La selección uruguaya, dispuesta a dar la batalla en Brasil con “orgumildad”
El presidente José Mujica intenta quitarle presión a los herederos del 'maracanazo' y les advierte que no van a una guerra
Los uruguayos empiezan a creer en su selección nacional pero nadie lo dice muy alto. Los dos amistosos jugados en Montevideo contra Irlanda del Norte y Eslovenia dejaron a la afición conforme y mostraron un equipo que se va cohesionando.
El miércoles La Celeste se mostró por última vez antes de viajar a Brasil. Con un estadio Centenario colmado, el once uruguayo se impuso dos a cero a la selección de Eslovenia con goles de Edinson Cavani y Christian Stuani. Después de un primer tiempo flojo los uruguayos sacaron las garras en la segunda parte, mostrando “buenos planteamientos defensivos” como dijo al final el entrenador Óscar Washington Tabárez. En el minuto 36 el delantero del París Saint-Germain abrió el marcador con un tanto de cabeza tras un pase de Diego Forlán. Stuani metió el segundo gol en el minuto 76 tras aprovechar un vacío en la defensa eslovena.
Apenas cuatro días antes, un equipo mucho más vacilante había protagonizado un partido algo aburrido contra Irlanda del Norte, en el cual se impuso 1-0 con un gol de Stuani en el minuto 32.
A pesar de las apariencias, el equipo uruguayo, temperamental donde los haya, estaba en una configuración adversa: los celestes suelen perder y sufrir cuando las condiciones son fáciles y potenciarse cuando llegan los peores momentos de adversidad. El último ejemplo fueron las agónicas eliminatorias para llegar al Mundial, cuando lograron ganar varios partidos seguidos en la repesca, el último 5-0 contra Jornadia en Amán, para empatar 0-0 apenas siete días después contra los mismos jordanos y en Montevideo.
Una nueva Celeste entonces, con una maquinaria puesta a punto por el “maestro” Tabárez y un corazón que se descubrirá sobre el terreno en Brasil.
Después del encuentro contra Eslovenia, Tabárez protagonizó una de sus mejores ruedas de prensa, siempre fiel a su estilo: parco, fatalista, alérgico al triunfalismo.
Todo apunta a que Tabárez repetirá el 4-4-2 en el primer partido, el 14 de junio en Fortaleza, contra Costa Rica
El Centenario, como todo edificio mítico, tiene sus laberintos. Para llegar a la sala de prensa del estadio construido para el primer Mundial de la historia, en 1930, hay que bajar hacia el palco central, abrirse paso a contramano del público que trata de salir, doblar en una esquina y descender por un inesperado pasadizo, y a la izquierda, buscar una entrada disimulada. Son muchos los que se han perdido varias veces antes aprender el camino. Todo para encontrarse con los laberintos que declara Tabárez.
“No puedo hacer evaluaciones y si las tuviera no las diría, y menos a ustedes porque en 10 minutos se sabe en Londres, San José y Roma”, espetó a la prensa, antes de reconocer por tres veces los “progresos” de los jugadores y de afirmar que el grupo de hombres que dirige “tiene las características de los que van a conquistar cosas”.
Costa Rica, Inglaterra e Italia son por ese orden los primeros adversarios del equipo uruguayo. Todo apunta a que Tabárez repetirá el 4-4-2 que utilizó contra Irlanda del Norte y Eslovenia en el primer partido, el 14 de junio en Fortaleza, contra Costa Rica. Para enfrentarse a ingleses e italianos, los analistas vaticinan un 4-5-1 con el objetivo de llenar la mitad de la cancha. La Celeste es un equipo con poca posesión del balón, que “quita, roba y explota”, según un analista, por ello su principal reto será mantenerse rápido y no dejar que los otros se adueñen de la pelota.
En su fase final, el entrenamiento de los uruguayos se desarrolla con la incógnita de la participación de una de sus máximas estrellas, Luís Suárez. La lesión del atacante del Liverpool, operado de menisco el pasado 22 de mayo en Montevideo, fue un golpe que provocó un desánimo nacional.
En sus ultimas declaraciones, el fisioterapeuta Walter Ferreira, asediado por la prensa, se declaró optimista en cuanto a la participación de Suárez en el Mundial “si la situación evoluciona como hasta ahora”.
El experimentado Ferreira, por cuyas manos han pasado las principales figuras del fútbol nacional, ha tenido que vérselas con un país de 3,2 millones de especialistas en operación de menisco. Tanto la intervención como la rehabilitación han sido retransmitidas en directo por los canales de televisión, en medio de una cascada de mensajes de afecto y actitudes poco deportivas, como amenazar de muerte por Twitter al defensa de Newcastle Paul Dumment, supuesto causante de la lesión del “pistolero” en un partido de la liga inglesa el pasado 11 de mayo.
El presidente uruguayo, José Mujica, asistió al último amistoso y viajará a Brasil para ver el primer partido. Consciente de la presión que llevan sobre sus hombros los jugadores, el exguerrillero les recordó “que no van a la guerra”, exactamente lo mismo que dijo en 2010 antes del Mundial de Sudáfrica.
La afición local está acostumbrada a lidiar con las decepciones, las derrotas son numerosas en el palmarés uruguayo (en 2006 ni siquiera se clasificaron para el mundial de Alemania). Esta vez el límite antes de la decepción son los cuartos de final, los uruguayos anhelan mantener la marca de Sudáfrica que los devolvió a la élite mundial. Una situación que en la pequeña República Oriental se enfrenta con “orgumildad”, concepto acuñado por una agencia de publicidad que define a la perfección esa mezcla única de patriotismo a la antigua y sincera modestia.
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