El Barça queda en pie en un clásico eterno
El Real Madrid, fustigado por Mickeal y Tomic, cae tras dos prórrogas en un partido al límite (108-111) Llull falló el último tiro pero mantuvo a flote a los de Laso en múltiples ocasiones
El Barcelona Regal quedó en pie y se salió con la suya en un ejercicio de supervivencia estremecedor en el que el Real Madrid no dio su brazo a torcer hasta la última milésima. Resultó un clásico antológico, dramático, eterno, para la posteridad. Fueron necesarias dos prórrogas, la revisión de alguna jugada en vídeo, mil y un matices en acciones al límite que se sucedieron de forma asombrosa, con dos jugadores blancos eliminados, Reyes y Mirotic, con otro par medio cojos deambulando por la cancha en instantes decisivos, Hettsheimer y Navarro. No hubo tregua. Sobre ese paisaje se irguieron dos héroes, Mickeal y Tomic, y se cerró un marcador que será recordado por mucho tiempo: 108-111 tras 50 minutos de un suspense digno de Alfred Hitchcock.
R. MADRID, 108 - BARÇA, 111
Real Madrid: Draper (2), Llull (23), Rudy Fernández (15), Mirotic (17) y Begic (-) -quinteto inicial-; Sergio Rodríguez (18), Carroll (17), Suárez (2), Reyes (2), Slaughter (8) y Hettsheimer (4).
Barcelona: Sada (2), Navarro (11), Mickeal (26), Wallace (11) y Tomic (20) -quinteto inicial-; Huertas (13), Jasikevicius (-), Oleson (5), Rabaseda (-), Lorbek (17) y Jawai (6).
Árbitros: Hierrezuelo, Bultó y Jiménez. Eliminaron a Reyes y Mirotic.
Unos 14.500 en el Buesa Arena de Vitoria.
Todos se podrán reprochar uno y cien fallos, que los hubo. Pero prevaleció la pelea generosa, abierta, en definitiva, los aciertos, aunque fuera por pura insistencia. No hubo villanos, porque si Llull falló el último triple, acertó en seis bombas que mantuvieron a su equipo a un pelo del triunfo. Rudy y Navarro, lastrado por sus molestias físicas, no brillaron a la altura de su cartel de estrellas, pero sus equipos demostraron ser capaces de suplantarlos, cuando no de supeditarlos a las exigencias que demandó el juego colectivo.
El Madrid resucitó al final de los 40 minutos (77-77). El Barça salió de la tumba en el último segundo de la primera prórroga, con un rebote providencial de Tomic y una canasta de Lorbek (93-93), previo fallo intencionado de un tiro libre. Y, al fin, del trasiego de triples y tiros libres de la segunda prolongación acabó saliendo vencedor el Barcelona (108-111) sin que Llull pudiera remediarlo con un triple que buscaba una tercera prórroga.
Fueron dos gigantes fajándose hasta la última bocanada de oxígeno, un toma y daca sin pausa, anonadante, para la taquicardia. El Barcelona tuvo el mérito de desacelerar al Madrid. Xavi Pascual atornilló los pistones de la dinamo madridista. Logró que su equipo asegurase el rebote, que limitara sus pérdidas de balón y, sobre todo, gestionó con inteligencia las faltas personales. Supieron cometerlas sus jugadores en los momentos más adecuados y sacaron mayor rédito en un partido en el que era previsible que ese detalle pesara lo suyo. Anotó 27 tiros libres el Barcelona por solo 19 del Madrid, que falló 10.
El Madrid, encasquillado su ritmo de juego mucho tiempo, fue, sin embargo, consecuente con su filosofía. No desfalleció a pesar de los fallos en los triples. Acertó en 13 de los 39 que lanzó, con un récord de Llull, que se la jugó desde la máxima distancia en 17 ocasiones. Los dos entrenadores trataron de sorprender desde que empezaron a escribir en la pizarra. Laso propuso una tripleta exterior poco habitual, con Draper al timón, junto a Llull y Rudy. Una estructura que hizo irremediable el emparejamiento del alero mallorquín con Mickeal.
Por ahí empezó a percutir el Barcelona, de la misma que el Madrid se decantó por cargar su juego ofensivo sobre Mirotic. El ala-pívot montenegrino se fajó con Wallace. Y cuando no, caracoleó en el interior de la zona azulgrana y encontró buenas posiciones para acabar la secuencia de pases de sus compañeros.
El Madrid tuvo que masticar y rumiar cuando lo que le gusta, le encanta, es devorar y tragar. Sobre esas coordenadas el Barcelona hizo prevalecer un surtido estratégico que repartió los balones interiores para Jawai, el dentro-fuera y fuera-dentro de Lorbek y el revoloteo incesante de Navarro.
El Madrid tuvo que masticar y rumiar cuando lo que le gusta es devorar y tragar
El Barcelona se mantuvo casi siempre por delante, y el Madrid se pasó todo el tiempo haciendo la goma, con algunas galopadas que le pusieron puntualmente por delante (11-7, 35-34 o 51-49). Pero el juego lo tenía por mano el Barcelona. Suya era la iniciativa. Tomó aire durante esos breves repuntes del Madrid. Y siempre volvió a tirar de la cuerda (18-27, 51-59).
Laso optó por apretar el acelerador a fondo. Mezcló una tripleta con Sergio Rodríguez, Carroll y Rudy Fernández. Con ese triángulo exterior, el Madrid desinfló una vez más el acordeón, volvió a emerger incluso 67-66. Lo hizo a su manera. Apretó atrás. Buscó triple tras triple. Carroll lo anotó, también Llull cuando Wallace había respondido de la misma manera. Campeaba un empate a 73 que decoró los dos últimos minutos con una intensidad inusitada. Cada acción, cada movimiento resultaron de una trascendencia dramática y solo un preludio de las dos prórrogas.
Un par de rebotes en ataque de Reyes, la ausencia durante muchos minutos de Navarro, definitivamente lastrado por la lesión que le hizo ser duda hasta el último momento, una falta de ataque de Reyes a Wallace, otra falta de Rudy en un tapón a Tomic y, en fin, un triple fallado por Llull que hizo necesaria la primera prórroga.
Al final todo fue dramático, especialmente el desenlace de la primera prórroga, cuando parecía que el Madrid tenía la victoria en la mano, Laso llegó a disponer un equipo con cuatro bajos en el que sobresalió Sergio Rodríguez, espléndido en la concepción del juego, en el manejo y, cuando hizo falta, en la finalización. Se antojó muy importante para el Barcelona el concurso del recién fichado Oleson para frenar el despliegue exterior del Madrid y hacer más relativa la versión descafeinada de Navarro. El equipo de Pascual actuó con astucia y un sentido táctico y estratégico elevado a la máxima expresión, llevado hasta la última milésima de segundo. Le valió el premio gordo ante un Madrid que solo se desplomó en los confines de la contienda.
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