Tiger es otro tipo de grande
Woods pasará a la historia por revolucionar el golf y por sus títulos, pero tras su acción ilegal los jugadores no han visto en él un gran defensor de los valores de este deporte
Los tres grandes del golf lo eran por más que sus títulos. Jack Nicklaus (18), Gary Player (9) y Arnold Palmer (7) ganaron entre los tres 34 grandes entre 1958 y 1986. Pero su legado fue más allá que sus victorias. Ellos, dos estadounidenses y un sudafricano, convirtieron el golf en un deporte universal. Consiguieron que la televisión se interesara por seguirlo y que cayeran fronteras. Ese fue su verdadero legado, más que un puñado de títulos. Hoy así es reconocido. Todavía se juntan en cada inicio del Masters, recuerdan viejos tiempos y el jueves a primerísima hora, con las luces del amanecer, dan el saque de honor en Augusta, una tradición de la que este curso se ha cumplido medio siglo. Nicklaus, de 73 años, Player, de 77, y Palmer, de 83, siguen siendo los tres grandes. Su ejemplo fue heredado por la siguiente generación de jugadores. A Seve Ballesteros le correspondió llevar a Europa a mirar directamente a los ojos a Estados Unidos. Y luego llegó Tiger Woods. Si los tres grandes habían parido el golf y Seve y sus contemporáneos lo modernizaron, Tiger lo llevó directamente al futuro.
El Tigre se convirtió pronto en un símbolo de los nuevos tiempos. Lo cambió todo. Convirtió al golfista en un atleta, dedicado en cuerpo y alma a su preparación a todos los niveles. Multiplicó por decenas los ingresos de los jugadores, los patrocinios, las bolsas de premios, las audiencias de televisión. Y comenzó una lucha feroz por convertirse en el mejor de todos los tiempos y subir un peldaño por encima de Nicklaus. Pase lo que pase con el récord en los próximos años, Tiger tiene un lugar enorme en la historia por su revolución. Pero, a diferencia de lo que sucedía con los tres grandes, y con golfistas como Seve, Faldo, Langer y Olazábal, no parece que el resto de jugadores lo consideren un referente moral de los valores del golf.
El legado de Nicklaus, Player y Palmer fue expandir el golf por todo el mundo
Seve lo modernizó, y Tiger lo ha llevado al futuro a todos los niveles
El sábado, el comité de competición de Augusta sancionó a Woods con dos golpes por un dropaje ilegal. Fueron sus propias palabras en una televisión las que alertaron a los jueces, que durante el partido no habían observado la infracción, ni siquiera cuando les alertó un espectador que había visto por televisión lo que pasó. Pese a entregar una tarjeta incorrecta (error que conlleva la descalificación, norma sagrada en el golf), le dejaron seguir jugando. Y Woods aceptó. No vio remordimientos ni motivos para retirarse si los árbitros no le obligaban a ello. Con la ley en la mano, correcto. Con la moralidad del golf, no. Sergio García dio voz a algo que otros jugadores creen en privado y callan en público: “Esto no es el fútbol, que es un deporte de tramposos y de mentirosos. El golf ha de ser otra cosa. Por eso es tan grande. Si yo firmo una tarjeta incorrecta, no salgo aunque me dejen”. Faldo, triple chaqueta verde, sentenció: “Esto quedará en su legado”. Ninguno de los tres grandes, por cierto, ha salido a defender a Tiger Woods.
El legado del que habla Faldo no es el que cuenta los títulos. El mundo del golf se ha sentido siempre orgulloso de unos valores diferenciados, de una sensibilidad especial con la caballerosidad, el honor y el juego limpio. Y hoy los mismos golfistas echan de menos un rastro de esos valores en la gran figura mundial, en su número uno, en Tiger, al que tanto echaron de menos durante su ausencia. Una retirada de su estrella hubiera tenido tanto impacto como cualquier major, y hubiera sido un cartel estupendo de cara a la entrada en el olimpismo en Río 2016.
Hay normas sagradas: una tarjeta incorrecta es descalificación, pero El Tigre siguió
El golf es un negocio mundial siempre en busca de nuevos mercados. El circuito europeo ha extendido sus redes a Asia y Sudamérica, y el Masters ha hecho caja en China con el pequeño Guan, de 14 años. La tradición, la herencia de los viejos tiempos, no parecen hoy la principal preocupación. No era esta la forma en que se esperaba que Tiger luchara por su 15º grande.
Una retirada hubiera supuesto un gran cartel de cara al próximo olimpismo
Cuando Woods se hizo profesional, en 1996, su padre Earl dijo: “Fui personalmente seleccionado por Dios para criar a este joven. Tiger hará más que cualquier otro hombre en la historia para cambiar el curso de la humanidad”. Desde entonces, Woods ha conocido a Michael Jordan, Muhammad Ali y Nelson Mandela. Aprendió de ellos lo que es ser una celebridad. Pero no una mínima cercanía con sus seguidores. Tan concentrado está Tiger cuando juega que nunca hace un guiño a un espectador, nunca gira el cuello hacia la gente. Ve pero no mira. Oye pero no escucha. Es el mejor del mundo, sin duda. Es también otro tipo de grande.
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