La esperanza vuelve al Little Haití
El fútbol se convierte en la vía de escape para una de las comunidades más pobres en Nueva York
Los platos con arroz negro pasan rápido por las mesas de Kreyol Flavor, en Flatbush, a cuatro paradas de metro del acomodado barrio de Park Slope (Brooklyn). Este restaurante es uno de los más frecuentados por la diáspora haitiana en Nueva York. Bajando por la avenida Nostrand se encuentra la Immaculee Bakery. Es una pequeña pastelería conocida por el pate,una especie de empanadilla cuadrada con una costra densa y rellena de carne.
Hace seis años y medio, los vecinos acudían a los locales del barrio buscando el brazo de otros vecinos para llorar a los que perdieron tras el masivo terremoto que asoló Haití. Nadie tenía apetito: la angustia podía más que el hambre. Los que no sabían nada de los que dejaron en casa se plantaban ante las televisiones para seguir las noticias que llegaban sin cesar desde la isla. “El golpe para la comunidad fue brutal”, recuerda Ricot Dupuy, director de Radio Soleil, una emisora neoyorquina centrada en la temática haitiana.
Estos días lo que quita el hambre mirando esas mismas pantallas es algo muy diferente: la fiesta del fútbol. La selección de Haití empezó la Copa América Centenario sin grandes aspiraciones, aunque con la intención de dar alguna sorpresa. Las cosas le fueron bastante bien en la Copa Oro 2015 —que disputan las selecciones de Norteamérica, Centroamérica y Caribe—, donde el equipo llegó hasta cuartos de final. Bajo la batuta del francés Patrice Neveu, el combinado cuenta con jugadores muy rápidos y valientes, pero se muestra inconsistente.
La comunidad haitiana hace vibrar Nueva York con su pasión. Es la mayor en EE UU, aunque está menos concentrada que en el Little Haití de Miami (Florida). Es también más diversa. Los más de 160.000 residentes llegados de la isla de La Española están repartidos por toda la metrópoli. Son el doble si en el cómputo se tiene en cuenta a los indocumentados. El grupo más grande vive en Flatbush y otros distritos como Crown Heights y Carnarsie.
“El fútbol es nuestra sangre”, subraya Dupuy, considerado el principal defensor de los intereses de la colonia. Aunque las cadenas de cable ofrecen los partidos en vivo, prefieren congregarse en los cafés para verlos juntos. “El fútbol es una vía de escape y unifica. Son 90 minutos de paz”, explica el locutor, si bien admite que el equipo no hará gran cosa, reflejo de que el país carente de estructura.
Único participante sin una liga profesional
Es la primera vez que Haití juega en la Copa América y los haitianos neoyorquinos no quieren dejar pasar la ocasión de celebrar el momento más importante que viven desde que se clasificaron para el Mundial de 1974. La verdad es que tiene un equipo decente para ocupar el puesto 74 en la clasificación mundial de la FIFA y eso les da alas para soñar. Todos los convocados para el torneo juegan en el extranjero.
Haití es el único de los países participantes en la Copa América que no cuenta con una liga profesional de fútbol. Tampoco tiene campo para entrenarse y tiene que disputar algunos partidos en otro país.
El terremoto derrumbó el edificio de la Federación Haitiana de Fútbol. Murieron una treintena de funcionarios y durante seis meses no pudieron jugar. Pese a todas estas adversidades, logró salir adelante.
Los vecinos, pese a todo, se sienten orgullosos cuando escuchan el himno a través de los altavoces antes de ponerse a disfrutar viendo a Jean-Marc Alexandre manejando el balón. El centrocampista juega en el Fort Lauderdale Strikers, uno de los equipos de la NASL estadounidense.
Los chavales que pegan patadas a las botellas por la calles de Haití aspiran a ser también como James Marcelin. El de los Carolina Railhawks vivió el terremoto en Haití: se quedó atrapado en la isla durante tres semanas, sin ni siquiera señal de teléfono. Como el resto de los miembros de la selección, y todos los aficionados, es consciente de la enormidad del reto que tienen por delante. Sabe, además, que el mundo les mira y que eso podrá dar una oportunidad a algún joven con talento en la isla para poder tener una vida mejor.
Este miércoles, Haití se enfrenta a la pentacampeona del mundo, Brasil, en Orlando. El sábado perdió 1-0 frente a Perú, aunque tuvo la ocasión de empatar en el tiempo extra con un cabezazo de Kervens Belfort que se estrelló contra el palo. Cinco meses antes, fue él quien clasificó a su selección con una victoria frente a Trinidad y Tobago. El último duelo del grupo B, en el que está enmarcada la selección haitiana, será frente a Ecuador y se disputará el domingo en el estadio que comparten los Gigants y los Jets, los dos emblemas del fútbol americano en Nueva York. Haití y Ecuador los únicos de la confederación que no han ganado ninguna vez un torneo regional.
Pese a esa pausa tan necesaria en la turbulenta vida de los haitianos de Nueva York, el impacto del terremoto se sigue sintiendo también a miles de kilómetros de la caótica Puerto Príncipe, porque muchos de los que abandonaron entonces la isla viven en condiciones precarias y con el miedo de ser deportados. “Nunca lo olvidaremos”, asegura Dupuy. Porque el fútbol es también un recordatorio de lo que queda por reconstruir.
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