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Ahora, la pesadilla es Federer

A sus 36 años, el suizo se convierte en un muro insalvable para Nadal, que a pesar de ser el número uno no ha podido con él esta temporada: "A estas alturas sé muy bien qué necesito para jugar contra Rafa"

Alejandro Ciriza
Federer y Nadal, durante la ceremonía final en Shanghái.
Federer y Nadal, durante la ceremonía final en Shanghái.NICOLAS ASFOURI (AFP)

Es la Historia invertida, la crónica del mundo al revés, de una realidad paradójica. De uno, Roger Federer, que le ha dado un vuelco a todo y ha golpeado a su leviatán, desterrando los fantasmas que tradicionalmente tanto daño le hicieron, hasta el punto de arrancarle lágrimas por la impotencia del querer y no poder. De uno que ha terminado con el maleficio y de otro, Rafael Nadal, que ya no es un ogro para el suizo, porque ahora el que sufre y padece es él, agarrotado y comprimido mentalmente en la nueva realidad.

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De dominado a dominador, Federer ha transformado definitivamente la tendencia. El suizo, de 36 años, venció a Nadal en la final del Masters de Shanghái (6-4 y 6-3, en 1h 12m) para obtener su quinto triunfo consecutivo ante el español, el cuarto esta temporada. El de Basilea ha dado con la fórmula que se le negaba históricamente y ahora es él el que controla el presente, un nuevo contexto sumamente contradictorio. En este 2017 de renacimientos, del año del resurgir de ambos, la impotencia se ha trasladado al otro lado de la red.

Está rubricando Nadal uno de sus ejercicios más asombrosos. Después de un bienio de penurias deportivas y momentos delicados, el de Manacor gobierna y luce el número uno, y por fin goza de la regularidad de la que le ha privado su cuerpo muchas, pero tal vez cierre el curso sin haber sido capaz de batir a Federer. Este, en busca de la reinvención permanente, vive en una eterna juventud y en los últimos 10 meses ha ido deshaciéndose del estigma que le perseguía en las comparaciones, la cancioncilla de que Nadal, en el cara a cara, es superior.

Lo es, porque así lo dicen hasta ahora los números. Con el partido de ayer, el cómputo refleja un 23-15. Sin embargo, los mordiscos de Federer (Melbourne, Indian Wells, Miami y Shanghái, y el precedente en Basilea) han dibujado un nuevo escenario y la curva emocional se ha transformado por completo, decantándose hoy día muy a favor del suizo. Hoy día, aunque Nadal figure en lo más alto, el que sueña con la llegada de más clásicos es él y el que tiene pesadillas es el español, que ahora no encuentra por dónde meterle mano.

Los mismos títulos (94) que Ivan Lendl

“He sentido las mejores sensaciones desde que gané Wimbledon”, afirmó Federer. “A estas alturas sé muy bien qué necesito para jugar contra él. Desde que aposté por una raqueta más grande saco mejor y mi revés es más fluido. Ya no paso por ciertos problemas del pasado”, incidió el de Basilea, cuyo discurso mantuvo la línea elogiosa de siempre hacia su rival: “No le he visto con demasiados problemas a Rafa. Se ha defendido como siempre, le he visto bien y tan rápido como de costumbre, pero sí me sorprendió verle con el vendaje”.

El número uno no va a cambiar mi hoja de ruta. Si estoy preparado, las cosas buenas sucederán

Ayer, a Nadal se le vio trabado desde el comienzo, muy plomizo y extrañamente lento tanto en los giros como los desplazamientos. Sorprendió el balear al saltar a la pista con un vendaje compresivo sobre el tendón rotuliano de la rodilla derecha, indicativo de que la temporada quizá se está comenzando a hacer larga. “La llevaba por precaución. Creo que después de disputar una final no es el mejor momento para hablar, porque se pueden malinterpretar las cosas, así que mejor no decir nada”, manifestó el número uno, posición que defiende ahora con una renta de casi 2.000 puntos sobre Federer.

Esto obligaría al suizo a ganarlo todo de aquí a final de año si quiere arrebatársela, pero no le quita el sueño. “El número uno no va a cambiar mi hoja de ruta, eso lo tengo claro. Si yo estoy preparado y soy capaz de jugar bien, las cosas buenas sucederán sin más”, razonó el ganador de 19 grandes, que igualó a Ivan Lendl en títulos (94) y se situó a tres de Nadal y Novak Djokovic (30) en premios de Masters 1000. “No pienso demasiado en si podré superar a Rafa en el cara a cara; sé que no voy a poder ganarle siempre porque él es un magnífico jugador. No le voy a coger, eso sé que no pasará”, aseveró.

El juego del calendario

Federer festeja su victoria contra Nadal, ayer en Shanghái.
Federer festeja su victoria contra Nadal, ayer en Shanghái.Lintao Zhang (Getty)

Al principio de nuestra carrera jugamos mucho en tierra y él es mejor que yo ahí, por eso ha sido bueno evitar los enfrentamientos con él en esa superficie”, ampliaba el suizo, que en 2017 se ha dosificado a la perfección, diseñando estudiosamente el calendario para llegar lo más fresco posible al desenlace. En concreto, ha disputado 48 partidos y nueve torneos, mientras que Nadal (31), cinco años menor, lo ha jugado prácticamente todo, sin apenas descanso: 75 partidos y 15 eventos. Ambos han celebrado seis títulos.

“Ahora mismo no sé si jugaré o no en Basilea”, indicó el español. “Me replantearé la situación con mi equipo y los doctores”, precisó Federer. “El objetivo es mantenerme sano y para eso debo ir con cuidado. No sé si jugaré en Basilea [del 23 al 29] y en París-Bercy [del 30 al 5 de noviembre]; tal vez juegue uno y el otro no, o tal vez los dos, o tal vez ninguno… Quiero saber qué opinan los médicos. Mi principal objetivo es estar bien para llegar a punto a la Copa de Maestros [del 12 al 19 de noviembre, en Londres]”, agregó.

Sea como fuere, Federer ha invertido la Historia. Hoy día no hay mayor engorro para Nadal que un pulso con su amigo. Ahora, la pesadilla es el suizo.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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