De Neymar a Neymar
Otra volea y una mágica jugada final del brasileño tumban a México
Llegó Neymar, y sonrió Brasil, al menos una parte del mismo país que ha tomado a la estrella y al fútbol como reflejo de un sistema que ha encontrado estos días la reprobación espontánea del pueblo. En un país con el fútbol por bandera nada hacía presagiar que precisamente este juego que ha entronizado a Brasil en todo el universo se convertiría, de alguna manera, en el hilo conductor de las turbas que tienen al gigante sudamericano en combustión. Las inversiones públicas en esta Copa Confederaciones y en el Mundial de 2014 también han servido de mecha. Bajo los focos del fútbol, los manifestantes, unos 10.000 según las agencias locales, también rodearon ayer los aledaños del estadio de Fortaleza donde iba a jugar su amada Canarinha. “No es contra el fútbol, es contra la corrupción”, “es hora de una victoria del pueblo”, se leía en algunas de las numerosas pancartas desplegadas en el estadio Aderaldo Plácido Castelo. “Brasil, vamos a despertar; Un profesor vale más que Neymar”, gritaban los irritados. Horas antes, la estrella brasileña se había solidarizado con las protestas en defensa de un país “más justo”. Llegado el momento del balón, la selección de Scolari recibió el cariño de sus gentes y Neymar izó su bandera con un golazo y una mágica jugada final. Como resultado, 2-0 y México con un pie fuera del torneo.
BRASIL, 2 - MÉXICO, 0
Brasil: J. César; Daniel Alves, Thiago Silva, David Luiz, Marcelo; Luiz Gustavo, Paulinho, Óscar (Hernanes, m. 61); Hulk (Lucas Moura, m. 78), Neymar y Fred (Jo, m. 82). No utilizados: Jefferson, Dante, F. Luis, F. Lucas, Jadson, Jean, Rever, Cavalieri.
México: Corona; Gerardo (Herrera, m. 56), Rodríguez, Moreno, Salcido; Torrado (Jiménez, m. 86), Torres (Barrera, m. 69), Mier, Guardado, G. dos Santos; y Chicharito. No utilizados: Ochoa, Talavera, De Nigris, Reyna, Zavala, Meza, Aquino, Molina, Reyes.
Goles: 1-0. M. 9. Neymar. 2-0. M. 92. Jo.
Árbitro: Howard Webb (Inglaterra). Amonestó a Thiago Silva, Alves, Guardado y Héctor Herrera.
Estadio Castelao, de Fortaleza. Unos 64.000 espectadores.
Contrariados por el clima popular, el equipo se tomó el duelo con México de forma arrebatadora. Los gestos de ánimos hacia las gradas eran tan constantes como elocuentes. Sin llegar a los cinco minutos, ya habían agitado los brazos al viento Neymar, Marcelo, Hulk. Algo más que un partido. Así se lo tomaron los jugadores locales, temerosos, quizá, de que se rompa su histórico idilio con las gentes. La sobreexcitación brasileña se llevó por delante a México durante los primeros instantes. A Brasil se le disparó el corazón. El grupo de De la Torre, aturdido, quedó encapsulado, a merced de Neymar y los suyos. Hasta que el nuevo fenómeno, que se ha planchado la cresta, cazó su segunda volea del campeonato. Contra Japón, con la diestra; ante México, hizo tronar al balón con la zurda. Otro gol para enmarcar, dos prodigios de técnica.
De nuevo, Neymar al frente de la manifestación. Mucho más activo que ante los nipones, el azulgrana lideró cada embestida amarilla. Arropado por Marcelo, la orilla izquierda fue un tormento para los mexicanos, que pasan por tiempos de zozobra. Ha perdido armadura, y no parece claro cuál quiere ser su predicamento. Solo Giovani le saca del letargo, de ese tono mustio que destila un equipo al que le cuesta un potosí armar el juego, ser protagonista.
Sin la parsimonia de su estreno ante Japón, Brasil tramitó la cita con México de forma más chisposa, con otra marcha. Solo titubeó mediado el primer tiempo, cuando dio un paso atrás y quiso buscarse la vida a la contra, una amenaza cuando en un equipo se alista un futbolista como Neymar, desequilibrante cuando se frena, por su indescifrable repertorio de regates, y explosivo cuando enciende el turbo en carrera. Un enredo de Marcelo, al que le sobraron arabescos en un despeje en la periferia de su portero, derivó en el primer asalto mexicano. Flores y Mier no acertaron en el remate. Por entonces, David Luiz salió mal parado de un choque, con la nariz como una regadera ensangrentada. Resistió el conjunto de Scolari, con México reducido a la improvisación de Giovani, jugador de muchos recursos, hábil, rápido, dinámico, y con una zurda poderosa en el golpeo. Al chico le faltaron auxilios.
Con todo, México logró llegar al tramo decisivo con todas las opciones. A Brasil le habían agrietado las líneas, distanciadas unas de otras, con Paulinho, futbolista de enorme potencia, queriendo ser el ancla de todos. La entrada de Barrera enchufó algo más a México. No le alcanzó. Neymar le cortó el sueño de raíz. A un paso del final, el exjugador del Santos hizo un nudo a Rodríguez y Mier en la banda izquierda. Bailó sobre la pelota, enroscada por un pie, por el otro, hasta que se abrió paso entre los dos zagueros mexicanos. Su precisa asistencia a Jo supuso el 2-0. El anticipo de un final en el que los brasileños buscaron el coro con sus gentes. Al frente Neymar, el hombre del día, el jugador del partido, el futbolista del momento, abrazado a los aficionados de las primeras filas. En Brasil, hay algo más que un torneo en juego. Por algo, al término del choque cada jugador brasileño hizo un guiño a la comunión con las gentes.
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