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Alberto Contador ataca y recorta 42 segundos a Froome, que sufrió una caída

El británico sufre un doble incidente en la bajada final y pierde ventaja en la general, aunque sigue líder

Alberto Contador, durante la undécima etapa de la Vuelta Ciclista a España.
Alberto Contador, durante la undécima etapa de la Vuelta Ciclista a España.Javier Lizón (EFE)

Hay días que nacen de noche. Froome disfrutaba del calor malagueño que tanto ama, tras el frío almeriense, y de repente se le hizo de noche. Dos accidentes prácticamente seguidos estuvieron a punto de arruinar en dos instantes el trabajo de las 11 etapas anteriores. Primero se cayó, y a renglón seguido, con bicicleta nueva, volvió a caer en una curva. El mito por lo suelos, el ciclismo científico derribado por la incertidumbre y los los jugueteos del peligro, algo así como el hueso bajo la piel del ciclismo. Quedaban seis kilómetros, casi todos de bajada, cuando Froome se dio la costalada, cuando probó la dureza del asfalto, caliente y seco. Es decir, le quedaba una contrarreloj de seis kilómetros, ayudado por dos compañeros para no arruinar todo lo conseguido. Al final minimizó los daños ante Nibali, su principal rival, cediendo apenas 20 segundos (42 frente a Contador).

El día, sin embargo, nació a su hora para Alberto Contador, siempre despierto, siempre intrépido, sin entredicho ni ataduras. Ataca porque quiere, porque le gusta, porque lo siente. Porque quiere despedirse bailando a los lobos todo lo que queda. Siendo el bicho que picó al tren, la mosca pertinaz. Por eso se fue en el Alto del Torcal, de segunda categoría, cuando todo parecía dormir la placidez de una siesta veraniega. Y Contador no está para siestas, tiene el pulso alterado por la emoción y quiere escalar en la general, aunque la victoria se difumine en el horizonte.

Y la armó, porque solo los intrépidos son capaces de sorprender a la monotonía. Rompió el pelotón y aceleró los nervios de sus rivales. Nervios o casualidades, Froome se fue al suelo dos veces y la alteración subió como un globo al cielo. Contador recuperó a su compañero Theuns, que venía de una fuga previa y se lanzó hacia la meta como si se jugara la etapa, aunque el escapado, Marczynski, circulaba con 9 minutos de ventaja. Como si se jugará la carrera entera, con el prurito del campeón y buscando un mejor puesto en la general.

La oportunidad, sobre todo, era para Nibali tras las caídas de Froome. Se le abrió el cielo como se abrió entre las nubes tras las tormentas del miércoles. Una oportunidad de borrar las ventajas adquiridas por Froome, aunque fuera a causa de la desgracia. Eran muchos en ese pelotón frente a tres Sky, y Nibali tenía en Pello Bilbao y Pelizzotti dos galgos infatigables.

Froome cedió en la meta unos 20 segundos y se sitúa 59 por delante del italiano en la general. Casi un juego de parchís donde a Fromme le comieron una ficha, aunque no perdió la partida, pero casi le mandan a la casilla de salida. Por delante, Marczynski, circulaba como un galgo sin correa. Había dejado atrás a los otros 13 compañeros de fuga (que fueron partiéndose poco a poco). Y sumó su segunda victoria de etapa, tras la de Sagunto, de la misma manera, corriendo a la velocidad del autobús que le trajo con 19 años de Polonia a Zaragoza tras 50 horas de viaje para viajar después a Navarra donde se enroló en un equipo aficionado, tras dormir en la estación de la capital aragonesa. Luego el ciclismo le llevó a Italia y otros países. Más tarde, el amor le instaló en Granada. O sea, escaparse para él es un juego de niños. Viajar en solitario no le asusta. Pudo celebrarlo en la Peña de los Enamorados de Antequera.

El susto fue para Froome, tan ordenado, tan seguro, tan calculador, tan amparado, que se fue al suelo en una bajada bastante sencilla. Pero en lo sencillo se suelen esconder los grandes detalles. Y la sencillez derribó a Froome, el carácter encendió a Contador y Nibali se quedó a mitad de camino.

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