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Dustin ‘Marley’, el rastafari del tenis

Alemán de origen jamaicano, recorrió Europa en una caravana para poder acceder al circuito

Alejandro Ciriza
Brown celebra el triunfo ante Nadal.
Brown celebra el triunfo ante Nadal.STEFAN WERMUTH (REUTERS)

Un jugador que rompe la norma. Luce collares y pendientes, y se le suele ver por los torneos con cascos, enfrascado con la música. Así es Dustin Brown (Celle, Alemania, 30 años), que el jueves eliminó a Nadal en la segunda ronda de Wimbledon.

102 del mundo, el mestizo jugador alemán es hijo de un jamaicano y una mujer germana. Por su aspecto (mide 1,96), algunos bien podrían confundirle con un vecino del barrio de Brixton, en el que se congrega, al sur de Londres, una nutrida comunidad jamaicana a ritmo de reggae. Dustin, cuentan, es un tipo de lo más singular. El hecho de que juegue con cordones amarillos en un pie y naranjas en el otro ya ofrece alguna pista.

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La de Brown, diestro y longilíneo, un tenista al que le gusta el todo o nada, es una de esas que se sale de lo habitual en el tenis. Nació en Alemania, en una localidad de Baja Sajonia en la que tuvo que afrontar más de un episodio de racismo. A los 11 años emigró junto a sus padres a Jamaica, donde comenzó a dar los primeros pelotazos mientras ellos se sacaban el jornal en una oficina de turismo.

Floreció el talento y a la vez el deseo firme de convertirse en un profesional del tenis. Su madre Inge intentó por todos los medios conseguir ayuda federativa para sufragar la formación de Brown, pero Jamaica es, ante todo, una tierra de velocistas en la que el tenis no tiene apenas calado. Ante la negativa, unos años después, la progenitora ideó un plan para que su hijo pudiera despegar definitivamente en el mundo de la raqueta.

Regresaron a Alemania y una vez allí, concentraron una parte importante de sus ahorros en una caravana para el chico. Es iba a ser su centro de operaciones. Cocina, baño y tres camas, no hacía falta más. Ahí se inspiraba el joven Dustin, por entonces 20 años, con las letras de Bob Marley. Con esas cuatro ruedas se recorrieron todo el país y media Europa durante cinco años, en los que los tres vivieron con lo justo. "Llegué a comer pasta un mes seguido", admite.

Pero poco a poco el destino le fue sonriendo. Obtuvo ayudas de la Federación Alemana y fue abriéndose paso en los challengers. Y en 2010, la recompensa con la entrada en la lista de los 100 mejores jugadores de la ATP. A partir de ahí, crecimiento y algunos vaivenes (su mejor ránking es el puesto 82). También alguna que otra hazaña, como el triunfo contra Nadal el año pasado en el césped de Halle, que ahora ha repetido sobre la hierba de Wimbledon.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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