidt. El pasado verano, con ocasión del Eurobasket, batió el récord de 239 internacionalidades en poder de Epi, y lo estableció en 253 tras disputar su último partido ante Rusia. Ese día igualó otro récord, el de Felipe Reyes y sus diez medallas con la selección absoluta.
Esta temporada, Navarro está jugando poco, una media de 12 minutos en la Liga y nueve en la Euroliga. “A mí lo que me gusta es jugar”, reivindica. “Estoy contento de ser todavía un jugador importante y quiero ayudar al equipo cuando me necesite. Hace tiempo que no se consigue, he llegado a muchas final four, el porcentaje no es bueno, por eso me gustaría acabar mi carrera con una tercera Euroliga”.
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