Remar hacia la gloria pasada
La histórica Sociedad Deportiva de Remo de Pedreña lucha por volver a la élite de las traineras
Desde el Puntal, la lengua de arena que marca la entrada a la bahía de Santander, puede verse una trainera negra de nombre Seve Ballesteros que dobla la península de la Magdalena y se adentra en mar abierto. Es el entrenamiento de la Sociedad Deportiva de Remo de Pedreña, club fundado en 1895 y el primero que quebró la hegemonía vasca de este deporte, allá por la década de los 40, bajo el mando de Pepe Bedia, su patrón legendario. A diferencia de otros lugares, en este pequeño puerto del Cantábrico, los niños sueñan con ser golfistas o remeros.
Alejada de su gloria pasada, de los Campeonatos de España y las banderas de La Concha —tiene cuatro en su palmarés—, Pedreña atraviesa una complicada etapa económica y deportiva. "Antes pagábamos a los remeros durante 10 meses al año, pero ahora no hay dinero. Los chavales que destacan, se los llevan los clubs vascos", dice Calixto Presmanes, presidente del club. Los aficionados todavía se reúnen a las puertas de la sede, a orillas de la ría de Cubas, a comentar las regatas del fin de semana y no hay bar en el pueblo que no tenga fotografías de sus escuadras históricas de remo junto a las de su golfista universal.
En la recién concluida temporada de la Liga ARC-1, la división de plata de las traineras, Pedreña ha quedado en quinta posición, lejos de entrar en el liguilla de ascenso a la Liga San Miguel o ACT, la competición creada en 2003 por País Vasco, Cantabria, Asturias y Galicia para preservar un deporte que es casi religión en la cornisa cantábrica. "El concepto del remo ha cambiado mucho aquí en Cantabria, casi no hay ayudas y es difícil competir así. Antes bajábamos en bicicleta por el pueblo para venir a entrenar. Eran otros tiempos", dice Pedro Jesús Portilla, uno de los que ganó la bandera de La Concha de 1976, la última del club y el trofeo más deseado junto con la liga.
La rivalidad inicial de las traineras era la de los pescadores que luchaban por llegar primero a puerto con sus trainas —embarcaciones de remo y, en ocasiones, también de vela— y así vender mejor la pesca del día. De la necesidad de las cofradías nació un deporte dominado en la actualidad por los clubes vascos en el que hay fichajes de remeros y entrenadores, subvenciones, fisioterapeutas y médicos, grandes presupuestos y hasta acusaciones de dopaje. "Eran unos hombres grandísimos", dice Laureano Bedia Sota, desde sus casi 1,80 de altura. Bedia, apellido mítico en Pedreña, remó en el club en los años 60, una de sus grandes épocas. "Antes era a lo bruto, a ver quién tenía más fuerza", añade.
De camino a la regata de la Bandera de Pasajes de San Pedro, en Guipúzcoa, los remeros de Pedreña hablan de las posibilidades para alcanzar el liguilla de ascenso y de su hándicap en golf. "El presente inmediato lo veo bien porque hay chavales jóvenes", dice el capitán Carlos García. La regata terminará con Pedreña en el quinto puesto, alejando definitivamente el ascenso. El sueño de volver a la élite, de ondear banderas importantes en la curva del embarcadero que lleva al campo de golf donde Severiano Ballesteros aprendió a jugar, se resiste.
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