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BALONCESTO | HISTORIAS DE UN TÍO ALTO
Columna
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¿Bill Russell hoy en Boston?

Tim Duncan lanza a canasta ante Bayless, de los Grizzlies.
Tim Duncan lanza a canasta ante Bayless, de los Grizzlies.Kevin C. Cox (AFP)

Los playoffs de la NBA de este año no han sido los mejores que he visto. Han estado plagados de lesiones inoportunas y de emparejamientos que, como mínimo, no eran atractivos (¿Se acuerdan de que los Hawks de Atlanta estuvieron en las finales? Yo tampoco). Pero la calidad de estos playoffs no debería considerarse una representación exacta de la calidad de los jugadores de la NBA. Son mejores de lo que lo han sido nunca: grandes, fuertes, atléticos, inteligentes (en la cancha) y capaces de hacer cosas que incluso hace 15 años apenas nos podíamos imaginar. La opinión generalizada es que esa tendencia continuará: que los jugadores de la NBA solo serán más grandes y mejores.

Me temo que esa opinión generalizada es errónea. Una forma divertida de pasar el tiempo es imaginarse cómo les iría a las estrellas del baloncesto del pasado en la NBA de ahora. Por ejemplo, ¿podría Bill Russell jugar en la actual versión de los Celtics de Boston? La nostalgia les haría esperar que fuese tan efectivo ahora como lo era por aquel entonces, pero la verdad es que no. Bill Russell ya no podría jugar en la NBA actual, de la misma manera que ustedes no podrían convertir este periódico en un cohete espacial.

Esto no es culpa de Bill Russell. Bill Russell fue el mejor de sus coetáneos. Lo único que pasa es que sus coetáneos no eran tan buenos. La habilidad en el deporte es como la habilidad en cualquier otra cosa: para ser el mejor, solo tienes que ser mejor que todos los demás. Y en la infancia de Russell, todos los demás estaban jugando al béisbol.

Comparen eso con los coetáneos de Kevin Durant o de LeBron James, que son niños que vieron a Magic, a Jordan y a Bird. Todo el que creció en las décadas de 1970, 1980 y 1990 quería jugar al baloncesto. Y no solo todo el mundo en EE UU. La competencia no se limitaba a Milwaukee, Brooklyn o Houston. Ahora la competencia también está en Pekín, Sarajevo y Barcelona.

Ahora la competencia no está solo en Houston o Brooklyn. También en Pekín y Sarajevo

El resultado ha sido un deleite para nuestros ojos. Unas décadas de competencia encarnizada han dado lugar a una legión de superhombres del baloncesto que hacen que parezca que los vídeos de sus antepasados estén rodados a cámara lenta. Por desgracia, alguien ha estado tapiando el Coliseo. Piensen, por un segundo, qué decide hacer un chaval medio de hoy en día con su tiempo libre. ¿Le gustaría pasar el verano sobre el asfalto derretido practicando su juego hasta que se ponga el sol? ¿O, por el contrario, preferiría estar en casa con un videojuego, con su teléfono o con un ordenador? Todos conocemos la respuesta.

Eso no quiere decir que no habrá grandes jugadores en la NBA del futuro. Ahora mismo, en vez de leer esta columna (¡maldito seas, chaval!), algún adolescente está perfeccionando la segunda versión del Sky Hook. Y otro está trabajando en su respuesta al Dream Shake. Pero el tercero —el que debería estar en el asfalto mejorando el tiro a tablero de Tim Duncan—, ese chaval, está controlando a Tim Duncan en su Xbox.

Para disgusto de la NBA dentro de 20 años, ese tercer chaval es el problema. Porque si consigues suficientes chavales que sean los mejores de cada tres, siempre van a ser mejores que los chavales que sean los mejores de cada dos. Y eso significa que, aunque los playoffs de este año no hayan sido los mejores que hemos visto nunca, probablemente deberíamos disfrutarlos mientras duren.

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