Ni rastro de Muguruza
Completamente desdibujada, la número cuatro cae en la segunda ronda ante Puig (doble 6-1). Carla Suárez (6-3, 3-6 y 6-3 con Keys) y Ferrer (3-6, 7-6 y 7-5 ante Donskoy), también apeados en individuales
Este martes, el avance del cronómetro fue maldito para el tenis español en Río. Conforme progresó la tarde, la matinal brasileña, se produjo una caída progresiva de efectivos. Si el día anterior todo había sido de color de rosa, con cinco victorias en otros partidos y un éxito coral que invitaba ciertamente al optimismo, lo de ayer fue bien distinto. Cedió primero Carla Suárez ante la estadounidense Madison Keys (6-3, 3-6 y 6-3); después lo hizo David Ferrer, que llegó a disponer de dos bolas de partido contra el ruso Evgenh Donskoy y las desperdició (3-6, 7-6 y 7-5), así que también quedó fuera del cuadro individual; y más tarde, la Armada perdió al alicantino y a Bautista en el dobles (6-4 y 6-2 ante Steve Johnson y Jack Sock), y se quedó sin la que a priori era una de sus bazas más fuertes para engrosar el casillero.
NADAL, SUPERVIVIENTE
Rafael Nadal derrotó con holgura al italiano Andreas Seppi (doble 6-3) y logró escapar de la mala jornada que acompañó ayer a la armada española. El balear, que también logró el acceso a las semifinales del dobles con Marc López (6-3 y 6-1 a Oliver Marach y Alexander Peya), volvió a desplegar un tenis sólido. Por el momento no ha mostrado debilidades y su muñeca, dañada, no le ha impedido acceder a los octavos, donde se enfrentará al francés Gilles Simon.
La gran sorpresa del día la deparó Serena Williams. La número uno, oro hace cuatro años en Londres, fue eliminada contra todo pronóstico por la ucraniana Elina Svitolina, vigésima del mundo. El 6-4 y 6-3 aparta a la estadounidense de la lucha por el título. Tampoco aspira a revalidar el de dobles, pues hace dos días cayó junto a su hermana Venus.
Por su parte, el serbio Novak Djokovic, número uno, anunció ayer su baja en el Masters 1.000 de Cincinnati, que comenzará el próximo 15 de agosto. El serbio, lastrado por la decepción olímpica —despedida en primera ronda, tanto en el individual como en dobles—, ha optado por descansar antes del US Open, último Grand Slam de la temporada.
Garbiñe Muguruza, 22 años, cayó frente a Monica Puig (doble 6-1, después de 1h 6m), que siendo una buena jugadora no cuenta con mayor premio en su expediente que el título que alzó en Estrasburgo hace dos años. La puertorriqueña, 35 en el ranking mundial, redujo sin ningún tipo de problema a una Muguruza inánime e inerme, que no correspondió a su condición de tercera cabeza de serie en el cuadro femenino. Perdió la hispano-venezolana y se despidió de toda opción mucho antes de lo que se presuponía, teniendo en cuenta que hoy día ejerce como número cuatro del circuito y hace menos de tres meses se coronó en Roland Garros.
Pero este martes, en la mañana agradable de Río, la campeona del grande francés saltó a la pista, aunque en realidad no estuvo sobre ella. En ningún momento se le vio cómoda ni hizo ver recurso alguno como para voltear la inercia negativa que cobró el pulso contra Puig. En el primer parcial cometió 15 errores y cuatro dobles faltas, además de ofrecer una exigua fiabilidad (47%) en el servicio. Así fue cediendo terreno y propiciando las roturas de Puig, que más allá de la colaboración de su rival estuvo impecable en todas las vertientes del juego, especialmente desde los fondos.
Entregada la primera manga, se podía esperar una reacción en la segunda, pero esta estuvo lejísimos de producirse. La puertorriqueña le rompió el saque cuatro veces y la despachó. “Ella ha jugado increíble. Nunca la he visto jugar de esta manera”, expresó Garbiñe, a la que desde que explotase, hace un año, le está costando encontrar un punto de equilibrio y constancia.
El consuelo de los dobles
“Se ha juntado eso y que yo no he tenido un día muy acertado. Pero el problema ha estado sobre todo en que no he sabido darle la vuelta a un partido en el que no me estaban saliendo las cosas”, prolongó la caraqueña, de la que esta vez no hubo ni rastro.
Muguruza, está claro, no tuvo un buen día. Sin embargo, desde que triunfase en París el terreno se ha inclinado para ella. Aumenta la presión y se reduce el margen de error; la exigencia, personal y exterior, se ha multiplicado. También el desgaste físico. Lo notó sobremanera en Wimbledon, donde se marchó en un visto y no visto (segunda ronda), y ahora en Río, donde afronta además un calendario ultracomprimido. “Son muchos partidos. No me parece bien que se hagan unos Juegos en una semana. Si quieres jugar las tres competiciones es muy difícil. Si hubiera ganado tendría tres partidos mañana y pasado, y no es adecuado. No me parece lógico”, protestó después, ante los micrófonos.
Ahora, como consuelo, aún le quedan dos balas en la recámara: sigue con vida en el dobles, al vencer junto a Carla a Kirsten Flipkens y Yanina Wickmayer (7-5, 2-6 y 6-2), y desembarcar en cuartos, y el mixto con Nadal. Este último, reto que le ilusiona especialmente. “Estoy bien, motivada. Paso página”, aclaró. No hay otra, debe hacerlo.
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