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Contador sí cuenta

El ciclista español dinamita al pelotón en un puerto de segunda

El pelotón, durante la sexta etapa de la Vuelta.
El pelotón, durante la sexta etapa de la Vuelta.JAIME REINA (AFP)

No se sabe hasta donde llegará Contador, pero sí hasta donde lo intentará: hasta el final, impulsado por su estilo guerrillero, atrevido, insolente sobre el asfalto, y propulsado por la inminente despedida, ese sala de estar que espera tras la última pedalada en Marid. Uno siempre guarda el discurso más emotivo para las despedidas y Contador está dispuesto a ir quizás por delante de sus piernas, con la bici a hombro si es preciso, con la cadena suelta. En el Puerto del Garbí, a 36 kilómetros de meta, de segunda categoría, con rampas de primera, Contador decidió lanzar un disparo, dos, tres, cuatro, dejando tras de sí un reguero de victimas sorprendidas, cazadas a contrapié, hasta quedarse casi mano a mano con Froome, por vez primera solo, sin su equipo reventado. Mano a mano habían quedado, como en el tango con la leve compañía de unos pocos resistentes que también se difuminaban como mosquitos en el viento.

Por atrás se iban enganchando al asfalto, convertido en arena movediza, ilustres ciclistas como Chaves, Aru, Nibali, De la Cruz. Y eso que Froome había anunciado que no trataría de tomar tiempo “porque hoy no es un día para los de la general”. Eso pensaba y decía Froome, que no suele mentir. Pero Contador no era de la misma opinión. Contador había soplado el cañón, viscoso por la humedad, y tiene ganas de guerra, ganas de recuperar tiempo, con ganas de ganar, con ganas de olvidar el fiasco de Andorra que deslució el inicio de su discurso. Un tartamudeo inoportuno en lo que se prevé un largo discurso.

Contador rompió la carrera e impulsó a Froome. Se lo llevó enganchado al sillín mientras los otros candidatos veían como las rampas del Gabí se inclinaban más para ellos que para el español y el británico. Muchos consiguieron enganchar tras un largo período de sufrimiento. El más dañado, en todos los sentidos fue el estadounidense Van Garderen que se cayó en un descenso junto a Betancur. Era la primera medalla a la desgracia. Pero había más esperándole en las curvas, en las rotondas. Cazó a su grupo y... ¡zás! en una rotonda se volvió a caer ya en Sagunt. Antes habìa pinhado y cambiado de bicicleta. Ganas de irse al hotel, de echarse a dormir que hay días que no merece la pena levantarse.

El ídolo que se va rompió a carrera e indirectamente ayudó al ídolo británico. Fue un idilio circunstancial. Sabe Contador que no está para luchar con el líder, pero le sobra ánimo y fuerza para convertir cada carrera en un campo de minas. La falta de colaboración, el viento de cara hasta la meta impidieron que su voladura fuera definitiva. Quedó en susto, salvo para De la Cruz que volvió a dejarse segundos, olvidado por su equipo que refirió luchar por el triunfo final con Enric Más que obligarle a ayudar al ciclista español, bien situado en la general. El susto se convirtió en alegría para el polaco Marczynski, un trotamundos polaco, con muchas ganas, poco dinero y mucho sufrimiento en su vida, que se impuso en el sprint a sus compañeros de fuga, Mas y Poljanski. Los tres que quedaron de una inicial escapada de una treintena de ciclistas. Un rosario que fue desgranando sus perlas por el camino, sueños perdidos en la humedad valenciano, que otra vez será... si Contador lo permite.

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