La culpa también es nuestra
Los hinchas hemos pedido, más bien exigido, a los dirigentes que ficharan a los mejores jugadores
En un momento en el que todas las marcas del mundo buscan convertir a sus clientes en fieles, los clubes de fútbol se empeñan en hacer el camino inverso. Salvo excepciones, no hay relato más allá del económico. Los valores de un equipo o el respeto por la historia no aparecen en los balances de las SAD. El fútbol, más allá de su capacidad de influencia, no es rentable. Y en ello tenemos parte de culpa los aficionados.
Porque los hinchas hemos pedido —más bien exigido— a los dirigentes que ficharan a los mejores jugadores. Y lo hacíamos, claro, sin importarnos las formas y sin valorar más cuenta de resultados que la clasificación final de la liga de turno. Cuando llegaban el descenso o la quiebra, mirábamos al palco preguntando: “¿Pero cómo habéis permitido este desastre?”.
Hemos pedido, con la ilusión por el triunfo como excusa, que se paguen sueldos millonarios a trabajadores que no generan ese dinero, al menos no para sus clubes. Hemos salido a la calle en contra de un descenso administrativo por deudas. Hemos permitido que cambien nuestros colores, que vendan el nombre de nuestros estadios y compramos camisetas cuyo valor, supuestamente, está en la marca y no en el escudo. Mientras ganemos, todo vale.
¿Queremos este modelo o estamos dispuestos a apostar por otro? Los incomprensibles horarios nos alejan de los estadios. Pero cuando uno habla con la Liga, le recuerdan que gracias a la televisión han desaparecido los casos de impagos en el fútbol profesional. Y toca callar.
¿Queremos clubes globales, cortados por el mismo patrón, o equipos de autor? La mala noticia es que solo Real Madrid, Barcelona y Atlético parecen capaces de lograr esa universalidad. La buena es que tenemos muchos equipos con trayectorias e historias centenarias, cargadas de leyendas y con un hueco en la educación sentimental de sus entornos geográficos.
En casi todos los clubes españoles han surgido movimientos que abogan por un modelo diferente de gestión. Tienen un criterio claro: gestionar las entidades de una forma coherente desde el punto de vista financiero y preservar la identidad de los clubes como agentes dinamizadores de su entorno social, económico y humano.
¿Merece la pena intentarlo? Los que abogamos por otro tipo de fútbol creemos que sí. Decía Osvaldo Soriano que el fútbol es una metáfora de la vida y así es: globalización, pérdida de valores, dinero y éxito como fines únicos… Pero también es cierto que dos de las cosas más bonitas de la vida son el amor y la pasión. Y un club de fútbol, gane o pierda, nos aporta ambas. ¿Para qué sirve todo lo que estamos pasando si el día de mañana no tenemos a quién abrazarnos con lágrimas en los ojos cuando nuestro equipo marque un gol en el último minuto? En el fútbol, para nada.
Pedro Zuazua fue consejero del Real Oviedo en la temporada 2012-2013.
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