Froome no da tregua y refuerza su liderato en la Vuelta
El británico gana en la Cumbre del Sol yaumenta su ventaja al frente de la clasificación
Los más grandes no necesitan parecerlo, les basta con serlo. Pero a veces se quitan el maquillaje y salen al escenario a cara descubierta. Froome no necesitaba maquillar su alargada figura, ni modular su voz a la antigua usanza de los actores de carácter. O sea, no necesitaba más segundos de ventaja que los que tiene porque tiene algo más valioso, la autoridad sobre sus oponentes, el convencimiento del resto de que el británico se antoja intocable y mide sus golpes con la determinación y la suavidad de un florete que apunta por igual a la cabeza que a las piernas. Hace dos años, Tom Dumoulin le quitó la victoria por dos segundos en esta misma meta. Y hay cosas que no se olvidan aunque se superen. Y un líder, un presunto campeón, no puede conformarse con la victoria final, desdeñando esos trozos de pastel que son cada una de las etapas.
En los últimos metros, en la rampa más dura, Froome decidió que debía ganar, aunque en realidad la decisión la había revisto en el hotel. Mejor descansar hoy. con la sonrisa del éxito que con la diferencia de la monotonía. El famoso molinillo se puso en marcha y el aire del pedaleo se llevó a Alberto Contador, su habitual enemigo hasta ahora. Solo el colombiano Chaves le disputó la victoria... mientras. El primer ataque de Froome parecía definitivo pero El chavito se agarró al acelerador obligando a Froome a un segundo cambio de ritmo para sacarlo de rueda. Hay misiones imposibles y la de Chaves era una de ellas aunque se agarró a un sueño y solo lo soltó en los últimos metros.
A Froome le alternan los rivales, pero siempre les enseña el sillín. Contador esta vez se ahogó y asumió su papel. Demasiado fuerte el cambio de ritmo de Froome cuando se levantó del sillín por primera vez. No hubo muchos segundos de diferencia, aunque Froome se benefició de la bonificación para ampliar su ventaja. La tristeza se apoderó del canadiense Wood, tercero en la etapa, por el que había apostado su equipo, el Cannondale, desde el primer kilómetro. La pechada para controlar la escapada y buscar que el pelotón llegase unido y subiese unido para apurar las posibilidades de su corredor. Pero fueron niños yunteros “con el cuello perseguido por el yugo para el cuello”, como si homenajearán también al poeta Miguel Hernández, de cuya Orihuela natal salió la carrera. Fue el tercero de la etapa, pero el primero de los otros, el mejor de los demás. Pero eso no libera el yugo de un trabajo agotador sin más premio que el honor y la solidaridad colectiva. El Cannondale no existirá la próxima temporada y sus corredores tienen libertad para gestionar nuevos contratos. Ayer se exhibieron como ilustres trabajadores in desmayo, como una comunidad en busca del bien común.
Froome no ha sentenciado la Vuelta pero su autoridad es tan grande, aunque las diferencias no sean excesivas, que los rivales ven de forma muy borrosa la posibilidad de arañarle la mejilla. Bardet -fuera de la general- se mostró combativo. Marc Solé, ambicioso e insolente... pero Froome había decidido que la Cumbre del Sol era su hogar aunque en el territorio predominase la nubosidad variable.
Y Contador, el gran campeón con aire de meritorio atrevido, el rival de Froome cuando el británico golpea el pedal con rabia, esta vez se quedó enganchado y cedió 12 segundos tan insignificantes frente a su historial porque la guerra parece perdida desde Andorra. Pero las batallas seguirán y seguirán mientras el cuerpo aguante. Pero se irá sin marcharse del todo, como Miguel Hernández cuando escribió, en el Cancionero y Romancero de ausencias: “Mañana no seré yo, otro será el verdadero. Y no seré más allá de quien quiera su recuerdo”. Ese otro es Froome, tan ambicioso e indomable como educado
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