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El final que Ruth Beitia no había soñado

La campeona olímpica no alcanza un puesto de finalista y anuncia que ha sido su último Mundial

Carlos Arribas
Ruth Beitia, después de un salto en la final.
Ruth Beitia, después de un salto en la final.DIEGO AZUBEL (EFE)

Poco después del tercer nulo de Ruth Beitia sobre 1,92m, entre las nubes que hacen olvidar tantas veces que el cielo es también azul en Londres, un rayo de sol poniente entró en el estadio y lo iluminó. Un hecho excepcional, extraordinario, al que apenas prestó la campeona olímpica, sentada en el suelo junto a la bancada en la que bullían las demás competidoras, más jóvenes, cargadas aún de esperanzas y del miedo que la acompaña siempre. Cuatro de ellas no han cumplido los 20 años. Una, la ucrania Yuliia Livchenko, de 19, vive con ella su tarde mágica: llegó a Londres con una mejor marca de 1,97m y terminó saltando 2,01m, incrédula, para ganar la medalla de plata.

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Otras tantas andan por los 24 o 25, como la campeona, la rusa Mariya Lasitskene, que saltó 2,03m y renovó la victoria de 2015 en Pekín, cuando aún se llamaba Kuchina y podía competir con la bandera y el himno rusos. Y Beitia, de 38 años y más de experiencia como atleta que muchas de vida, con ellas charlaba y reía. Como siempre. Como hacía cuando en vez de ser la primera eliminada era la última que seguía compitiendo, casi siempre. Animaba, aplaudía, jaleaba, bromeaba. Como siempre. Disfrutando, casi feliz.

Pura apariencia. Después sobre Londres y su estadio cayó la noche. Beitia comenzó a llorar.

Mientras intentaba eliminar la tensión acumulada, tanta, camino de hablar con la prensa, meditaba también lo que tenía que comunicar. “Ha sido mi último Mundial. No creo que este cuerpo aguante dos años más”, dice. “Me voy de vacaciones y a la vuelta hablaré con Ramón Torralbo, mi entrenador con el que llevo trabajando 27 años y decidiremos qué hacer, decidiremos si hay un año 28”. El próximo Mundial al aire libre será en Catar en 2019. Las principales competiciones de 2018 son el Mundial en pista cubierta de Birmingham y el Europeo al aire libre de Berlín.

El riesgo asumido

Londres, su estadio olímpico, su zona mixta tenebrosa en un túnel abierto a las corrientes de aire, es el lugar en el que Beitia ha hecho sus declaraciones más solemnes como respuesta a actuaciones que la han sentado mal. En los Juegos de 2012, anunció que se retiraba después de terminar cuarta con un salto de 2m. Regresó. El sábado que abre el ferragosto de 2017, después de saltar 1,88m y terminar 12ª, ha dictado prácticamente una despedida sin vuelta atrás. “Me llamo Ruth Beitia. Soy lo que soy gracias al atletismo. Me gusta pelear y hoy no ha salido. Solo quería haber hecho un salto bueno. Estoy convencida de que podía haber saltado más… Pero he perdido el equilibrio cuerpo-mente. El cuerpo me pide descanso, la mente estaría saltando hasta los 80 años”.

Competir en Londres, en su octavo Mundial, ha sido un riesgo asumido por Beitia, a quien el cuerpo se le rebeló por primera vez en su vida atlética a mediados de junio. Empezó a dolerle cada día una parte. Casi se le olvidó saltar. Su mente se llenó de dudas. Abandonó la competición y regresó a sus cuarteles de invierno, a su Santander, para resetarse, ponerse a cero, comenzar de nuevo. Con la ayuda de su psicóloga, Toñi Martos, y de Torralbo, que le recargaron las fuerzas y las ganas, logró recomponer mínimamente su equilibrio. Volvió a salir de parada hacia el listón. Con una forma y una técnica y una velocidad cogidas con alfileres, decidió lanzarse a Londres. “Fue un reto muy complicado que el jueves salió bien [se clasificó para la final, su primer objetivo] pero en la final no”, dice. “En la final he vivido la cara oculta”.

Mientras habla Beitia, en la pista de vueltas Mo Farah. El ídolo de los británicos ha anunciado que Londres será su última competición en la pista. Quere despedirse ganado su cuarto 5.000m como ganó antes su tercer 10.000m, y como logró dos dobletes olímpicos en ambas distancias en 2012 y 2016. En su última vuelta a la pista, súbitamente se le acaban las fuerzas. Pelea como siempre. O más. Llega por primera vez al agotamiento. Termina segundo detrás del etíope Edris. Tampoco como Usain Bolt, su coetáneo del sprint, ha terminado ganando. Como Beitia.

“Ha sido el final no soñado”, dice la cántabra, la mejor atleta española de la historia, campeona olímpica, campeona de Europa y una docena de medallas más sumadas desde 2005. Y se enjuga una lágrima más. Se da la vuelta, y se va.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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