Sandro Rosell, el justiciero preso
Al exdirectivo le perdieron las ganas de empapelar a Laporta y dilapidó su fortuna como el presidente que más apoyo ha recibido en las urnas en el FC Barcelona
La justicia por la que tanto clamó Sandro Rosell le declaró preso al tiempo que libraba de culpa a Joan Laporta. Aclamado como el presidente más votado, Rosell se empeñó en judicializar el club, actualizar los estatutos, recuperar el Senado y redactar un código ético, como si necesitara purificar el Barça después del paso de Laporta. Incluso le quitó la presidencia de honor a Johan Cruyff. Habría un antes y un después de Rosell: “No os fallaré”. Todas las decisiones, y más las asamblearias, llevaban el timbre de “históricas” desde su llegada a la cumbre en el año 2010.
Muchos barcelonistas abonaron la cruzada de Rosell hasta que se convirtió en una encarnizada revancha contra Laporta, compañero de candidatura en 2003 y enemigo declarado a partir de su dimisión como vicepresidente en 2005. Rosell empezó a advertir indicios de delito donde la mayoría apreciaba un gasto superfluo, un error de contabilidad o una fiesta justificable después de ganar una Champions. El presidente llevó tan al límite la fiscalidad sobre la acción de la anterior directiva que perdió la razón que pudo tener al denunciar la manera de contar de Laporta.
El criterio de Rosell no solo ha sido cuestionado con el tiempo por sus votantes sino también por la justicia a la que ha acudido de forma reiterada hasta dimitir y delegar en Josep Maria Bartomeu. Muy poco o nada han cambiado las cosas en el Barça. Las muchas causas abiertas acostumbran a tener fallos contrarios a los intereses del consejo, señal de que los magistrados ven punible lo que los directivos consideran venial y razonable, lo que desde el club se tiene por normal, como por ejemplo el caso Neymar, denunciado al inicio por un socio de la propia entidad, Jordi Casas.
La manera de hacer las cosas de Rosell ha resultado, por tanto, sospechosa después de haber manchado la de Laporta. Laporta, mediador en la venta del Mallorca a un empresario de Uzbekistán, ya penalizó con la moción de censura y en las elecciones, de manera que su ética y honor siguen en manos de los socios del Barça. Rosell, en cambio, está a expensas de la Justicia. Aunque no le han detenido por nada que tenga que ver con el club sino por sus negocios, su encarcelamiento cuestiona el concepto que tiene de lo que se puede o no se puede hacer en el fútbol y en el Barça.
A buen seguro que si hubiera dejado su litigio con Laporta en manos de los compromisarios, nadie jugaría hoy con la imagen de que mientras uno festeja estar libre de culpa el otro está preso en Madrid. A Rosell, el justiciero, le perdieron las ganas de empapelar a Laporta y dilapidó su fortuna como el presidente que más apoyo ha recibido en las urnas en el FC Barcelona. Bartomeu ya no puede hacer como si nada pasara porque, a diferencia de Rosell, que votó en blanco, levantó el cartel contra Laporta en la asamblea de 2010.
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