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Recuperados los cuerpos de tres víctimas del alud en el Huascarán

Dos alpinistas mexicanos y un guía peruano fallecidos, hallados por los rescatistas

Pablo de Llano Neira

El martes por la mañana la fatídica montaña del Huascarán, en los Andes peruanos, soltó un alud de nieve que embistió a tres alpinistas mexicanos y a sus dos guías locales. Uno de los mexicanos, Rubén Jaén, pudo salvarse, pero sus compatriotas Carlos Belkotowsky y José Miguel Mendoza han fallecido y sus cuerpos han sido rescatados; el último, el de Mendoza, este viernes, pese a que hasta última hora se mantuvieron las esperanzas de encontrarlo vivo.

Su hermano Daniel urgía a acelerar su búsqueda, porque dada la capacidad física de José Manuel lo creía capaz de sobrevivir: "Tengo el presentimiento de que está bien. Sí debe de estar herido, por eso es primordial darle velocidad a su rescate. Las brigadas de búsqueda nos han dicho que podría estar en una grieta", decía horas antes de que se confirmase el desenlace mortal.

También se ha recuperado el cuerpo sin vida de su guía peruano Julio Suárez Rey, un sherpa curtido en mil batallas andinas que les había avisado del cuidado que había que tener con las avalanchas del Huascarán. Falta por conocerse el paradero del joven Gilberto Loli, peruano, que hacía de ayudante de Suárez Rey. Han pasado cuatro días y las esperanzas se esfuman.

La operación de rescate la ha comandado la Asociación de Guías de Montaña del Perú, formada en 1980 para servir en la impresionante Cordillera Blanca.

Un alud es un fenómeno de una potencia difícil de imaginar. El superviviente Rubén Jaén ha dicho a la prensa: "Vi bloques de hielo del tamaño de un refrigerador y cerré los ojos". Jaén clavó su piolet en la nieve para intentar resistir el empuje de la tromba blanca pero de repente sintió un golpetazo en el casco y salió "rodando en la oscuridad". Perdida la noción del espacio, pasado el alud, el afortunado alpinista, que ha dicho que ve en su fortuna un mensaje divino, se encontró "colgado de cabeza en una grieta" y a duras penas pudo rehacerse y salir de allí, con una bota pérdida y un pie congelándosele, pero sin fracturas ni lesiones internas.

El alpinista explicó que eran conscientes del riesgo de subir a la cumbre del Huascarán, a 6.768 metros de altura, la cuarta cumbre más elevada de los Andes y una montaña conocida por sus complicaciones. Días antes de enfilar el Huascarán, en la página de Facebook de la expedición los aventureros contaban cómo el guía peruano Suárez Rey les hablaba de que las grietas y los deslaves eran cada vez más comunes.

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