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Nadal se pasea por el alambre

El mallorquín, dolido en la espalda y en una mano, salva dos puntos de partido y once bolas de break para remontar 2-6, 6-3 y 7-6 a Andújar y citarse hoy en la final con Dolgopolov (21.00, C+ deportes)

Juan José Mateo
Rafa Nadal celebra su victoria.
Rafa Nadal celebra su victoria.Y. CHIBA (AFP)

Es set arriba y bola de break en el inicio del segundo parcial para Pablo Andújar. En semifinales del torneo de Río, Rafael Nadal ha perdido la brújula y se toca un par de veces la espalda, como si volvieran a atenazarle los dolores que sufrió en la final del Abierto de Australia. El mallorquín, que de nuevo se protege la zona lumbar con cuatro cintas de fisioterapia, no está fino. Se mueve sin soltura. Con malos apoyos. Frecuentemente pierde la posición en la pista. Cada uno de sus segundos saques es aprovechado por el número 40 para quitarle la iniciativa o el punto (más de 10 restos ganadores). Sufre Nadal, dolorido también en la mano izquierda. Pena ante los derechazos de su contrario, que se procura dos bolas de partido y cierra la noche habiendo ganado más puntos. Finalmente, el número uno se clasifica para su tercera final en tres torneos de 2014 (le espera hoy, a las 21.00 y por C+ Deportes Dolgopolov, verdugo por doble 6-4 de David Ferrer), igual que podría haber perdido. Esto es lo que ocurre: durante casi tres horas, Nadal se pasea por el alambre (2-6, 6-3 y 7-6).

Sin chispa en las piernas, el número uno se mueve con cierta pesadez, y eso se traslada a sus golpes. El tenis es un deporte de armonía, en el que la posición de cada parte del cuerpo influye en cómo resulta el tiro. Al llegar pocas veces hasta la pelota en la situación adecuada, el mallorquín dispara más errores no forzados de los que acostumbra y pocas veces tiene el dictado del juego. En ocasiones está fuera de sitio, con la posición en la pista perdida, en tierra de nadie. Sorprendentemente, es Andújar quien lleva la voz cantante con una propuesta que no tiene nada de novedosa. El conquense intenta encerrar al mallorquín sobre el revés y huir de los intercambios largos. Sin ser un especialista en la volea, no le hace ascos a las subidas a la red, todo con tal de no sufrir innecesariamente sobre la línea de fondo. Dispara diagonales deliciosas con su drive, hurgando en el punto débil de Nadal, que es el hueco que deja en el lado de su propia derecha. El mallorquín no tiene piernas para contrarrestar eso en el inicio del partido. Andújar juega a cámara rápida y él a cámara lenta.

Al campeón de 13 grandes le cuesta mover la pelota, y la acumulación de errores con su derecha invertida es el mejor retrato de que no se mueve como acostumbra. El segundo set hace de bisagra en el partido. Varias veces se equivocan los jueces de línea, casi todas perjudicando a Andújar (“¿Están ciegos o qué? ¡La que es buena la cantan mala!”, se queja cuando le quitan un punto que le daba bola de break), que no le pierde la cara al duelo.

Es el conquense el que juega bien plantado dentro de la pista, dominando. Suyas son las cuatro primeras bolas de break en la tercera manga. Son cuatro oportunidades, ¡cuatro!, para poner tierra de por medio y adelantarse en busca de una victoria de las que se recuerdan toda la vida. Nadal aprovecha la primera que tiene, conquistada además desde un 40-15 en contra (4-3 y saque), pero cede su servicio inmediatamente. Es 4-4. Es, también, un partido a cara de perro, de partitura sucia, con el marcador lleno de tirones y frenazos. Y así se llega al tie-break. Es la locura.

“¡Pablo, Pablo, Pablo!”, se cae el estadio. “¡Rafa! ¡Rafa!”, contesta otra parte de la grada. Los cinco primeros puntos los gana el jugador que se posiciona al resto, fiel imagen de los vaivenes del encuentro. Andújar tiene el duelo en sus manos por dos veces, porque en dos ocasiones tiene punto de partido. Nadal sueña con levantar los brazos en tres ocasiones al resto, listo para añadir otro nombre a la lista de rivales derrotados por la leyenda que le señala como el mejor en los momentos cumbre. Y Andújar que dispara derechazos llameantes, uno de ellos, en punto de partido en contra, capaz de limpiar de polvo la línea. Y Nadal que aprieta mientras gruñe de dolor, quejándose de la mano izquierda. La tensión aumenta hasta el 10-10. El reloj se acerca a las tres horas, y todo está en equilibrio. Saca Andújar, y quien gane ese punto tendrá una nueva pelota de partido. El conquense, que tantas cosas buenas hizo durante el partido, elige mal: lanza una dejada que no está en el guion, y deja que Nadal discuta con su saque su cuarta opción de triunfo. Cuando el reloj marca 2h47m, todo ha quedado decidido.

Así llega el campeón de 13 grandes a la victoria: por un camino lleno de curvas y espinas, sin claridad, por la carretera regional, no por la autopista. Todo un aviso de cara a la lucha por el título. Este domingo le espera Dolgopolov, un tenista sin patrón, absolutamente impredecible, que con sus dejadas y sus tiros planos pondrá a prueba la chispa de las piernas del número uno.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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