Matteo Trentin apura el penúltimo sprint y gana la 13ª etapa de la Vuelta
Chris Froome continúa como líder de la general y a los legadores solo es queda Madrid para buscar la victoria
En un pueblo de lujo, con la renta per cápita más alta de Andalucía (25.477 euros en 2015), por encima de Marbella, según las estadísticas oficiales, tenía que ganar el sprinter de lujo de la Vuelta, aunque los llegadores sean rara avis en una carrera sin sprints. O sea que ganó Matteo Trentin, como se esperaba, porque se daban todas las circunstancias: una etapa larga y calurosa subsiguiente a una batalla inesperada en Antequera, y precedente a la batalla de la Pandera, donde muchos querrán tocar el pandero hasta ensordecer al pelotón y romperle los tímpanos si es posible. Además, era la penúltima etapa con posibilidad de sprint (la siguiente será la última en Madrid). Y los sprinters sabían que el postre era un helado que podía derretirse con el calor de Sevilla y acabar en el cubo de los desechos. Así que la fuga de cuatro (De Marchi, Geugeard, De Gendt y Courteille) nació maltrecha y con la agonía puesta en la frente como una señal maldita de identidad. Cuatro hombres solo eran pocos hombres para los tiburones del sprint. Solo una fuga más numerosa, como las anteriores, hubiera planteado problemas: pero nadie lo permitió, y dejaron a cuatro forajidos con las manos temblorosas para desenfundar, cowboys del desierto de Tabernas, más propicios al espectáculo turístico y a la voluntad y la nostalgia dignas de mención. Lo intentaron, que no es poco (como el amanecer) y De Marchi, el más rebelde, murió cerca de la orilla como estaba previsto para que ganase, como estaba previsto, un sprinter de lujo en un pueblo de lujo donde sin embargo junto a funcionarios y profesionales liberales se mantiene un paro cercano al 15% (por debajo de la media andaluza).
Ganó Trentin porque de lo que hay es el que muestra mejor talla y mejor figura. Y ganó con facilidad, sumando la quinta victoria del equipo. Porque la batalla era para los meritorios, para los desheredados del recorrido, para los hambrientos especialistas del sprint, un arte en desuso porque siempre suele culminar etapas en las que prevalece la monotonía.
Desde que salieron de Caín, en Málaga, con una población similar a Tomares, en Sevilla, pero floreciente en la agricultura y el mármol, con algunas dosis de turismo, con una vida distinta a la aledaña población sevillana, los favoritos querían disfrutar una calurosa jornada de descanso, sin los sobresaltos de Antequera, sin a adversidad de lo imprevisible. Por eso solo permitieron la fuga de un cuarteto de cuerda que rasgaron a falta de pocos kilómetros para la meta. Lo hicieron desafinar para que Trentin pudiera hacer un solo de violín. Lo nuevo fue que el lugarteniente de Froome, el poderoso italiano Moscon le disputó a su compatriota, sin éxito, el triunfo de etapa. Está claro que Moscon no solo tiene fuerza. También ambición. A fin de cuentas también él es un gregario de superlujo. Nobleza obliga.
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