El semillero de Tévez y otros astros del fútbol argentino
El Club Social Parque enseñó a jugar al atacante que este domingo busca consagró al Boca
Después que en julio pasado Carlos Tévez volvió a Buenos Aires después de 11 años, visita cada semana a sus amigos del pobre suburbio en que se crió, Fuerte Apache. Allí es donde comenzó a demostrar su natural don con el balón, ese mismo con el que este domingo condujo al Boca Juniors a ganar la liga argentina después de cuatro años de sequía. Pero el lugar donde El Apache aprendió a jugar fue en el Club Social Parque, una entidad de fútbol sala infantil de Buenos Aires en el que se han formado decenas de profesionales como Juan Román Riquelme, Fernando Gago, Juan Pablo Sorín y Fernando Redondo y en el que jugó también una temporada Diego Maradona.
“Argentina es capaz de generar tantos jugadores porque tiene una historia y porque en las provincias se juega mucho al fútbol”, opina Ramón Maddoni, encargado de captación de talentos del Parque, que desde hace 18 años mantiene un acuerdo con el Boca Juniors para transferirle jugadores y quedarse con el 5% de futuras ventas. Antes mantuvo un convenio similar con el Argentinos Juniors durante 16 años.
Maddoni había probado aquel día a 220 adolescentes de 13 años que venían de las provincias de Misiones (noreste de Argentina) y San Juan (oeste). “Antes había más ‘potrero’ (campos de fútbol de tierra)”, recuerda Maddoni los tiempos en que los niños de todas las clases sociales jugaban en la calle. “Hoy hay muchos ‘jueguitos’ (videojuegos) que los sacan de la rutina de jugar al fútbol, pero igualmente salen jugadores nuevos”, completa este experto de 74 años desde los bancos que rodean el campo en Villa Devoto que cede al club Lionel Gancedo, un exfutbolista del Parque, el Osasuna y el Murcia. Desde hace cuatro años el club de fútbol sala se ha quedado sin su sede de Villa del Parque hasta que termine su demorada remodelación.
En el club jugaron Riquelme, Gago, Sorín, Redondo y Maradona cuando eran niños
“El jugador nace o se hace, pero se perfecciona día a día”, comenta Maddoni. A eso dedican los entrenadores del club. Mientras los niños de siete años esquivan conos con el balón, chutan a portería y saltan a cabecear en una ‘horca’ de la que cuelga una pelota, el reclutador de talentos cuenta las bases del Parque: “Acá se elige bien y se ‘labura’ (trabaja) bien la técnica y los fundamentos, es decir, que sepan saltar a cabecear, que manejen las dos piernas, que estén de espaldas contra las líneas para que miren la cancha. Además aprenden ritmo y agresividad. Acá traen a los pibes porque se trabaja todo esto, que es una ‘boludez’ (sencillez), pero muchos quisieron imitarlo y lo hacen un año. Esto hay que hacerlo desde los seis hasta los 13 años. Si ‘empezás’ a los 13 en cancha grande, ya perdiste mucho tiempo.”, explica Maddoni.
Del Parque también surgieron otros jugadores destacados como Esteban Cambiasso, Fabricio Coloccini, Jonás Gutiérrez, Leonardo Pisculichi, Nicolás Pareja, Nicolás Gaitán, Emmanuel Insúa, Diego Cagna, Diego Placente, Santiago Solari y Ricky Álvarez. “Acá no se echa a nadie, jamás se le dice al pibe que no sirve. Pero se van porque no los ‘citás'. Así fue que dejamos libre a Ricky Álvarez, que se fue a Vélez”, lamenta Maddoni. En cambio, este reclutador le anticipaba al pequeño Tévez que iba ser “uno de los cinco mejores del mundo”.
Los 160 niños del Parque vienen de todo Buenos Aires al campo de Gancedo, en un barrio de clase media del oeste de la ciudad, para entrenar una vez por semana, tres horas, y juegan los sábados la liga. “Lo que me faltan son defensores centrales. No pueden ser chiquititos, como tampoco puede serlo el delantero central. Si ves que el padre mide menos de 1,80 (metros), no sirve. Hay que padres que rompen las pelotas porque el hijo es zurdo y quieren que el hijo juegue de diez. Sorín lloraba porque quería hacer goles, pero yo lo puse en la defensa”, recuerda Maddoni.
Diego Perugini, exfutbolista de la quinta categoría de Argentina, es uno de los entrenadores. De 41 años, se acercó primero al club para traer a su hijo Thiago, de diez. “Jugaba en mi barrio, en San Miguel, y alguien me dijo por qué no lo traía”, recuerda Perugini.
Ramón Vivas tiene siete años: “Me gusta venir porque hacemos (trabajo) físico”. Como todos los niños, quiere jugar en el ataque. Pero Ramón ha recalado en la defensa: “Me gusta porque saco los laterales”. Ha aprendido a patear con la pierna izquierda y con una sonrisa permanente cuenta que quiere jugar en el Boca.
“Vengo porque mi papá me dijo”, relata un compañero de Ramón, Thiago Acuña. Pero aclara: “Jugar es lo que más me gusta”. En el Parque aprendió “a cabecear, a ser bueno (con el balón)”. Seguro que alguno de ellos llegará lejos.
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