El deporte, todavía un mundo de hombres para hombres
La ciclista Sheyla Gutiérrez personifica los obstáculos que deben superar las mujeres en el deporte
Hace unos años, Sheyla Gutiérrez, entonces una juvenil aún, se encontró con Eusebio Unzue, en el ascensor del hotel de Maastricht en el que se alojaban todas las selecciones españolas que participaban en un Mundial de ciclismo. Sin cortarse ni un pelo, la joven ciclista aprovechó los escasos segundos con que contaba al lado del jefe del Movistar, el gran equipo español, y le preguntó directamente: “Acabo de terminar séptima en el Mundial. Necesito un equipo para seguir creciendo. ¿Por qué no organizas un equipo femenino? Con cuatro duros lo hacías”. Han pasado cinco años. Unzue no ha creado ningún equipo femenino. Sheyla Gutiérrez, riojana, tiene 23 años, es una de las mejores ciclistas del mundo. Corre en un equipo de California. “He alcanzado mi sueño. Soy ciclista”, dice después de ganar en Bélgica una clásica dura. Los sueños de las mujeres, su voluntad, son más fuertes que el pavés de granito que endurece las carreteras.
Bienvenidos al deporte, un mundo creado por los hombres para los hombres y aún dominado por los hombres. En el deporte, en el mundo de la dirigencia, la perspectiva de género es un adorno, una concesión. “Quiero que en cuatro años haya paridad en todas las comisiones y comités y cargos dirigentes de nuestra federación”, dijo en diciembre el británico Sebastian Coe, presidente de la federación internacional de atletismo. Le escuchaban los presidentes de todas las federaciones nacionales de atletismo del mundo, más de 200. Solo tres eran mujeres. Un estudio del Instituto Europeo de Igualdad de Género (EIGE) indica que solo había un 14% de mujeres en puestos ejecutivos en las confederaciones continentales de los 28 deportes considerados olímpicos. En España, el porcentaje es inferior, un 12%. Los dirigentes son hombres y hombres son la mayoría de los entrenadores de los equipos femeninos (solo son mujeres, según el EIGE, un 20% en toda Europa, la mayoría en los deportes considerados femeninos: gimnasia rítmica, equitación, natación sincronizada…) y hombres son la mayoría de los periodistas que escriben de deporte.
El deporte es el universo de los sueños. Un niño sueña con ser un ídolo, un campeón como sus héroes, el futbolista, el tenista, el ciclista que le sonríe desde un poster en su habitación. Una niña sueña con su sueño. El niño que quiere ser campeón sabe que tiene que dejar los estudios al terminar el bachillerato como muy tarde y entregarse a los entrenamientos. Aunque no alcance sus metas y se quede en un ciclista más del pelotón, sabe que podrá vivir unos años de la profesión, y que después se podrá integrar en el mundillo, que le abrirá sus puertas. La niña que quiere ser ciclista o atleta sabe que, aunque alcance su meta, nunca podrá dejar de estudiar, pues, salvo mínimas excepciones, nunca podrá vivir del deporte, y cuando acabe su carrera tendrá que buscar trabajo en el mundo real.
Ana Lozano, la atleta revelación en el Europeo de Belgrado, compaginó los entrenamientos mientras preparaba durante dos años en Holanda y Francia un master en biología evolutiva, entrenándose sola por las noches tras horas de trabajo en laboratorio. “Sheyla estudia educación infantil y psicología”, dice Begoña Ruiz, tía de la ciclista riojana, que vive en su casa cuando no está compitiendo. “Ella ha sido capaz de estar donde está por su increíble fuerza de voluntad, por tener las ideas tan claras, por tanto trabajo y tanta renuncia. El ciclismo femenino en España está muy mal. No da ni para vivir aunque seas figura. Sheyla siempre ha creído en ella, siempre ha luchado por su sueño, que se ha hecho realidad”.
La vida profesional la ciclista de Logroño es una vida de aventura y valor. Una vida de profesional con las ganancias justas para vivir. Dejó el equipo vasco Lointek y se marchó al Cyclance de California. El 1 de enero celebró su cumpleaños y el 2 se fue a concentrarse con su equipo más de dos meses. Regresó una semana a Logroño y volvió a irse para un par de meses más de carreras en el extranjero. “No sé si habría sido diferente si hubiera sido chico”, dice la corredora. “El camino es parecido, tienes que trabajar y progresar y al final siempre encuentras tu oportunidad, como los chicos. La diferencia es que nosotras sabemos que no nos podemos ganar la vida con esto. Lo hacemos todo por pasión. No lo hago por salir en la tele o hacerme famosa”.
Como un reflejo de las sociedades y las culturas en las que se desarrolla, en Estados Unidos, en Holanda, en Bélgica, en Italia, el ciclismo femenino tiene una presencia real, un peso. “Son países en los que muchos dicen que prefieren ver por la tele las carreras femeninas por la pasión que le ponemos, por nuestra forma de correr. Y también a España llegará ese momento”, dice Sheyla Gutiérrez, avanzando otra valla que tienen que superar las mujeres y que a los hombres se les da por descontada: “Somos nosotras las que tenemos que ganarnos el respeto de todos demostrando nuestro nivel”.
El sábado 11, Sheyla Gutiérrez disputará una carrera en Holanda. La bolsa de premios para la prueba masculina es de 15.000 euros; para la femenina, 5.000. Sheyla sigue soñando.
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