La medalla de Ciudad de Dios
La yudoca Silva, primer oro de Brasil, viene de una favela emblemática de Río
En los Juegos Olímpicos de Londres 2012, la yudoca Rafaela Silva ya era una candidata a medalla para Brasil. Pero lo que debería ser la consagración de una joven talentosa de Ciudad de Dios, una de las más emblemáticas favelas de Río de Janeiro, se convirtió en un episodio desagradable en cuestión de segundos. El intento de maniobra irregular y su consecuente descalificación del combate en la ronda preliminar de los Juegos casi acabó con su carrera.
A la derrota le sucedieron una serie de comentarios racistas en las redes sociales, los cuales le afectaron al punto de que la tuvieron que convencer para que volviera a entrenarse y, cuatro años después, en casa, pasó a la historia al conquistar la primera medalla de oro para Brasil en los Juegos el lunes, y el recuerdo de los insultos vino acompañado de éxtasis y llanto: “Ese mono que tenía que estar en una jaula, hoy es campeón”, dijo la campeona olímpica a TV Globo, tras la conquista del título de la categoría de menos de 57 kilogramos.
Londres estuvo todo el tiempo presente en la cabeza de Rafaela durante el camino hacia al oro. Su segundo combate fue precisamente contra la húngara Hedvig Karakas, rival de aquella fatídica eliminación en los Juegos de 2012. “Había visto el cuadro y esperaba que nos cruzásemos. Lo que no pensaba es que sentiría aquella sensación otra vez”, contó. “Después de ser eliminada en Londres, es imposible aguantar la emoción cuando suena el himno”, dijo la yudoca al canal Sportv.
Apoyo psicológico
La reanudación de la carrera a los 24 años —que culminaría en un oro que es la viva estampa de Brasil: la de una negra, pobre y apellidada Silva— es fruto de mucho trabajo tanto dentro del tatami como fuera de él. Rafaela contó con el apoyo de una psicóloga para reconstruir la idea que tenía de sí misma. Poco a poco, la yudoca volvió a creer que podría ser campeona. Conquistó el mundial en 2013 y seguidamente tuvo una recaída.
La recuperación duró dos años. “Pensé que iba a dejar el yudo después de caer derrotada en Londres. Empecé a hacer un trabajo con mi psicóloga y ella no me dejó que lo abandonara. Mi entrenador también me incentivaba cada día. En 2014 y 2015 no obtuve buenos resultados, pasé por una mala racha. Decían de mí que era una incógnita; pero vine, me entrené a tope y el resultado ha llegado”.
Rafaela empieza a consolidar la historia del yudo brasileño en la competición, segunda modalidad que más podios le ha dado a Brasil en los Juegos Olímpicos, tras la decepción con la eliminación de dos promesas el sábado.
Entre sus agradecimientos, un homenaje especial a los niños y niñas que se entrenan con ella en el Instituto Reação, proyecto social de Flavio Canto, medallista de bronce en Atenas 2004. Creado en 2003, este Instituto acoge a más 1.200 alumnos, entre los que está Rafaela. “Esto es genial para los niños y niñas que están viendo el yudo ahora. Ver a alguien como yo, que salió de Ciudad de Dios, que empezó en el yudo a los cinco años como un juego, ser campeona mundial y olímpica… Es algo inexplicable. Si esos niños tienen un sueño, tienen que creer que se puede realizar”. Debajo del quimono, en el bíceps derecho, ya se había tatuado: “Solo Dios sabe cuánto sufrí y lo que tuve que hacer para llegar aquí”.
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