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Rosario, la ciudad argentina que transforma en violencia el folclore del fútbol

La rivalidad histórica entre Rosario Central y Newell’s pasa de las banderas a las amenazas a jugadores y peleas entre bandas

Jugadores de Newell's y Central se pelean en un clásico jugado en Arroyito.
Jugadores de Newell's y Central se pelean en un clásico jugado en Arroyito.Prensa Newell's

Rosario Central y Newell’s Old Boys, dos de los clubes más importantes del interior de Argentina, protagonizan una peculiar rivalidad que atañe a una ciudad entera. Todo comenzó con un amistoso organizado por un grupo de damas que buscaban recaudar dinero en beneficio de un dispensario donde se atendía a enfermos de lepra; sin embargo, el partido nunca pudo jugarse por el rechazo de los jugadores de Central. Desde ese día son canallas y leprosos. Y nunca dejaron de odiarse, dando paso a una rivalidad que con el tiempo se volvió violenta. La semana pasada, la transferencia del defensa del seleccionado Javier Pinola, que jugaba en Central, a River motivó amenazas de muerte para el jugador y su familia, con pintadas en la escuela a la que concurrían sus hijos, que los obligó a abandonar la ciudad en forma intempestiva. El jugador de Banfield, Brian Sarmiento, también fue amenazado vía Twitter una vez que se conoció que podría llegar a Newell's.

El simple hecho de caminar por Rosario alcanza para descubrir que quedan pocas paredes sin pintar. Al mejor estilo de las pandillas neoyorquinas, los hinchas de ambos clubes se dejan mensajes en los muros sin importar si cubren una casa de familia, una escuela o un hospital. Recuerdan abandonos, clásicos ganados o, simplemente, se prodigan el clásico “puto” en cualquier lugar de la ciudad, ese nefasto eufemismo con el que se llama a los homosexuales en Argentina y que la dirigencia del fútbol aún no se propone eliminar, como sí sucede con otros tipos de discriminación. Pero los hechos no quedan en meras pintadas: en menos de un año también se cuentan una apedreada al bus que llevaba a los jugadores rojinegros a jugar el clásico en el estadio de Central, el ataque a la casa de uno de los vicepresidentes del auriazul, la decapitación de un monumento dedicado al fundador del equipo donde surgió Messi y el ataque a uno de los árbitros asistentes en el último clásico, que obligó a Newell’s a terminar el torneo jugando a puertas cerradas.

Las amenazas a Pinola en el frente del colegio al que iban sus hijos.
Las amenazas a Pinola en el frente del colegio al que iban sus hijos.Télam

Según censos no oficiales, los clubes de las ciudades de Rosario (Rosario Central y Newell´s), Santa Fe (Colón y Unión) y La Plata (Estudiantes y Gimnasia y Esgrima) son predominantes en sus localidades de origen, con mayor cantidad de simpatizantes allí que Boca y River, los más grandes del país. Los primeros cuatro corresponden a la provincia de Santa Fe, al norte de Buenos Aires. Diego Maio, coordinador de Seguridad en Eventos Deportivos, es quien tiene a cargo la difícil tarea de controlar semejante tensión. Es por ello que en su oficina hay dos grandes carpetas que llevan por portada el escudo de las dos instituciones. En diálogo con EL PAÍS, explica que “el rosarino vive el fútbol de una forma muy particular. Es todo, y la rivalidad que hasta hace un tiempo era folclore y no pasaba de un enojo, apuestas o cargadas entre amigos, en algún momento se volvió revancha, al punto que los grupos violentos pactan lugares de encuentros por redes sociales para enfrentarse”.

El folclore

El consabido folclore futbolero de Argentina encontró en Rosario una cuna para la creatividad. Luciano Cefaratti, vicepresidente de Rosario Central, recuerda que en la década del 70 “un doctor hincha de Central extrajo el apéndice al jugador de Newell’s Ricardo De Rienzo y se lo guardó como trofeo”. No era un apéndice cualquiera, por allí pasó la pelota que terminó en gol en la recordada palomita de Aldo Poy, un tanto que le permitió a los canallas dar la vuelta olímpica en las narices de su rival en 1971.

El gol es recordado todos los años por un grupo de hinchas que se hacen llamar la 'Organización Canalla anti Leprosa (OCAL)' y el partido quedó inmortalizado en el cuento de Roberto Fontanarrosa llamado 19 de diciembre de 1971.

D'Amico dice que vio "cosas insólitas en ambas canchas". "Recuerdo un partido en el que se compró un globo aerostático con gas muy grande, de unos cinco metros de diámetro, y le pusieron una manta arriba para disfrazarlo de fantasma que sobrevoló la tribuna", rememora. El fantasma del descenso es el clásico chiste que todo equipo le hace a su rival de siempre cuando a éste lo toca caer a la segunda división.

Los vicepresidentes de los clubes coinciden. Luciano Cefaratti, de Central, entiende que “hay algo distinto en Rosario, donde la rivalidad a veces trasciende la razón y se exagera. A veces es creatividad y a veces locura y con el tiempo se ha hecho cada vez más fuerte y tomó una gran dimensión. Se escapa tanto de las manos que durante muchos años el fútbol, el hockey femenino y todo aquel deporte que tenga un clásico, se tuvo que jugar sin público”. Cristian D’Amico, de Newell’s, dice que “se vive de una manera muy pasional y, de hecho, las cargadas a veces son más grandes que los hechos reales. Como será la pasión que hay hinchas de Newell’s y de Rosario Central que sufren más si el rival gana que si su propio equipo pierde”. “En esta ciudad el amor y el odio están a un paso”, resume su colega, “uno nota permanentemente la ansiedad, el fervor y la pasión de la gente que es un aluvión. A veces puede ser para bien y otras para muy mal”.

Ambos concuerdan la importancia del papel que juegan. Justamente, el presidente de Central, Raúl Broglia, propuso “quemar en una plaza” a su par de River, Rodolfo D’Onofrio, por llevarse a Pinola, dichos por los que luego se retractó. “No es fácil porque uno ademas de ser dirigente ha sido hincha”, reconoce D’Amico. “El dirigente hincha sigue siendo un problema”, le responde Maio, “sin dudas el dirigente es más difícil de manejar que el hincha, porque es un protagonista directo y es el que tiene que tomar decisiones y asumir responsabilidades que, hoy por hoy, no las están asumiendo al 100%, aunque sí hay un fuerte compromiso y un cambio. Ya te digo que hace cuatro años si nos atendían el teléfono teníamos suerte y hoy coordinamos muchas tareas de prevención junto a ellos y acuden a nosotros de manera directa”.

"El entrenador Paolo Montero lo compara con Napoli. Ustedes son napolitanos, están todos locos, dice". Cefaratti.

El cargo también advierte que “el hincha común le da legitimidad a estos grupos violentos, porque canta las canciones de la barra, celebra los festejos de la barra y en algún momento los volvió un show en sí mismo, terminaron siendo más protagonista que los propios jugadores”. Sin embargo, es optimista: “El problema de seguridad no es de cantidad de policías sino cultural. A muchas provincias le falta la mirada política porque, por lo general, están comandadas por policías o ex policías. En Santa Fe hablamos de una intervención policial del 40% cuando antes hablábamos de un 100. Estamos bien diagnosticados, pero se necesitan muchas medidas para sanar”.

"El periodismo partidario también hace mucho daño porque retroalimenta la locura que se vive en la ciudad". D'Amico.

Ninguno de los clubes involucrados escapa al gran flagelo del fútbol argentino, las barras bravas, uno de los elementos que radicalizó las acciones. “Existen y seria muy hipócrita negarlo”, dice Cefaratti. “Los conocemos como los conoce cualquier hincha de Newell’s, ni mas ni menos”, afirma D’Amico. Maio va un poco más allá: “Hoy las barras, no sólo en Rosario, se caracterizan por ser verdaderas asociaciones ilícitas, y vienen al club para reclutamiento de soldaditos, fuerza de choque, para establecerse en determinado territorio o barrio. La particularidad es que de acuerdo al tamaño del club también es el tamaño del problema. La barra de Newell’s tiene vinculaciones con (el grupo narco) Los Monos, una banda completamente desarticulada pero que siempre está”.

Unas 80 personas tienen prohibido el ingreso al estadio del Parque Independencia de Newell's, y sucede lo mismo con los 14 de Central que apedrearon el micro de su rival. “Eso nos permitió evitar que la barra de Newell’s se reorganice dentro de la institución", dice Maio, "los cabecillas no pueden ingresar y la característica antropológica que tiene una barra es que el jefe tiene que estar en el territorio, porque si no está parado arriba del paravalancha no es jefe y así pierden mucho poder”, finaliza.

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