Ruth Beitia: “Un centímetro lo es todo”
La mejor atleta española de la historia habla de sus sensaciones después de anunciar su retirada
Deja la puerta de par en par e invita a voces a entrar hasta la cocina. Que Ruth Beitia (Santander, 38 años) está radiante suena sombrío. Se ha tragado la bombilla, como se dice de los modelos con el guapo subido. Con su 1,92 y sus rasgos rotundos, la mejor atleta española hasta la fecha parece lo que dice ser el día después de su retirada: una mujer agradecida y emocionada. Quizá por eso accede a posar tirada por el suelo junto a su estrella en el Paseo de la Fama de Santander, a la vera de la de David Bustamante, y a hacer el pino si se le pide. Ella, que no tiene en casa ni una medalla, ni una foto de sus gestas, ni siquiera el diploma que enmarca el campeón de pádel de cualquier urba.
¿Y ahora, qué?
Ahora... soy feliz.
¿Lleva 24 horas de felicidad?
Mi retirada no ha sido de un día para otro. He pensado mucho. He tenido mis primeras vacaciones en agosto en 20 años. He visto y probado que hay otra vida.
Porque se ha perdido cosas.
Al revés. Me lo he comido y he hecho de todo. El deporte me ha dado mucho más que yo a él.
Mientras sus amigas saltaban a la goma, usted entrenaba duro.
He saltado a la comba, al tranco, al churro, y las ganaba a todas. Lo mío era saltar, así me ha ido.
No me creo que no haya llorado nunca con lesiones y derrotas.
Muchísimo. He tenido golpes duros, pero me levanto y solo miro atrás para aprender. Lo demás es victimismo. Los berrinches me duran cinco minutos. Vale, siete. Pero me recupero rápido.
¿Gana el cuerpo o la mente?
La mente. Es cuestión de táctica, de medirte y medir a las rivales. Yo soy la que sonrío, la que le habla al listón, la que disfruta. Eso, además de envidiado, puede hacer que digan “qué cabrona”. Pero lo que parece sobradez no es más que trabajo y perseverancia.
O sea, que es usted una killer.
Sí, me he cargado a tres generaciones de colegas. No, soy perro viejo y gallina vieja hace buen caldo. La vida ha sido muy generosa. No aparento mis 38 años.
De autoestima, bien ¿ no?
Fenomenal, gracias.
¿Qué es un centímetro, aparte de la centésima parte del metro?
Superación, reto, ambición. La diferencia entre la victoria y la derrota, la gloria o el fracaso. Todo.
¿Ha tocado techo en la vida?
Nunca pensé que lo tuviera. Ahora soy consciente de que mi tope en la pista está en 2,02 metros, pero mi techo está por llegar.
¿Y el de cristal? Gasol, Nadal, Iniesta son celebridades globales. Venga, vénguese del ostracismo del deporte femenino.
Además de sentirme muy apreciada por los medios, creo que, si hacemos separaciones entre géneros, retrocedemos. En la pista soy deportista, ni mujer ni hombre: una persona que representa a su país. Ahora, donde sí hay diferencia es en las cuentas bancarias. Y esa brecha sí que es ancha.
Listones, techos, cumbres... El suyo es un deporte de metáforas.
Sí, es pura superación, porque el listón siempre va a estar un poco más alto y, si no tiras la toalla, siempre te va a dar otra oportunidad. Yo la medio tiré, en 2012 y estuve cuatro meses fuera. Pero mi entrenador me supo hacer bendito el chantaje, volví, y he tenido cinco años de regalo.
Habla de sus éxitos en plural, con su entrenador y su psicóloga, pero la que salta es usted.
Sí, pero ellos me dan las alas.
Tendrá un talón de Aquiles.
La deslealtad me desequilibra. Pero yo tengo mi propio tendón: el de Aquiles se me engrosó nueve milímetros para no romperse. He creado el tendón de Ruth.
¿Tiene para vivir sin trabajar?
No, pero sí dos manos y un cerebro. Quiero una vida normal y extraordinaria, como todas: la mía.
¿Qué hará ahora para mantener ese pedazo de body?
Estoy feliz con mi cuerpo, pero igual me viene bien coger algo de chicha.
¿Para cuándo el Princesa de Asturias de los Deportes?
Para cuando quieran dármelo. Me haría ilusión. Lo de los All Blacks está bien, pero tendrían que habérselo dado a alguna campeona olímpica. A Lidia Valentín, a Carolina Marín, a Mireia Belmonte. A mí. O a las cuatro.
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